Callar equivale a ser cómplice del machismo en el trabajo
Nota del editor: William D. Cohan es un escritor independiente especialista en negocios. Su libro más reciente es The Price of Silence: The Duke Lacrosse Scandal, the Power of the Elite, and the Corruption of Our Great Universities.
(The News York Times) – El combate al machismo en el trabajo se ha puesto de moda, y con justa razón.
No hay excusa (ni ahora, ni nunca) para tratar a las mujeres diferente a los hombres en cuestiones de paga y prestaciones, en su presencia en las mesas directivas o en la suite ejecutiva, en reuniones cotidianas en las que usualmente hacen sentir a las mujeres menospreciadas o inadecuadas, o —Dios no lo quiera— en interacciones sociales en las que se sabe que los hombres se aprovechan de las mujeres contra su voluntad.
La situación se ha vuelto particularmente aguda en sitios como Wall Street o Silicon Valley, que desde hace mucho han sido ecosistemas aislados, dominados por hombres. También es un grave problema en la Casa Blanca de Donald Trump.
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Sin embargo, como lo demuestran los acontecimientos recientes en Uber, es posible dar pasos pequeños en la dirección correcta. El machismo no solo puede provocar que despidan a altos ejecutivos, sino que también puede llevar a que se haga un esfuerzo serio por cambiar la cultura de una empresa. Es un avance significativo y deberíamos aplaudirlo.
Entre quienes lideran la carga contra el machismo en Uber está Arianna Huffington, cofundadora del sitio The Huffington Post y fundadora de Thrive, una empresa de mercadotecnia y consultoría dedicada a desconectarse y al sueño. Huffington ha estado en el consejo de administración de Uber desde abril de 2016 y, hasta hace poco, era la única mujer.
Su ascenso comenzó en febrero, después de que Susan Fowler, una exingeniera de Uber, difundiera su historia de acoso sexual por parte de un supervisor.
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"Estaba claro que trataba de lograr que tuviera sexo con él", escribió Fowler en un blog del que mucho se ha hablado. "También era tan claramente inadecuado que de inmediato hice capturas de pantalla de esos mensajes en el chat y lo reporté con Recursos Humanos".
Cuando se publicó el texto de Fowler, Travis Kalanick, cofundador y director ejecutivo de Uber anunció que Huffington investigaría las acusaciones de Fowler y la cultura de Uber en general junto con el exfiscal general de Estados Unidos, Eric H. Holder Jr. (quien había regresado a su despacho jurídico Covington & Burling), y otras dos ejecutivas de Uber.
También contrataron a otro bufete, Perkins Coie, para investigar las acusaciones de machismo en Uber. El 6 de junio, Perkins Coie entregó su informe, en el que se determinó que había 47 acusaciones de acoso sexual en Uber entre un total de 215 casos de acoso sexual, acoso en general, represalias y prejuicios. En consecuencia, despidieron a 20 empleados. Otros 31 empleados quedaron "en capacitación" y siete más recibieron "advertencias finales". Según Uber, 57 de las acusaciones siguen "en revisión" y 100 quedaron descartadas.
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Una semana después, Holder entregó su propio informe, que contenía 13 páginas de recomendaciones que Uber debió haber puesto en práctica hacía mucho.
Fowler terminó saliendo de Uber 13 meses después. Sus revelaciones desencadenaron una serie de acontecimientos que culminaron en la salida de varios altos ejecutivos de Uber y en la renuncia de Kalanick.
Kalanick es uno de los principales accionistas de la empresa; se estima que su patrimonio asciende a 6,000 millones de dólares y que podría regresar a la empresa, tal como ocurrió con Steve Jobs, quien regresó triunfalmente a Apple en 1997, luego de que lo echaran en 1985.
nullEn una de las reuniones en la que se difundió el informe de Holder entre los empleados de Uber, Huffington habló de que era necesario que hubiera más mujeres en el consejo de administración y que cuando había una mujer en un consejo, usualmente propiciaba que hubiera más mujeres en otros.
En ese momento, a David Bonderman, el multimillonario cofundador de T.P.G, titán del capital privado y uno de los miembros del consejo de administración de Uber, se le ocurrió decir: "De hecho, lo que demuestra es que es mucho más probable que se hable más".
Bonderman ofreció disculpas rápidamente y más tarde renunció al consejo de administración. Sin embargo, para hacer un comentario tan estúpido en medio de una reunión general en Uber en la que se habló de cambiar la cultura machista de la empresa se necesita una falta particular de inteligencia emocional.
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La cultura corporativa machista de Uber no es la única. En varias entidades de la televisora Fox, algún alto ejecutivo o alguna personalidad de sus programas ha sucumbido ante las acusaciones de machismo. El conductor del programa Fox Business, Charles Payne, quedó suspendido por acusaciones de acoso sexual. Otro alto ejecutivo de Fox, Jamie Horowitz, de Fox Sports, terminó despedido abruptamente, acusado de comportarse indecorosamente.
Como lo demuestran los acontecimientos recientes en Uber y en Fox, está inequívocamente claro que el acoso sexual y la mala conducta en el trabajo pueden provocar que te despidan.
¿Pero qué pasa con la Casa Blanca? ¿Por qué este mensaje no está llegando allá? Los tuits de Trump sobre Mika Brzezinski, una de las conductoras del programa Morning Joe de la televisora MS-NBC, fueron viles.
También tenemos sus comentarios poco profesionales y machistas, cuando hablaba por teléfono con el primer ministro de Irlanda en el despacho oval, sobre Caitriona Perry, corresponsal en Washington de la televisora irlandesa RTE News. Después de que Perry se presentó con él, Trump le dijo al primer ministro: "Tiene una linda sonrisa, apuesto a que te trata bien".
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Aunque ese momento fue indecoroso, lo que lo empeoró es que la subasesora de Seguridad Nacional, Dina Powell, una de las mujeres de mayor rango en la Casa Blanca, estaba sentada allí, al otro lado del escritorio de Trump. En el video que se publicó del incidente, se ve a Powell con una ancha sonrisa. No ha hecho ninguna declaración pública al respecto.
Otras mujeres de alto rango del gobierno de Trump tampoco han denunciado abiertamente los comentarios machistas de Trump. Elaine Chao, secretaria de Transporte, ha callado. Betsy DeVos, secretaria de Educación, ha callado. Kellyanne Conway, asesora del presidente, ha callado. Tanto Melania como Ivanka Trump han callado.
Hasta los hombres que parecen más sensibles en la Casa Blanca (entre ellos Gary D. Cohn, director del Consejo Económico Nacional; H. R. McMaster, asesor de Seguridad Nacional, y Jared Kushner, alto asesor de la Casa Blanca y esposo de Ivanka) han callado.
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Silencio equivale a complicidad. El 1 de julio, Stephanie Ruhle, conductora de MS-NBC, escribió en Twitter que Powell debería "denunciar esta conducta misógina y machista de una vez por todas". Su colega Nicolle Wallace, exdirectora de Comunicaciones en la presidencia de George W. Bush, exhortó a las mujeres de alto rango del gobierno de Trump a "hablar públicamente y a condenar los comentarios de su jefe"; agregó que "deberían trabajar tras bambalinas para demostrarle lo ofensivos que son".
Y tienen toda la razón.