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El plan maestro que creó la ciudad más poderosa del mundo

La capital de Estados Unidos tiene algo que ninguna otra ciudad del mundo puede igualar: poder.
sáb 08 septiembre 2018 07:04 AM
Washington
Historia Washington DC recibió su nombre por George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos y un Padre Fundador.

(CNN) – Tal vez Washington D.C. no tenga el prestigio cultural de Nueva York o Los Ángeles, pero la capital de Estados Unidos tiene algo que ninguna otra ciudad del mundo puede igualar: Poder.

El poder circula por las venas de esta ciudad, corre en su ADN. Cambia, siempre en movimiento, de aquellos que lo tienen a aquellos que lo buscan.

Ha sido así desde que George Washington concibió por primera vez una ciudad que sería el corazón del gobierno federal mientras se mantenía aparte del resto de la unión.

¿Pero quién ayudó a que la ciudad naciera? ¿Cómo pasó de ser un pantano a la capital icónica que es hoy? ¿Y cómo su pasado continúa dando forma a su presente?

La creación de DC

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En el incipiente Estados Unidos se desencadenó el debate sobre si la capital debería ser un asentamiento existente, como Filadelfia (su ubicación original), o uno construido específicamente para el gobierno, fuera del control de cualquier estado.

Al fin, se cedieron tierras de Virginia y Maryland para el nuevo distrito federal, la firma de la Ley de Residencia en 1790 designaba un área en el río Potomac para convertirse en una gran ciudad.

El sitio de 100 millas cuadradas (25,900 hectáreas) que se convertiría en Washington DC estaba comenzando a tomar forma. Se establecieron marcadores en cada milla, comisionados y planificadores fueron designados por George Washington para supervisar su desarrollo. Pero ninguno fue más importante en ese proceso que Pierre Charles L'Enfant.

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L'Enfant, que cambia su nombre a Peter después de llegar a Estados Unidos tras la Revolución Francesa, fue el hombre al que recurrió Washington para hacer realidad su visión de una nueva capital.

"No había nadie más en la nueva república que pudiera diseñar una ciudad de esas características", dice Richard Longstreth, profesor de historia de la arquitectura en la Universidad George Washington. "Y George Washington tenía una idea diferente, una visión diferente de lo que sería la ciudad: sería para Estados Unidos lo que París es para Francia. No solo el centro del gobierno, sino el centro de la cultura, el centro de las finanzas y del comercio. Entonces, Washington le encarga a L'Enfant que diseñe una ciudad a una escala absolutamente épica que pudiera acoger con facilidad a la mayor parte de la población de Londres, la ciudad más poblada del mundo en aquel entonces".

Capitolio de EU
Momentos El gobierno se mudó a Washington en 1800. El Capitolio, en la foto, también se abrió ese año.

Los planes de L'Enfant serían luego refinados por Andrew Ellicot antes de circular oficialmente en 1792. Pero los bulevares largos y anchos de Washington colocados sobre un diseño diagonal son reconocibles hasta el día de hoy, y a L'Enfant se le da el crédito como el visionario que dio vida a las ideas del primer presidente de Estados Unidos.

En 1800, el gobierno se mudó a Washington, y el Distrito de Columbia quedó bajo la jurisdicción del Congreso el año siguiente.

Los visitantes de Washington pueden ver el esquema original de L'Enfant para la urbe en Freedom Plaza, esas amplias avenidas que conectan las partes importantes de la nueva ciudad.

Está claro que L'Enfant sabía lo que quería. En sus propias palabras, quería un plan y una ciudad de una magnitud digna de un gran imperio. Y más. Quería la envidia de otras naciones, tanto amigas como enemigas por igual.

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Hoy, uno solo tiene que caminar entre los monumentos conmemorativos, a lo largo del National Mall, para darse cuenta de que el diseño de la ciudad tiene su efecto deseado. La sensación de poder e importancia es palpable.

La altura de la ciudad

El profesor Longstreth descarta la leyenda apócrifa de que Washington se construyó en un pantano, insistiendo en que tales historias provienen del hecho de que el canal original en el plan de L'Enfant se incorporó al sistema de alcantarillado de la ciudad.

La analogía del pantano, sin embargo, ha perdurado por más de 200 años. Sigue siendo poderosa en lo que se refiere al discurso político.

Sin embargo, hay un mito sobre la ciudad que al menos tiene cierta base en la realidad. Los visitantes de DC no pueden dejar de notar la naturaleza baja de la arquitectura. El Capitolio, el Monumento a Lincoln y el Monumento a Washington dominan el horizonte, sin un rascacielos que los perturbe.

Los dichos de que la ley prohíbe que los edificios de DC sean más altos que el Capitolio son falsos, no hay legislación que prevea tales restricciones. Sin embargo, la Ley de Altura de los Edificios de 1899 tuvo un profundo efecto en Washington, su arquitectura se mantiene relativamente baja en comparación con las altísimas estructuras de Manhattan y el centro de Los Ángeles.

