Electrochoques y disciplina militar: Así trata China a sus 'ciberadictos'
Li pensaba que iba a recibir ayuda psicológica por haber pasado demasiado tiempo navegando por internet, pero se topó con un médico que comenzó a darle descargas eléctricas: un tratamiento controvertido pero habitual en China contra "ciberadictos" que ahora las autoridades buscan prohibir.
Li dice que no quiere recordar su paso por el centro de Linyi, al este del país, pero no le faltan fuerzas para denunciar las "brutales" agresiones que allí sufrió con poco más de 20 años de edad.
"Mi paso por el centro me dañó física y psicológicamente", dice desde el escudo que le brinda internet para mantenerse en el anonimato.
Este joven pasaba por una etapa triste, con problemas con su novia, y trataba de aislarse del mundo navegando por la red. Su particular refugio llamó la atención de sus padres, y éstos decidieron poner solución llevándole al centro de Linyi, dirigido por Yang Yongxin, un psiquiatra conocido por su defensa de la terapia con electrochoques.
"Sufrí descargas eléctricas menos veces que los demás, tres veces, porque abandoné el hospital a mitad de tratamiento", explica Li, quien ha publicado su historia con todo tipo de detalles en redes sociales para alertar sobre los abusos que se producen en este tipo de clínicas.
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Y es que, con el desarrollo de internet en China, se han abierto más de dos centenares de centros dedicados a curar la adicción a internet en todo el país. En la mayoría, la rutina militar es la norma y en muchos se cometen agresiones físicas y psicológicas que el gobierno pretende prohibir este año.
Noticias como el asesinato en septiembre pasado de una mujer a manos de una adolescente de 16 años que había sufrido estos polémicos tratamientos tras ser ingresada a la fuerza han llevado al Ejecutivo a presentar un borrador de ley que está siendo sometido a la opinión del público.
"Me parece muy buena iniciativa. Nosotros nunca hemos utilizado esta medida y la ley protegerá la salud mental y física de los adolescentes", opina en declaraciones el general Tao Ran, director del centro para el tratamiento de la adicción a internet del hospital militar de Beijing, pionero en este ámbito.
Bajo su tutela han sido tratados miles de adolescentes desde 2004, la gran mayoría chicos de entre 15 y 19 años, que se someten a tres meses de ayuda psicológica, medicina tradicional y estricta rutina castrense.
"La terapia electroconvulsiva ayuda a controlar a los niños, pero les hace daño", comenta Tao.
En 2009, el gobierno ya intentó atajar el problema, pero las denuncias se siguen produciendo y en el centro de Yang Yongxin de Linyi, por ejemplo, apuntan a un cambio a peor: con medidas más agresivas con el paciente.
"Lo de Yang no es tratamiento médico; es delito", asegura contundente He Rihui, otro director de una clínica del sur del país que, como el general Tao, trata de curar a los pacientes sin recurrir a la fuerza.
"No se debe causar ningún perjuicio a los adolescentes (...) Suelen tener problemas con los estudios o para relacionarse, y es ahí donde tenemos que ayudarles. También tenemos que hablar con los padres, porque a veces no se llevan bien entre padres e hijos", considera.
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Hasta junio de 2016, China contaba con 710 millones de usuarios de internet, 23% de ellos menores de 19 años. Los últimos datos publicados por el gobierno muestran que más de 24 millones de estos jóvenes internautas eran adictos en 2013.
"He visto a mucha gente dominada totalmente por su adicción a los videojuegos", dice un chico de 23 años en uno de los cibercafés más chic de la capital, repleto de pantallas de Apple, con cómodos sillones y cojines de los que disfrutar por solo 30 yuanes (4 dólares) la hora.
El joven, que emigró a Beijing para trabajar y se pasa tres o cuatro veces a la semana por este centro de ocio para no sentirse solo en casa, dice que los "ciberadictos" suelen venir por la tarde y la noche.
"Yo vengo porque hay muchos juegos que no tengo en mi casa, pero mis padres no lo saben", comenta, mientras una camarera llega rápidamente al encuentro para ofrecer un asiento, una bebida o cualquier otra necesidad para poder mantenerse online.