OPINIÓN: Un panorama gris para las políticas sociales en 2017
Nota del editor: Rodolfo de la Torre es director del Programa de Desarrollo Social con Equidad del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) y profesor afiliado del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Maestro en Economía por la Universidad de Oxford, ha sido Coordinador de la Oficina de Investigación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y miembro del Comité Técnico de Medición de la Pobreza, que antecedió al Coneval. @equidistar . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) — El futuro inmediato de la política social luce gris y llevado por la inercia. Sin embargo, hay amenazas en el horizonte que podrían sumirla en la oscuridad y conducirla a retrocesos. De esta forma, simplemente evitando se materialicen sus más graves problemas, la política social luciría, por contraste, brillante y dinámica.
La política social luce gris al haber quedado atrás la etapa de reformas e innovaciones de gran alcance con resultados muy desiguales. La política en materia de salud ha quedado con muchas deudas, la de educación ha sido la de mayores avances y la de combate a la pobreza se ha quedado a medio camino.
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En materia de salud quedó trunca la promesa de alcanzar una cobertura universal de los servicios, se mantuvieron las brechas en la atención entre los trabajadores del sector formal y los del informal, y nunca llegó a anunciarse la reforma que diera portabilidad a los derechos de atención médica de una institución pública a otra.
En contraste, la reforma educativa avanzó notablemente en el planteamiento de un sistema de gestión escolar basado en la evaluación de alumnos y docentes y al proponer un nuevo esquema pedagógico. Ciertamente, su implementación ha sido ardua, pero el camino a seguir está relativamente bien delimitado.
Por su parte, la política de combate a la pobreza introdujo nuevos esfuerzos por focalizar sus acciones en la pobreza más extrema, concretamente en el hambre, y planteó incorporar la promoción de la productividad y el empleo de las personas pobres. Desafortunadamente, este impulso no tuvo la continuidad requerida.
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La labor reformadora debería continuar, pues quedan pendientes aspectos fundamentales de la política social. Aún está por construirse un verdadero sistema de protección social universal, la participación social en el sistema escolar debe fortalecerse, y no se tiene todavía un padrón único de beneficiarios, por ejemplo.
Sin embargo, el ánimo reformador parece estarse haciendo a un lado y los esfuerzos se están concentrando en administrar lo que no se pudo cambiar o lo poco que fue modificado. Un ejemplo ilustrativo es lo ocurrido con la Cruzada contra el Hambre y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
La Cruzada focalizó los esfuerzos del combate a la pobreza en los municipios de pobreza extrema con los mayores problemas de alimentación. Algunas de las acciones específicamente centradas en estos últimos fueron los comedores comunitarios y la promoción de huertos familiares.
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Las políticas de atención al hambre tuvieron un enfoque que parcialmente abordó las actividades productivas. Otras acciones emprendidas por la Sedesol, particularmente ligadas al programa PROSPERA, directamente las atendieron y también se ocuparon de la promoción del empleo dentro de la población pobre.
A estas innovaciones naturalmente les habría correspondido la construcción de un padrón único de beneficiarios como herramienta para fortalecer la atención de aquellos con mayores carencias de alimentación, evitando que hubiera duplicidades en acciones o poblaciones elegibles no atendidas.
Un padrón único de beneficiarios, como puerta de entrada para todos los recursos públicos focalizados en la pobreza, también podría haber ayudado a corregir los sesgos contra los pobres que usualmente presentan los programas productivos o de promoción al empleo, que dependen generalmente de otras secretarías.
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Desafortunadamente, la Sedesol, escogió crear la “cartilla social” en vez del padrón único de beneficiarios. Esta cartilla informa a los receptores de gasto social los montos por ellos recibidos, cuando lo necesario es informar a los programas sociales o productivos lo bien o mal focalizados que se encuentran.
Desde hace meses, no hay muestras en la Sedesol de que se quiera retomar el camino de un padrón único de beneficiarios, y sí la señal de que se quieren aprovechar los rudimentos de innovación de la Cruzada y PROSPERA para mostrar resultados rápidos, aunque no necesariamente sólidos.
Esta situación opacaría lo avanzado por la política de combate a la pobreza, pero no sería particularmente catastrófica. En cambio, orientar la cartilla social a la manipulación de las cifras de pobreza y al uso electoral de los programas sociales sí sería un enorme retroceso en la política social.
nullEste retroceso es particularmente factible cuando se nombra como titular de la Sedesol a un autodeclarado operador político. Sin embargo, todavía hay tiempo para que nos sorprendan con un acto de apertura que transparente la cartilla social y se retorne a la construcción de un padrón único de beneficiarios.
No sólo eso, aún es posible se promuevan las reformas en salud que el gobierno federal ha venido insinuando durante largo tiempo y que no terminan por materializarse. También es factible que las aspiraciones presidenciales del secretario de educación no comprometan la consolidación de la reforma educativa.
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Pero si los cambios no ocurrieran, la gris política social sería preferible a una promotora de votos para una dudosa candidatura presidencial ante la complacencia de funcionarios que aún no entregan resultados. En contraste a esta situación, el gris sería realmente luminoso.