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La ley en sí surgió luego de una protesta por la construcción en 1894 del edificio Cairo de 50 metros de altura, ubicado en el Dupont Circle. Con sus 50 metros sigue siendo el bloque residencial más alto de la ciudad. Tal fue el escándalo que rodeó a la altura del Cairo que la gente en Washington hizo lo que le resultaba natural: recurrir a la política y la legislación, cambiar la ley para detener más rascacielos.

La ley continúa en vigor.

"La Ley de altura creó el horizonte actual de Washington DC", dice Julia Koster, directora de vinculación pública en la comisión de planificación de la capital, justo afuera del rascacielos Cairo. "Cuando llegas, ves nuestras estructuras cívicas. Ves el monumento, ves el Capitolio. Y ves el Lincoln Memorial contra un fondo horizontal mucho más bajo".

En relación a los rumores acerca de las restrictivas leyes de planificación de DC, Koster señala que las normativas tienen que ver con el ancho de las calles, evitando que los edificios sean más altos para crear un espacio más brillante y menos opresivo.

"Si lo piensas bien, estás creando una especie de marco simétrico", dice Koster. "Así que cuando caminas por las calles de Washington, una de las cosas especiales es que tienes estas calles muy abiertas y soleadas. Es una escala muy humana".

Una ciudad aparte

El diseño de Washington DC no es lo único que la diferencia de otras ciudades importantes del país. George Washington y los padres fundadores querían un capital bajo control federal, y el hecho de que no dependiera de un estado capaz de influir en su política, tuvo profundas consecuencias para la representación democrática de sus residentes.

Eso todavía resuena hoy. "La mayoría de los estadounidenses no saben que las personas que viven en la capital del país no tienen los mismos derechos que ellos", dice Eleanor Holmes Norton, representante de Washington DC en el Congreso.

Norton explica que, aunque tiene un asiento en el Congreso, no puede votar en el graderío, solo puede votar en la fase de comisiones. La ciudad y el distrito no tienen representación en el Senado de Estados Unidos.

"Aunque estamos empotrados en dos estados, los creadores de la ciudad se aseguraron de que los ciudadanos que todavía vivían en esos estados no perdieran sus derechos de votar en el congreso, para ser iguales en todos los sentidos a otros estadounidenses", explica Norton. "Sin embargo, después de un período de transición de 10 años, cuando en 1801 se convirtió en el Distrito de Columbia, los ciudadanos de Maryland y Virginia se encontraron en una ciudad donde habían perdido sus derechos en el Congreso. ¿Era su intención [de Washington y los redactores de la ciudad] tener una ciudad cuyos ciudadanos no tuvieran los mismos derechos que los demás estadounidenses? Yo diría que no".

Los ajustes legislativos a lo largo de los años le han otorgado algunos poderes al gobierno local, pero Norton cree firmemente que la ciudad y el distrito merecen una representación plena al más alto nivel.

"Es un ultraje contra las personas a las que represento", dice. "Las personas a las que represento son las primeras en pagar los impuestos federales para apoyar al gobierno de Estados Unidos. Y, sin embargo, no tenemos senadores. Yo estoy en la cámara de Representantes. Y sí, tengo voto en la comisión. Pero no en el foro, donde la legislación final debe ser aprobada".

Es irónico que la ciudad construida como la sede del poder en esta nación, de alguna manera deje a sus ciudadanos sin poder.

Abraham Lincoln
El memorial a Abraham Lincoln se encuentra sobre el extremo occidental del National Mall.

Pero Norton no baja los brazos. "Si estuviera en un constante estado de indignación, probablemente no me sumergiría en los detalles de cómo obtener más derechos para las personas que represento", dice. "No busco solo los derechos que tienen los estados. Quiero todo lo que hay entre medio. Hay todo tipo de mecanismos para que mis ciudadanos sean iguales a todos los demás estadounidenses".

Las otras sedes del poder

Puede que los ciudadanos de DC carezcan de poder democrático, pero Washington confiere estatus y se deleita en la manera en que ese estatus otorga y quita poder.

Esta es una ciudad que se nutre de los chismes sobre quién está arriba y quién abajo, el resultado del flujo constante de personas que vienen aquí para hacer leyes y aquellos que cabildean a favor de quienes quieren cambiarlas.

Y aunque puede parecer obvio que la Casa Blanca y el Capitolio son los principales centros de poder, la acción real suele darse, o al menos solía darse en otros lugares: en las mansiones del barrio de Georgetown y en los hoteles del centro, especialmente el Willard.

El hotel Willard presume que el concepto de "cabildeo" o lobbying se originó aquí, en el lobby del hotel, cuando el decimoctavo presidente, Ulysses S Grant, se daba cita en una de las esquinas, bebiendo coñac y fumando cigarros por la noche.

El término "lobbying" en realidad proviene del Reino Unido, pero eso no quiere decir que el Willard no sea una parte esencial del reparto de poder en Washington.

"Estamos en el corazón de la nación, aquí mismo", coincide Jim Hewes, que ha trabajado en el Willard durante 32 años. "Estamos a diez cuadras de la Casa Blanca. Durante más de 200 años, el Hotel Willard y su Round Robin Bar han estado en el centro de la actividad política, económica y social".

