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Los 'dreamers' mexicanos el reto de quedarse en EU o retornar a México

Los jóvenes que nacieron en México, pero crecieron en EU están en la incertidumbre de lo que pasará a partir del 20 de enero, cuando Donald Trump tome posesión.
mar 17 enero 2017 10:34 AM
Dreamers mexicanos
Dreamers mexicanos Actualmente, casi 600,000 jóvenes mexicanos están amparados por las acciones ejecutivas decretadas por el presidente Barack Obama. (Foto: Alex Wong/Getty Images)

La mañana del 9 de noviembre pasado, María Sica, de 23 años, despertó con la noticia de que Donald Trump sería el próximo presidente de Estados Unidos. La estudiante de criminología y miembro de la Policía de Nueva York no lo podía creer. La noche anterior se había ido a dormir sin conocer los resultados de la elección y sin pensar que su vida podría dar un giro drástico.

“Me levanté y la casa se sentía como triste. Entonces mi hermanito –que nació en EU– se levanta y dice: ‘papá ¿entonces qué va a pasar con mis hermanitas? ¿entonces ellas se van a ir?’”, dice la joven que cruzó la frontera norte, con sus papás y una hermana, cuando tenía 7 años de edad.

Ella es uno de los casi 600,000 jóvenes que nacieron en México, pero crecieron en Estados Unidos y que gracias a la Consideración de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), un programa para migrantes que inició en la administración de Barack Obama en 2012, pudo seguir estudiando y conseguir un buen empleo.

Antes de terminar la high school (el equivalente a bachillerato en México), el único camino para María era trabajar en restaurantes o otros lugares donde pagaran en efectivo como hacen todos los demás migrantes en Estados Unidos, que viven bajo las sombras por no contar con la documentación para poder vivir de manera legal. Pero cuando se aprobó DACA, tuvo una estela de esperanza para perseguir su sueño.

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Ahora, con la posibilidad de que esta acción termine por órdenes de quien en tres días será el nuevo presidente, la incertidumbre y el miedo regresó a su vida, al igual que a todos los dreamers, como se les llamó a los jóvenes que pudieron continuar sus estudios, sacar su licencia de manejo y sentirse un poco más seguros en lo que llaman su hogar.

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“Para mí, tener mis papeles de DACA me ayuda a salir un poquito a la luz”, dice Eduardo Juárez, un paramédico de Nueva York, que arribó al país norteamericano cuando tenía 12 años.

Él cruzó la frontera por el desierto de Arizona. En el camino vio cómo agentes migratorios detuvieron a su familia y continuó su camino con dos desconocidos. Su motivación era lograr lo que sus padres querían. Después de dos días y medio llegó a su destino y tres semanas después se pudo reencontrar con sus papás que había perdido en el trayecto.

La condición para entrar a DACA era que hubieran llegado antes de cumplir 16 años y tuvieran menos de 31 años al 15 de junio de 2012. Además de no contar con antecedentes penales y documentos que acreditaran los estudios que habían cursado. El costo aproximado de los trámites era de 455 dólares.

De acuerdo con datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) más de un millón de jóvenes entregaron sus papeles entre 2012 y 2015, de éstos más de 700,000 recibieron el beneficio. Alrededor del 80% de ellos, era de origen mexicano.

“Lo que tenemos los dreamers es que somos estudiantes, que llegamos desde muy pequeños y que simplemente hemos trabajado y hemos querido hacer mejores cosas para nosotros y para nuestras familias”, dice Eduardo, quien nació en uno de los municipios más conflictivos y con altos niveles de criminalidad del Estado de México: Nezahualcóyotl.

Ve: ¿Los 'dreamers' en Estados Unidos sobrevirán a la era Trump?

Incertidumbre
Ante el arribo a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump y el posible endurecimiento de la política migratoria, los jóvenes mexicanos amparados por el DACA, han comenzado a visitar México para explorar oportunidades.

¿Empezar desde cero?

En estos momento los jóvenes dreamers se encuentran en la incertidumbre de lo que pueda pasar a partir del 20 de enero, cuando Donald Trump tome posesión como presidente. La mayoría teme perder lo que a base de esfuerzo y dedicación ha conseguido y piensa quedarse a luchar por sus derechos; sin embargo, ante la posibilidad de deportación algunos han comenzado a buscar otras opciones como regresar a México y empezar de nuevo.

“En los días siguientes (al 8 de noviembre) el miedo (que sintió cuando supo que había ganado Trump) se convirtió en una razón para pelear. Vi mucha unidad, actualmente hay protestas, hay mucha unidad, hay ese espíritu de revolución”, dice Mauro Trejo, un estudiante de 23 años que quiere demostrar que el inmigrante mexicano tiene capacidad para hacer grandes cosas.

