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Trump cambia críticas por cumplidos en visita a China

El presidente de EU fue recibido por el presidente chino, Xi Jinping, a quien colmó de elogios pese a haber criticado duramente las políticas comerciales chinas en su campaña.
vie 10 noviembre 2017 06:04 AM
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Xi Jinping y Donald Trump Los elogios del estadounidense no se limitaron a los comentarios en la ceremonia de firma de los 250,000 millones de dólares en acuerdos comerciales entre EU y China. (Foto: JONATHAN ERNST/REUTERS)

Afuera del Gran Salón del Pueblo este jueves, el presidente estadounidense Donald Trump observó con un inconfundible aire de satisfacción cómo las tropas chinas marchaban con las piernas rígidas en su honor y un saludo de ocho cañones precediendo a su desfile.

Esa fue solo la más reciente muestra del elaborado espectáculo ofrecido por sus anfitriones chinos y dentro del enorme edificio del Estado. Dos horas más tarde, la gran muestra de adulación parecía dar sus frutos.

En lugar de azotar a China por las prácticas comerciales que alguna vez comparó con la violación y el robo, Trump elogió al país y a su poderoso líder, Xi Jinping, por explotar astutamente a Estados Unidos para beneficiar a sus propios ciudadanos... y dañar a los trabajadores estadounidenses.

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“¿Quién puede culpar a un país por ser capaz de aprovecharse de otra nación para el beneficio de sus ciudadanos?”, dijo Trump, mientras Xi observaba desde unos pocos metros de distancia. Una risa nerviosa recorrió la multitud de ejecutivos de negocios chinos y estadounidenses, cuyas empresas están firmando nuevos acuerdos en el país, en un espectáculo destinado a demostrar la destreza para negociar de Trump.

“Le doy a China un gran crédito”, agregó. “En realidad, culpo a los gobiernos anteriores por permitir que este déficit comercial tuviera lugar y creciera”.

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Fue una muestra notable de cortesía hacia Xi, quien el mes pasado emergió del Congreso del Partido Comunista como el líder chino más poderoso en una generación. Y aunque los funcionarios de Estados Unidos minimizaron la importancia del comentario, aun así puso de manifiesto hasta qué punto Trump está priorizando su química personal con sus contrapartes mientras busca avanzar en una agenda para aislar a Corea del Norte y negociar nuevos acuerdos comerciales.

Los elogios de Trump para su homólogo chino no se limitaron a los comentarios en la ceremonia de firma de los 250,000 millones de dólares en acuerdos comerciales entre Estados Unidos y China. En la cima de una reunión bilateral, los elogios abundaron en la boca de Trump mientras expresaba su gratitud por la alfombra de bienvenida que Xi la había puesto.

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Tuvieron una cena “absolutamente fantástica”. Fue un “muy, muy gran honor” estar juntos. La exhibición militar fue “magnífica”. ¿Y su relación? “Una genialidad”.

Trump no evitó señalar las “prácticas comerciales desleales” de China y su “robo de propiedad intelectual”, pero su conclusión de que el desequilibrio en la relación comercial chino-estadounidense era culpa de sus predecesores ignoró el papel del sistema de empresas chinas dirigidas por el estado y de las políticas que limitan el acceso a los mercados.

Ironía

Las discusiones de Trump con Xi no dieron señales inmediatas de que se acerquen los cambios estructurales necesarios para reequilibrar la relación comercial.

“Hubo un poco de ironía en esa caracterización, pero también había mucha verdad en ella”, dijo el Secretario de Estado, Rex Tillerson, al explicar la observación de Trump. “Creo que en lo que el presidente estaba reflexionando es, mira, estamos donde estamos porque los gobiernos anteriores, ya sea por negligencia benigna —que es mi propia descripción de la misma—, o por cualquier motivo permitieron que esto sucediera”.

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La absolución de Trump de la responsabilidad china en asuntos comerciales, un día después del aniversario de su elección, fue una asombrosa declaración del hombre que denigró a China en todo momento durante su campaña presidencial, acusando al país de haber “violado” a Estados Unidos y señalándolo como un “enemigo económico”.

Trump ha tenido pocas posturas consistentes en asuntos de política durante sus décadas de coqueteo con una carrera presidencial, pero su postura sobre China ha sido durante mucho tiempo una notable excepción.

