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OPINIÓN: ¿El Congreso de EU cumplirá el sueño de Rusia de dividir a Occidente?

De aprobar más sanciones a Rusia, legisladores estadounidenses darían al Kremlin lo que esperaba desde que comenzó la crisis de Crimea: abrir una brecha entre Europa y EU, asegura Richard Connolly.
vie 28 julio 2017 07:05 AM
Trump Putin
Encuentro En el marco del G20, Vladimir Putin y Donald Trump sostuvieron una reunión bilateral formal durante dos horas el pasado 7 de julio. (Foto: CARLOS BARRIA/REUTERS)

Nota del editor: Richard Connolly es investigador del programa Rusia y Eurasia de Chatham House, un grupo de expertos en asuntos exteriores con sede en Londres. Las opiniones en este artículo pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – Desde la anexión de Crimea en marzo de 2014 y la posterior participación de Rusia en el conflicto en el este de Ucrania, las potencias occidentales - lideradas por Estados Unidos y la Unión Europea - se han mostrado muy firmes en mantener un frente unido en el espinoso asunto de lidiar con Rusia.

Esto fue especialmente evidente en el uso que hizo Occidente de la diplomacia económica como la principal herramienta para presionar a Rusia para que cambiara su política referente a Ucrania.

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El régimen de sanciones que gradualmente entró en vigor estaba dirigido a sectores estratégicos de la economía rusa, incluyendo la energía, la defensa y las finanzas. Pero además de golpear a las empresas rusas, las firmas occidentales también sufrieron.

Los gigantes estadounidenses y europeos de la manufactura y la energía perdieron mucho dinero. Se detuvo la venta de buques de guerra franceses y maquinaria alemana. Se pospusieron inversiones por valor de miles de millones de dólares de gigantes del sector energético como ExxonMobil, Total y Shell. Las empresas de países con estrechos vínculos comerciales con Rusia -como Italia, Hungría y Bulgaria- se vieron especialmente afectadas.

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Pero el considerable costo económico pagado por las firmas occidentales hizo que la cohesión política sobre las sanciones, que se mantiene intacta, sea aún más impresionante. A pesar del impacto económico, la ganancia política de mantener un frente unificado se consideró más importante. La clave de esta cohesión fue un claro esfuerzo de coordinación entre Washington y Bruselas.

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Pero esta unidad pronto podría llegar a su fin.

El Congreso de Estados Unidos - en su afán de que lo vean actuar en relación con la presunta interferencia rusa en las elecciones estadounidenses, y en su afán de castigar a Rusia por sus actividades en Siria y más allá - está haciendo algo que la propia Rusia no ha podido hacerle a Occidente desde marzo de 2014.

Al aprobar una nueva ronda de sanciones que ampliará las que ya existen contra Rusia, los legisladores estadounidenses podrían darle involuntariamente al Kremlin algo que éste esperaba que ocurriera desde que comenzó la crisis de Crimea: abrir una brecha entre Europa y Estados Unidos, dividirlas.

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Funcionarios de varios países europeos influyentes sienten que esta última ronda de sanciones ha rebasado su zona de confort. En lugar de usar las sanciones para presionar a Rusia para que reduzca su injerencia en Ucrania, Estados Unidos ahora está tratando de usarlas como el principal instrumento para expresar su descontento con todos los aspectos de la política interior y exterior de Rusia. Algunos funcionarios de la Unión Europea ven esto como un instrumento demasiado burdo y basto.

Lejos de ser selectivas y quirúrgicas -como fueron inicialmente concebidas en 2014- estas sanciones tienen un gran alcance, van dirigidas contra empresas mineras y ferroviarias, así como proyectos energéticos rusos fuera de sus propias fronteras.

Las sanciones propuestas son también vastas en sus objetivos: en el mismo proyecto de ley, los legisladores estadounidenses tratan de influir en la transferencia de armas a Siria, en la venta de energía rusa y en cómo se realiza la privatización de las empresas estatales rusas.

nullTal vez a Washington le parezca conveniente atajar la corrupción y la política exterior rusa con el mismo instrumento legislativo, pero algunas voces influyentes en países europeos clave - especialmente Alemania - ven el nuevo proyecto de ley como una burda maniobra para atribuirse más poder económico.

Por ejemplo, algunos funcionarios europeos consideran que la intención de frustrar el gasoducto Nord Stream 2 en realidad tiene como propósito sustituir el gas barato ruso por el gas natural licuado estadounidense más caro.

Esto no sólo perjudicaría las existentes relaciones en materia de gas entre Rusia y países europeos como Austria, Alemania e Italia, sino que también ocasionaría que las empresas industriales europeas paguen un precio más alto por la energía que sus competidores estadounidenses. Funcionarios de la Unión Europea ya están sugiriendo represalias contra Estados Unidos si sus intereses se ven amenazados.

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El sentir de Moscú, a pesar de la estridente reacción de legisladores y autoridades rusas de política exterior, seguramente será templado. Aunque las sanciones impuestas en 2014 causaron cierto trastorno en la economía rusa, el costo total fue modesto y Rusia se adaptó a la nueva realidad económica.

Las nuevas sanciones propuestas, si se aplican en su forma actual, causarán más trastornos. Pero Rusia estará dispuesta a pagar ese precio si, a cambio, ve cómo se produce la primera división transatlántica real desde 2014. El fin de la cohesión compensa de sobra el impacto de las nuevas sanciones.

En el conflicto geopolítico entre Rusia y Occidente, esta sería seguramente la consecuencia más significativa de las acciones del Congreso estadounidense.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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