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Un jardín hecho de 'colonias espaciales' miniatura

El reciclaje y el replantado son esenciales para el proceso creativo de Aki Murase.
dom 18 febrero 2018 07:10 AM
Arte
Arte "Las obras de Murase son tsuwoniba moderno, esos minijardines que encuentras en las casas tradicionales de Kioto", de acuerdo con Alex Kerr, coleccionista de arte japonés. (Foto: Aki Murase)

Aunque Aki Murase vive a la sombra de los montes Hira, justo al norte de Kioto, no le molestaría pasar el día en su casa, escogiendo algún disco de su enorme colección o jugando con las entrañas de un televisor descompuesto.

Tal vez por eso no sorprende que Murase se haya dedicado a crear terrarios: ecosistemas miniatura encapsulados en un vestíbulo de vidrio. El hombre de 37 años las llama "colonias espaciales", una referencia a los asentamientos espaciales gigantescos concebidos por el físico estadounidense Gerard O'Neill.

Del techo del taller de la casa de Murase penden casi dos docenas de terrarios de tamaños diferentes. Dentro de cada esfera de vidrio ha creado un paisaje miniatura sumamente detallado. Como usa árboles diminutos y solitarios, la relación con el arte japonés del bonsái es inequívoca. Pero Murase, que es autodidacta, prefiere trabajar fuera de los límites de esa tradición.

El reciclaje y el replantado son esenciales para el proceso creativo de Murase (además de que dan pie al nombre de su estudio: Re:Planter). Es probable que encuentres tarjetas de circuitos integrados y cables de televisores entretejidos en una cama de musgo o envueltos alrededor de las ramas de un arce japonés momji miniatura.

Un pino blanco japonés
en el centro de un paisaje japonés en miniatura.

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De los jardines interiores a los terrarios

El abuelo de Murase era un aficionado a los bonsáis, así que las semillas de su pasión se sembraron a tierna edad.

"Primero hice lo que se conoce como 'terrario acuático', cuando estaba en la secundaria", explicó en su estudio. "Era un pasatiempo popular entre los chicos en ese entonces. Me encantaba hacer crecer plantas acuáticas en un tanque de vidrio usando luces LED y dejar que mis tortugas nadaran ahí".

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Sin embargo el viaje de Murase hacia la creación de terrarios a tiempo completo fue sinuoso. Tras vivir un año en Australia, se mudó a Kioto, ciudad a la que suele considerarse cuna y guardiana de la cultura japonesa. Ahí, Murase se metió de aprendiz de mueblero y se dispuso a volverse carpintero. Sin embargo, unos años más tarde, hizo un cambio radical y abrió Ruins, una cafetería en el centro de la ciudad. Ahí, Murase empezó a jugar una vez más con las plantas. En concordancia con el nombre del local, decoró Ruins con sus creaciones, entre las que había televisores desechados con plantas que crecían dentro de ellas. También dio nueva vida a las viejas latas al reutilizarlas como macetas.

Murase
busca la inspiración —y materiales— en sitios inusuales. Su estudio contiene varios monitores de televisión con plantas saliendo de la pantalla.

Sus clientes y sus amigos lo exhortaron a que siguiera desarrollando su jardín interior, que a final de cuentas lo llevó a crear terrarios. Sin embargo, Murase se enfrentó a un obstáculo importante para sus primeros diseños: la luz del sol, o mejor dicho, la falta de.

"Las casas tradicionales en Kioto son muy largas y estrechas y dejan entrar muy poca luz", dijo. "No es precisamente un ambiente favorable para cultivar algo".

Para resolver el problema, Murase recurrió a luces LED como las que había usado en sus experimentos con los terrarios acuáticos, en su adolescencia.

Murase
abre un terrario en su estudio en el norte de Kioto. Los terrarios de Murase necesitan poco mantenimiento; solo hay que regarlos una o dos veces por semana, dependiendo de qué planta contenga.

Reciclar y replantar

Desde hace seis años, Murase ha dedicado todo su tiempo a fabricar terrarios. Siguiendo su filosofía de replantar y reciclar, consigue sus plantas en lugares muy diversos. Recibe donaciones de amigos; busca en los bosques de la montaña, detrás de su taller, y explora lugares insospechados —como ferreterías— en busca de plantas dañadas u olvidadas.

Durante nuestra visita, sacó un árbol bonsái que le regalaron en un vivero. Aunque parecía que estaba marchito y muerto, Murase estaba seguro de que podía convencerlo de revivir para que fuera la pieza central de un terrario. "No estoy tratando de hacer el bonsái o el paisaje perfecto", explicó. "Quiero que los árboles y las plantas viejas vuelvan a la vida en mis obras".

"No estoy tratando de hacer el bonsái"
Murase quiero que los árboles y las plantas viejas vuelvan a la vida en sus obras.

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Es probable que haberse mudado a Kioto fuera lo que provocó todo: los terrarios de Murase comparten rasgos con una clase de jardín tradicional que tiene su origen en esta ciudad, de acuerdo con Alex Kerr, coleccionista de arte japonés.

"Las obras de Murase son tsuwoniba moderno, esos minijardines que encuentras en las casas tradicionales de Kioto", señaló en una entrevista por correo electrónico.

Hablando de jardines, los terrarios de Murase necesitan relativamente poco mantenimiento, aunque sí es necesario descolgarlos, regarlos y limpiarlos regularmente. Los terrarios chicos cuestan 50,000 yenes (alrededor de 8,800 pesos) y los grandes, 100,000 yenes (más o menos 17,500 pesos). Cada uno trae un juego de herramientas de jardinería e instrucciones detalladas de mantenimiento.

Murase
ha recibido invitaciones para exponer sus obras en exposiciones de plantas vivas en todo Japón, en Beijing y en París.

Murase dice que sus terrarios son particularmente populares entre los habitantes de las ciudades japonesas, en donde el espacio es un bien preciado y los jardines exteriores, un lujo. También puedes encontrar sus creaciones en cafeterías, restaurantes y escuelas de todo el país.

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Kerr, quien tiene uno de los terrarios colgando en la cocina de su casa en Kioto, dijo que lo primero que hace por las mañanas es revisar su colonia espacial.

"Es como meditar", explicó. "Un verde iridiscente y resplandeciente dentro de una bola de vidrio. Una esfera Murase es una semilla de vida… un recordatorio pequeño pero intenso del misterio de la naturaleza que hay allá afuera".

Haruka Iwamoto, de CNN, colaboró con este reportaje.

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