Aunque el oriundo de la Ciudad de México piensa luchar por todo lo que ha logrado, ahora está en su cabeza el Plan B, es decir regresar al país, después de 12 años de vivir en Estados Unidos.

“Yo nunca considere un plan b, mi idea siempre fue de yo me quedo aquí (en EU). Vamos a pelear, vamos a mover, a demandar, pero yo me quedo aquí, decía. Después, a mi mente llegó la deportación (…) y verla de una manera positiva, como una oportunidad”, afirmó después de una conferencia en el Colegio de México, en el sur de la capital mexicana, a la que vino junto con otros 50 dreamers.

Mauro cree que la idea de eliminar DACA es “absurda” porque el no invertir en el inmigrante mexicano, el cortar el programa para estos jóvenes que apoyan a la economía estadounidense es contribuir en el mismo círculo vicioso que los obligó a salir de sus países, sin embargo después de su visita al país consideraría empezar de nuevo en México.

“Siempre pensamos en el lado negativo, pero también hay que ver el lado positivo. Nosotros somos biculturales, bilingües, tenemos las herramientas suficientes para ser exitosos aquí (en México)”, comenta al explicar que buscará ayuda del gobierno local de su estado, Nueva York, para crear ese vínculo entre las universidades y apoyar a los jóvenes que retornen a que les hagan válidos sus estudios.

Los migrantes no somos malos

Pero no todos tienen la visión tan positiva de Mauro. Para Erick Mondragón, estudiante en la Universidad de Texas el dejar la ciudad en la que vivió no está en sus planes. Para él, Austin es el único hogar que conoce.

“(Quiero) seguir viviendo mi vida y seguir demostrándole a las personas que no tengan miedo, que los migrantes no somos personas malas”, comenta al recordar que sus padres se lo llevaron a Estados Unidos, cuando él tenía 5 años, porque buscaban mejores oportunidades para su familia.

Sus papás llegaron con nada y poco a poco abrieron sus propios negocios. Su padre, quien era estudiante de Administración en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tiene un local de pintura de autos, y su mamá, quien trabajaba en el Tribunal Agrario, se dedicó a limpiar casas hasta que consiguió administrar su propia empresa en este sector.

Erick espera que no sea en vano todo lo que han hecho sus padres y que las autoridades de Estados Unidos se enfoquen en ayudar a la comunidad, en lugar de criminalizar a los migrantes. Dice que tiene la suerte de vivir en una ciudad “santuario”, pero que ante la forma de pensar del nuevo presidente y de los legisladores republicanos no sabe qué pueda pasar.

“(Santuario) es un término que ahora en Texas, con todos los legisladores republicanos, es visto como si fuera un target, un punto blanco que le pueden disparar. Dicen: ‘ahí es un lugar santuario, vamos a quitarles los beneficios’”, señala al explicar que universidades del estado hicieron una petición para convertir la ciudad en santuario, pero que el gobernador Greg Abbott las amenazó con cortarles recursos si lo hacían.

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'Ni de allá ni de aquí'

Por su parte, Stephanie Campos, nacida en el Estado de México, asegura que el sentimiento que tienen todos es de incertidumbre y miedo, pero que hasta que no sepan qué es lo que realmente va a hacer el presidente de Estados Unidos e incluso después, harán todo lo posible para que estén mejor.

“Todos vamos a tratar de hacer algo para que estemos mejor y pase lo que pase estar juntos y luchemos juntos”, afirma al hacer un llamado a las autoridades estadounidense para que vean que los dreamers no decidieron irse por su cuenta, sino que sus padres fueron los que se los llevaron y que no están haciendo nada malo.

“Ojalá nos puedan dar algo mejor para no vivir en el miedo de ser deportados en cualquier momento. Porque allá no nos sentimos como que somos de allá y tampoco nos sentimos como que somos de aquí”, dice la joven que se fue desde los 9 años a Estados Unidos.

Para ella es importante seguir apoyando a la comunidad y empezar a hacer cosas para demostrar su papel como jóvenes con grandes capacidades para lograr cambios en la sociedad.

“¡Pónganse las pilas! Hay cosas que se tienen que hacer y no pueden estar con los ojos cerrados, la migración es algo que pasa. Empiecen a mover cosas por leyes para que si nos deportan nos reciban con los brazos abiertos”, pide Stephanie tanto a las autoridades en Estados Unidos, como a las de México, ante el futuro incierto.

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