Su visión de larga data de que China era un monstruo de la economía se convirtió en una parte central de su plataforma de campaña 'Make America Great Again', que prometía un renacimiento de la mano de obra estadounidense.

“No podemos seguir permitiendo que China viole a nuestro país y eso es lo que están haciendo. Es el mayor robo en la historia del mundo”, dijo Trump a una multitud en la campaña de mayo de 2016.

Pero las duras críticas de Trump a China a menudo también estaban mezcladas con una dosis similar de críticas para los funcionarios estadounidenses, a quienes acusó de ser superados por los negociadores chinos.

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“Puedes ganar contra China si eres inteligente. Pero nuestra gente no tiene ni idea. Le damos cenas de estado a los líderes de China. Dije: '¿Por qué están haciendo cenas de estado para ellos? Nos están desgarrando por todos lados. Simplemente llévenselos a McDonald's y regresen a la mesa de negociaciones'", dijo Trump a una multitud el primer verano de su campaña presidencial.

Si bien Trump adoptó públicamente un enfoque más conciliatorio con China, a varios miles de kilómetros de distancia en Michigan, su ex jefe de estrategia, Steve Bannon, retomó la carga de las críticas pasadas de Trump, advirtiendo que el país es una “dictadura que nos ve como un enemigo a ser derrotado”.

Con ese telón de fondo, no está claro cómo el acercamiento más medido de Trump a su antiguo villano de campaña será tomado entre su base de seguidores, incluidos los votantes obreros en Michigan que cuentan con que Trump adopte una línea dura contra China, y que todavía están escuchando a Bannon.

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La fórmula de Trump

Hasta ahora, parece que la fórmula de Trump para ganar contra China equivale a elogios excesivos y, al menos públicamente, a absolver de culpa a China por su papel en la elaboración de políticas que han perjudicado a Estados Unidos.

Trump también evitó poner a su anfitrión en una posición incómoda, sin hacer ninguna de las demandas que sus tres predecesores anteriores hicieron para que Xi aceptara las preguntas de periodistas independientes junto a él.

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Al recorrer Asia esta semana por primera vez, Trump ha encontrado muchos líderes dispuestos a satisfacer sus ansias de elogio. Enfrentado a vientos políticos en contra en su país —incluidos los bajos índices de aprobación, una investigación sobre los vínculos de su campaña con Rusia y una derrota contundente esta semana para los republicanos en las elecciones estatales—, Trump se ha deleitado con la tarea de hacer nuevos amigos.

En Tokio, Trump fue recibido con gorras personalizadas ordenadas por el primer ministro Shinzo Abe que decían: “Donald and Shinzo: Make Alliance Even Greater” (“Donald y Shinzo: Haciendo la alianza aún mejor”. Los dos hombres los firmaron con marcadores mientras los periodistas observaban.

Dos días más tarde, en Seúl, el eslogan de campaña del presidente volvió a aparecer.

“La victoria electoral del presidente Trump hace un año ya está haciendo que Estados Unidos vuelva a ser grande”, anunció el presidente Moon Jae-in en un brindis antes de una cena de estado.

Desde Riad hasta París y Pekín, los líderes mundiales han vuelto sistemáticamente al Capítulo 1 del libro de texto de Trump mientras se preparan para la visita de Trump: los halagos te llevarán lejos.

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Ya sea que esté siendo agasajado por bailarines empuñando espadas o revisando filas de tropas francesas, Trump ha disfrutado de las bienvenidas formales de estado y la importancia que le confieren cuando se dirige a bordo del Air Force One a las capitales globales.

Incluso antes de que Trump asumiera el cargo, su expectativa de una recepción presidencial resultó ser implacable. Cuando al presidente Barack Obama se le negó usar escalinatas alfombradas para descender del Air Force One al inicio de las conversaciones del G20 el año pasado en Hangzhou, China, Trump declaró en una reunión de campaña que tal indignidad no ocurriría bajo su gobierno.

“Si ese fuera yo”, dijo Trump, “diría: '¿Saben qué, amigos? Te respeto mucho, cerremos las puertas, salgamos de aquí'”.

Cuando Trump llegó a Pekín el miércoles, las escaleras estaban allí.

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