Los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams despegaron a principios de junio a bordo de la Starliner y desde entonces se encuentran en la EEI, donde su nave espacial ha permanecido acoplada.
En principio, la nave debía traerlos de vuelta a la Tierra ocho días después, pero los problemas detectados en su sistema de propulsión llevaron a la NASA a poner en duda su fiabilidad y a plantearse una solución de emergencia: traer a los astronautas en una misión de SpaceX en febrero.
Desde hace semanas, los equipos de Boeing y de la NASA realizan pruebas para comprender mejor la causa de los problemas detectados en vuelo, en particular con los propulsores de la nave.
La principal preocupación es que Starliner no sea capaz de alcanzar el empuje necesario para salir de órbita e iniciar su descenso a la Tierra. Tras la decisión de la NASA, la nave regresará vacía.
En su lugar, una misión regular de SpaceX, denominada Crew-9, despegará a finales de septiembre, pero con sólo dos astronautas a bordo en lugar de cuatro y permanecerá acoplada a la EEI hasta su regreso previsto a la Tierra en febrero. Entonces traería de vuelta a los dos náufragos de Boeing además de los dos astronautas de Crew-9.
Con este caso, la imagen de Boeing sufre un fuerte golpe cuando ya se encuentra en plena crisis por averías en sus aviones. Hace diez años, la NASA encargó una nueva nave espacial a Boeing y otra a SpaceX para transportar a sus astronautas a la EEI. Con dos vehículos siempre tendría una solución en caso de problemas con uno u otro, pero la empresa del magnate Elon Musk se impuso sobre Boeing y ha sido el único taxi espacial estadounidense en los últimos cuatro años.
Este primer vuelo tripulado de Starliner, que llegó con años de retraso, iba a ser la prueba final antes de iniciar sus operaciones regulares.