Al preguntarle a las maestras si alguna tecnología permaneció después de la pandemia, Silvia comentó: “WhatsApp. Se nos quedó como un mal hábito porque ya las mamás quieren que les digamos todo por ahí”.
Los profesores también aprenden y tienen miedos
“Me parece que el reto no fueron tanto las tecnologías (...) me di cuenta que, en realidad, los talleres que dábamos eran principalmente para dar contención emocional a los docentes” cuenta Maria José Peón.
Ella relata que, para los profesores, el caer en la cuenta de que tenían que improvisar, moverse rápido y mudarse de la noche a la mañana a un sistema que no manejan fue uno de los retos más grandes. “Algunos hasta se sentían en ridículo. ¿Cómo yo, que soy la eminencia en oftalmología, no puedo abrir zoom?” comparte. Y es que, de acuerdo a la OCDE, en México, los docentes tienen en promedio 42 años de edad.
Ante esto, Cecilia Guadarrama, docente en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Iberoamericana, cuenta: “No fue una experiencia sencilla. Sobre todo para las personas de mi generación. Si bien no somos analfabetas digitales, no somos nativos tampoco. Más que la adaptación a la tecnología, fueron las dinámicas de trabajo y de discusión que, al menos en las clases que yo imparto, son mucho de la participación e ir sondeando las reacciones de los alumnos y alumnas respecto de lo que les estás planteando”.
Maria José comparte que “quienes necesitaban mayor apapacho y mayor apoyo eran, en este sentido, los docentes. El hecho de sentir que perdían esta figura del que tiene todo bajo control, los angustiaba profundamente”. Y aunque Cecilia mencionó que era respetable que muchos alumnos no quisieran prender su cámara, Maria José comenta que para los profesores ese fue otro reto importante. “Conjugar el malestar emocional de los alumnos con el malestar de los profesores. Hablarle a una pantalla es muy extraño”.
Aunque Maria José admite que hubo buenos avances en la manera de dar clases gracias a la tecnología , los profesores tuvieron que cambiar la dinámica del monólogo con una presentación de Power Point y más bien, que el rol del alumno ahora fuera mucho más activo con aplicaciones y tecnologías como los breakout rooms en zoom, cuestionarios en Kahoot, S martick para enseñar matemáticas o J amboard para asemejar un pizarrón.
Miguel Reina, académico y docente en la facultad de química en la UNAM, es un ejemplo de los profesores que implementaron este tipo de dinámicas. En conjunto con su hermano, hicieron a mano 3,000 ejercicios en una base de datos que sirvieron de semilla para realizar 132 millones de ejercicios que durante la pandemia los estudiantes pudieron hacer. “Además, la plataforma tiene una retroalimentación personalizada a los ejercicios que estás haciendo y ligas a páginas de internet, secciones de libros y más cosas”, comenta.
Por otro lado, también habilitó un canal de Youtube con todas las diapositivas de su curso para que los estudiantes puedan consultar de manera asíncrona. Al final de cada uno, hay ejercicios que se pueden comentar en el chat, así como revisión de pares.
Ante esto, Peón mencionó que más allá de las tecnologías ya conocidas como Zoom, Google Drive, Meet o whatsapp para dar clases, el reto creativo consistía en buscar aplicaciones que pudieran adaptarse a las clases y necesidades de cada materia. Por ejemplo, para las clases de medicina, donde tienes que abrir y ver un cuerpo, encontraron aplicaciones como BioDigital que permiten a los alumnos ver meticulosamente cada parte del cuerpo humano, seleccionarla y obtener más información.
Otro ejemplo fue en las clases de criminalística. “Los profesores recreaban una escena del crimen que los alumnos tenían que ir analizando, encontrando pistas…” llevar eso a la modalidad virtual parecería muy complicado. Sin embargo, aplicaciones y juegos como CriminalCase pueden ser una opción para este tipo de materias.
“El gran problema emocional de los profesores era pensar que las aplicaciones iban a ser lo mismo que lo presencial, y no lo era”, cuenta Maria José. Y aunque es un hecho que las aplicaciones y los juegos nunca se asemejan al aprendizaje en el mundo físico, con un poco de creatividad, pueden resultar aprendizajes distintos pero igual de valiosos.
“Los profesores no están acostumbrados a jugar con la tecnología. Se la toman tan enserio que tienen mucho temor a que si pican un botón, ¡pum! se echa a perder. Y eso causa mucha ansiedad y angustia… Si hubiera que aprender algo de esta experiencia, es que los profes se lleven algunas de estas herramientas y las sigan implementando en sus clases”, concluye Peón.