Cuba, ¿paraíso para las startups? No todavía (a menos que seas Airbnb)
En las oficinas de Airbnb en San Francisco hay dos diseños junto a las escaleras que llaman la atención.
Ambos juegan con tres colores: blanco, rojo y azul, pero no se trata de un movimiento patriótico de la compañía estadounidense, sino de un homenaje a Cuba, el país número 191 en unirse a la red de hospedajes en línea, y uno de los más exitosos.
En el último año, el crecimiento de alojamientos en Cuba ha aumentado en un 1,406%. De un puñado de habitaciones en abril de 2015, actualmente cuentan con más de 5,000.
Mientras los gobiernos de Estados Unidos y Cuba trabajaban en limar más de medio siglo de asperezas, el interés de los turistas sobre la isla, también conocida como La perla del Caribe, fue creciendo gradualmente.
“Para nosotros, el país de más rápido crecimiento en el mundo es Cuba”, cuenta Brian Chesky, cofundador de Airbnb en una mesa redonda. “Hemos estado trabajando con el gobierno desde hace algunos meses, para asegurarnos de que lo que hacemos funcione con la comunidad”.
El sistema ya se utilizaba en la isla, aunque con menor organización; por lo que no fue extraño adherirse a una plataforma en línea que otorgara mayor exposición en el mundo entero en un momento en el que el turismo está teniendo un crecimiento exponencial.
Tan solo en los primeros cuatro meses del 2016, más de 570,000 extranjeros han visitado La Habana, de acuerdo con datos del Ministerio de Turismo. Esto significa un aumento de más de 35% respecto al 2015.
¿Podrán tener éxito otras empresas tecnológicas?
“Básicamente, Airbnb se explota desde el exterior de la isla y su éxito para el mercado doméstico es producto del desarrollo del sector turístico de tantos años”, considera la economista cubana, Lisbet Echevarría.
En la isla gobernada por los hermanos Castro, el acceso a Internet es, por ponerlo amablemente, complicado. Un porcentaje mínimo de hogares cuenta con conexión y el WiFi es aún un lujo para la mayoría de la población, por lo que los cubanos de a pie difícilmente tendrían acceso a una plataforma como Uber, Spotify o Netflix.
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“Me parece que sería atrevido considerar un despunte de estos negocios emergentes por el momento, tomando en cuenta el incipiente uso de las plataformas tecnológicas”, explica Echevarría. “En otras ramas no veo claramente un beneficio para las startups mientras no sean prioridad para el Estado cubano”.
En la isla circula un producto conocido como ‘el paquete’, una suerte de Netflix artesanal en el que el contenido se mueve en USB o CD y le permite a la población acceder a series de TV, películas, documentales, o videos musicales. Este se vende en el mercado negro y tiene un costo de aproximadamente un dólar a la semana.
“Este es un típico modelo de la creatividad generada para atender la demanda real de la población. La demanda interna se concentra particularmente en la falta de entretenimiento e información”, considera la economista. Pero para lograr que negocios legales logren entrar a este mercado “depende en gran medida de la apertura del Gobierno”.