OPINIÓN: TLCAN, la tormenta perfecta que se avecina
Nota del editor: Marco A. Morales es Investigador Afiliado al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Su cuenta de Twitter es @marco_morales . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(Expansión) — Se cumple un año de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Desde entonces, México ha existido principalmente en la retórica de Trump en dos temas: la reforma migratoria, vinculada con la construcción del muro fronterizo para prevenir que “violadores y criminales” entren a Estados Unidos, y el TLCAN, descrito como el “peor acuerdo comercial firmado por Estados Unidos”.
De una relación de bajo perfil relativamente cercana y de colaboración, pasamos a una relación sumamente incierta y de alto perfil. Con un Departamento de Estado en desmantelamiento, y con la gran mayoría de posiciones de alto nivel en el gobierno aún vacantes, la desdibujada relación con México se ha conducido principalmente a través de las visitas furtivas del canciller Videgaray a las oficinas de Jared Kuchner.
En los últimos meses, un canal adicional se ha “normalizado” para la renegociación trilateral del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Como toda negociación, se ha conducido casi en secreto, donde tan importante resulta lo que se dice como lo que no se dice.
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Para entender sus alcances e implicaciones, es necesario armar un rompecabezas más amplio que tome en cuenta el contexto en que se desenvuelve. El diagnóstico es menos que positivo: los elementos se alinean para crear una tormenta perfecta que podría culminar en la disolución del TLCAN. Las condiciones políticas de tres actores centrales en este proceso nos dan elementos suficientes para sustentar esta posibilidad.
Primero, la administración Trump. Después de diez meses, sigue sin quedar claro qué espera obtener el gobierno estadounidense de la renegociación del TLCAN. Hay pocos temas en la mesa con acuerdos trilaterales, aunque hay muchísimos más temas con amplios desacuerdos entre los tres países. La situación se agravó en el último mes, cuando la retórica incendiaria de la Casa Blanca finalmente se materializó en propuestas llevadas a la mesa de negociación que resultaron non-starters para el equipo negociador mexicano.
Es decir, el tema en la mesa ya no es aumentar o reducir aranceles, sino reducir el déficit estadounidense. Propuestas de este estilo son ortogonales al espíritu del acuerdo y abren dimensiones completamente distintas en la negociación que splo pueden resolverse por capitulación.
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nullPara la comentocracia, se trata solamente de una táctica para extraer mayores concesiones de la negociación, como presumiblemente es la conducta habitual de Trump. Este supuesto tendría sentido si las posiciones actuales no estuvieran envenenando la posibilidad de tener acuerdos deseables para los tres países.
La pregunta necesaria: ¿por qué un presidente que ha logrado concretar muy pocas promesas de campaña arriesgaría retrasar una más? Si el objetivo no es renegociar el TLCAN, sino terminarlo –y con eso presentar un logro a su base más recalcitrante-, presentar non-starters sería la manera de hacerlo. No podemos descartar, pues, que sea ese es el objetivo político del presidente Trump, calculando que eso le ayudará a motivar a su base de votantes.
Segundo, el Congreso estadounidense. Tradicionalmente, el Congreso ha servido como un contrapeso efectivo al presidente en turno. En este tema, sin embargo, el Congreso está coyunturalmente maniatado.
Por un lado, tenemos a los demócratas en el Congreso. Históricamente –y posiblemente con mucha razón– se han opuesto al TLCAN porque no incluye protecciones laborales y ambientales suficientes. Un presidente que busca renegociar el tratado les entrega la justificación perfecta para mantener su oposición e inclusive respaldar que se termine el acuerdo.
Esta posición se vuelve inflexible por la elección en puerta. Dos tercios de 33 asientos en juego en el Senado en 2018 están en manos de demócratas. Ningún incentivo, pues, tienen los demócratas para respaldar el TLCAN, especialmente cuando se trata de un tema que los votantes pro-Trump apreciarían.
Los republicanos en el Congreso, históricamente han respaldado el libre comercio. Sin embargo, la amenaza del bullying público del presidente y sus efectos en las urnas son el mejor incentivo para asegurar que los candidatos republicanos no se opongan a las posiciones del mandatario en este tema.
Para complicar más las cosas, la Autoridad de Negociación Comercial (TPA, por sus siglas en inglés) vence en junio de 2018. Este poder permite al Ejecutivo negociar acuerdos y someterlos al Congreso para su exclusiva aprobación y rechazo en paquete. Con el rechazo conjunto de demócratas y republicanos al TLCAN en su forma actual, el TPA se renovaría solamente si hay garantías de cambios sustanciales y de fondo en el tratado. Luego de cuatro rondas, este escenario no parece el más probable.
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Tercero, la posición mexicana. A diferencia del cierre del año pasado, cuando economistas y exnegociadores comerciales coincidían en que México perdía más con la incertidumbre de entrar a una negociación con un presidente Trump y llamaban abiertamente a abandonar unilateralmente el TLCAN, el gobierno mexicano prefirió sentarse a negociar.
Sin embargo, las declaraciones oficiales de los negociadores mexicanos al final de la cuarta ronda en Washington, subrayaron la falta de acuerdos básicos que permitan avanzar en la negociación. También evidencian que México no tiene una intención inmediata de salirse del tratado. Si se disuelve, será por una decisión estadounidense, no mexicana.
Este laissez passer mexicano, al menos, no le entregaría a Trump un “triunfo” que encarecidamente necesita de cara a las elecciones intermedias: terminar con el “peor acuerdo comercial negociado por Estados Unidos”. Sin embargo, este laissez passer se vuelve la posición permanente en los siguientes meses por la elección presidencial en puerta. A menos que haya un acuerdo con el presidente entrante –que no conoceremos hasta julio de 2018– los negociadores mexicanos tienen cada vez menos mandato y margen de negociación de aquí al final de la administración Peña Nieto.
En suma, la alineación de estas condiciones podría generar una tormenta perfecta que elimine el TLCAN con las implicaciones comerciales, económicas, sociales y políticas conocidas. En este escenario, la salida unilateral de Estados Unidos del TLCAN es posiblemente la opción con mayores beneficios políticos para Donald Trump de cara a la elección intermedia.
Esto sucedería sin contraposición del Congreso estadounidense que carece de incentivos para oponerse. Ante esto, un gobierno mexicano en pausa y sin mandato hasta que pasen las elecciones presidenciales de 2018 se retiraría a ver el cambio pasar.
Endeble e incierta, así está la relación bilateral entre México y Estados Unidos desde 2017.
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