El proyecto es soportado por la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti), bajo un presupuesto para este año del orden de 100 millones de pesos, y para el próximo se busca que sea mayor, con el fin de cumplir adecuadamente los fines de la misión.
José Francisco Valdés Galicia, coordinador del Programa Espacial Universitario (PEU) de la UNAM, aseguró que Ixtli es el primer proyecto que busca revertir la dependencia de información satelital extranjera a partir de tecnología propia para permitir al país generar datos y estrategias que hagan frente a los incendios forestales, sanidad de bosques, deslizamientos de la tierra, sanidad de cultivo, monitoreo de especies, crecimiento humano, y temas de seguridad nacional.
Se espera que los satélites, que se lanzarán en 2026, 2027 y probablemente 2028, cuenten progresivamente con mayor tecnología nacional, hasta llegar al menos a un 50%, lo que podría incluir el diseño, los componentes, la integración de los satélites y las estaciones terrestres.
Además, el investigador reveló que también se analiza la posibilidad de patentar todo lo que se pueda del proyecto con la finalidad de fortalecer a la industria satelital y espacial del país.
“Queremos crecer como una nación independiente tecnológicamente que pueda tomar sus propias decisiones y desarrollar esta misión nos ayudará a eso con satélites creados a la medida y a las necesidades del país, además al ser fundamentalmente un proyecto mexicano por primera vez ganaremos experiencia y conocimiento en estas técnicas”, aseguró Valdés Galicia.
En la actualidad, más de 50 instituciones gubernamentales —como la Comisión Nacional Forestal (Conafor), Inegi, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)— utilizan imágenes satelitales adquiridas por empresas de Estados Unidos, Francia, y otras naciones, lo que implica un gasto anual estimado de alrededor de 250 millones de pesos al país.
Roberto Briano, ingeniero aeroespacial, explicó anteriormente a Expansión que, en muchos casos, las imágenes satelitales enviadas por compañías estadounidenses llegan editadas o, simplemente, no son compartidas, por considerarse información sensible para su país.
Derivado de esta situación, el especialista enfatizó la necesidad de que el país impulse su propio sistema satelital de observación de la Tierra para que la información no sea editada, pero en especial por temas de soberanía nacional, en un contexto en el que la administración de Donald Trump surca el territorio nacional para combatir a los carteles de la droga que ahora son catalogados como terroristas.
El proyecto Ixtli
José Francisco Valdés explicó que en la actualidad Ixtli se encuentra en la fase de diseño, el cual está basado en el concepto de CubeSats, pequeños satélites modulares, lo que significa que se fabricarán cuatro satélites: dos de seis unidades y dos de dieciséis unidades para operar en forma de constelación con la finalidad de maximizar su capacidad de observación del territorio nacional.
Los satélites denominados CubeSats —que miden 10 centímetros por lado y pesan aproximadamente un kilo— han ganado popularidad como un sustituto viable de los satélites tradicionales en los programas espaciales. Esto se debe a su bajo costo y capacidad para construirse con piezas comerciales fácilmente disponibles, detalla el estudio ‘Visión general teórica de la tecnología CubeSat’.
Misión Ixtli
Satélite Galileo al rededor de la tierra. Un ejemplo de un satélite similar a los que formarán la constelación Ixtli. Crédito: National Geographic.
Crédito. National Geographic. Satélite Galileo alrededor de la tierra. Un ejemplo de un satélite similar a los que formarán la constelación Ixtli.
Crédito. National Geographic. Satélite Galileo alrededor de la tierra. Un ejemplo de un satélite similar a los que formarán la constelación Ixtli.
Cuarto limpio de la Unidad de Alta Tecnología (UAT)de la UNAM en Juriquilla. Ahí se pueden hacer los trabajos finos para ensamblar satélites. Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Cuarto limpio de la Unidad de Alta Tecnología (UAT) de la UNAM, en Juriquilla. Ahí pueden hacerse los trabajos finos para ensamblar satélites.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Cuarto limpio de la Unidad de Alta Tecnología (UAT) de la UNAM, en Juriquilla. Ahí pueden hacerse los trabajos finos para ensamblar satélites.