El Willard ha recibido a las personas más poderosas de Estados Unidos, reunidas para concretar legislaciones y resolver sus diferencias lejos del fulgor del Capitolio, pero hoy, dice Hewes, las cosas son diferentes.

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"Los políticos no beben como antes", dice. "Hubo un momento en que era un rito de pasaje salir con tu jefe a tomar unas copas. Esos días se han ido". En estos días, dice, es más probable que los turistas y los obsesos de la política pasen a tomar algo en el bar Round Robin.

"Quieren experimentar el sitio. Quieren caminar a la sombra de los gigantes", dice Hewes. "Quieren sentarse y beber como un presidente. Quieren estar donde han escuchado que otros han estado".

Para Sally Quinn, Washington extendió su poder desde las mansiones de Georgetown donde vivían muchos senadores, congresistas y personal del gobierno.

Quinn, otrora escritora del Washington Post y viuda del legendario editor del Post, Ben Bradlee, era una célebre anfitriona de fiestas que reunieron a políticos enfrentados.

"Para ser anfitriona en Washington, tenías que tener nervios de acero", cuenta. "Y el poder de las anfitrionas emanaba de su capacidad para llevar a sus casas a los personajes más poderosos".

Las cosas, sin embargo, han cambiado en los últimos años.

"En los viejos tiempos, eran grupos variopintos... eran republicanos y demócratas y todos trabajaban juntos. Podían discutir y pelear en el Capitolio y luego a las 5 en punto se iban a las oficinas de los demás y bebían un trago. Y eso no sucede ahora".

Quinn dice que el advenimiento de los viajes aéreos masivos significó que los congresistas y sus cónyuges regresaban a sus hogares con más regularidad, con el resultado de que la socialización y esa intermediación del poder en Washington ya no es tan frecuente como antes.

Dicho esto, ella sigue convencida del papel fundamental del barrio de Georgetown. "Estamos viviendo en Georgetown, pero Georgetown es una metáfora de Washington dentro de Washington".

La impresionante mansión que Quinn tiene en ese exclusivo barrio data de 1793, su estatus pesa mucho a pesar de que aquellas épicas fiestas ya son cosa del pasado. "Siento que soy su cuidadora porque es tan histórica", dice. "Y todos los días que bajo las escaleras, no puedo creer que viva en esta casa. Y siento que tengo que encargarme de ella y mantenerla para la siguiente persona que viva aquí porque es una gran parte de nuestra historia ".

Más que una base de poder

Esta sensación de que DC es un hogar y al mismo tiempo una base de poder es compartida por aquellos que viven aquí. Es fácil pasar por alto el hecho de que la ciudad es hogar de 700,000 personas, un lugar con una profunda historia más allá de sus conexiones políticas. Un lugar con un trasfondo multirracial próspero y en crecimiento.

"Es una de las ciudades más antiguas del país, pero siempre fue mi ciudad natal, así como también la capital de Estados Unidos", dice Norton.

Norton es una washingtoniana de tercera generación, la bisnieta de un esclavo que escapó de Virginia. El orgullo que siente por la ciudad y por su herencia es evidente.

Los afroamericanos constituyen más de la mitad de la población de DC, la ciudad misma estuvo el centro del Movimiento por los Derechos Civiles. A diferencia de otras ciudades importantes, no hubo segregación hasta 1913, cuando Woodrow Wilson se convirtió en presidente, esta lamentable situación existió hasta los años cincuenta.

DC es, por supuesto, donde Abraham Lincoln trabajó en la Proclamación de Emancipación, desde su casa de campo a unos 5 kilómetros de la Casa Blanca, a la que viajaba diariamente a caballo en los meses de verano. Y en este pequeño lugar es imposible no sentir la responsabilidad que Lincoln sintió. "Si mi nombre alguna vez entra en la historia será por este acto, y toda mi alma está en él", dijo Lincoln en ese momento. Esta cita se encuentra en la pared del dormitorio de aquella casa y resuena con fuerza hoy.

Si pasas un tiempo aquí te darás cuenta de que los desafíos que Lincoln enfrentó trascienden las décadas. De hecho, la armonía racial es un acorde aún no alcanzado en Estados Unidos.

Una ciudad diferente a cualquier otra

Washington DC es único entre las ciudades estadounidenses: una metrópolis planificada al estilo europeo con un agudo sentido de su vital papel geopolítico. Sin mencionar su atractivo como un destino para los turistas que buscan comprender su posición y su historia.

Es muy fácil desestimar a Washington DC como un lugar parroquiano obsesionado por la política. Sin duda hay ciudades más emocionantes en el país. Pero no hay ningún lugar que realmente muestre las contradicciones inherentes de Estados Unidos como la capital de la nación.

Aquí se ven los derechos frente a las responsabilidades. Las obligaciones frente a las demandas y ser el súper poder del mundo. En este gran mundo, DC es una visita obligada.

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