Antena de la estación terrena de la UAT, capaz de mantener comunicación con los satélites. Crédito: Ing. Gustavo Jiménez, PEU.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Antena de la estación terrena de la UAT, capaz de mantener comunicación con los satélites.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Antena de la estación terrena de la UAT, capaz de mantener comunicación con los satélites.
Cámara de Termovacío de la UAT para hacer pruebas de condiciones extremas del espacio circumterrestre. Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Cámara de Termovacío de la UAT para hacer pruebas de condiciones extremas del espacio circumterrestre.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Cámara de Termovacío de la UAT para hacer pruebas de condiciones extremas del espacio circumterrestre.
Pruebas de vibración de un CubeSat en la UAT. Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Pruebas de vibración de un CubeSat en la UAT.
Crédito. Ing. Gustavo Jiménez, PEU. Pruebas de vibración de un CubeSat en la UAT.
Los CubeSats pueden conectarse con estaciones terrestres y entre sí en el espacio para realizar una variedad de tareas que incluyen comunicaciones en el espacio profundo, mediciones de áreas vastas, investigación espacial y teledetección (como imágenes terrestres y enseñanza).
“La tecnología ha avanzado tanto que permite que los satélites cada vez se vuelven más sofisticados, pequeños y a un costo cada vez menor”, dijo anteriormente Gustavo Alonso Cabrera, excomisionado en México de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE).
El equipo de investigadores en la actualidad también trabaja en los requerimientos técnicos del primer satélite, como el tipo de cámaras, el diseño del bus satelital, que incluye la computadora de a bordo, el sistema de estabilización y la estructura. Este primer desarrollo servirá como modelo para construir los siguientes tres.
También se definen la frecuencia de transmisión y el tipo de imágenes que tomarán los satélites. Serán imágenes multiespectrales, con resoluciones de entre 20 y 1.5 metros, capaces de captar distintos rangos de luz —incluso más allá de lo visible—, lo que permitirá analizar el entorno con mayor detalle.
“Aspiramos a que los últimos satélites tengan el procesamiento en órbita (en tiempo real), también dentro de nuestras aspiraciones está integrar Inteligencia Artificial, pero aún no hay nada decidido”, dijo el investigador en entrevista con Expansión.
Se estima que el primer satélite estará listo para ser colocado en órbita baja entre diciembre de 2026 y el primer trimestre de 2027. Para lograrlo, el equipo del proyecto Ixtli evalúa con qué empresa llevará a cabo el lanzamiento.
Entre las opciones se consideran compañías de países como Japón, Rusia, China, Brasil y Corea del Sur, mientras que se descartan firmas estadounidenses como SpaceX, debido a las actuales tensiones entre México y Estados Unidos.
“Los temas políticos no quedan fuera de este proyecto. Además, sería un poco difícil porque lo que ofrecen los Estados Unidos es generalmente más caro. Sumado a que nos importa que haya capacitación, como es el tema de lanzadores para los mexicanos, y eso lo encontramos con otras naciones”, dijo Valdés Galicia Bueno.
Con el proyecto Ixtli, el sector satelital y espacial mexicano deposita sus esperanzas en que, por fin, se inicie un proceso sólido de desarrollo nacional en esta industria, como lo ha prometido la mandataria Sheinbaum dentro de sus 100 compromisos de gobierno.
La iniciativa representa una oportunidad para que México comience a posicionarse dentro de la llamada ‘nueva economía espacial’, un ecosistema global en crecimiento que combina tecnología, innovación y soberanía científica, y que ya mueve 630,000 millones de dólares al año, según Statista.
El impulso a la fabricación de satélites propios no solo busca reducir la dependencia tecnológica, sino también abrir la puerta a nuevas capacidades industriales, científicas y comerciales.
“Los beneficios tangibles del proyecto se van a ver quizá en diez años. Pero lo que sí vamos a ver en concreto es que México arranca en la era espacial”, auguró el especialista.