Margarita tiene 48 años. Es originaria de Tlaxiaco, una ciudad de Oaxaca que pertenece a la región de la mixteca alta. Ahí creció y estudió hasta el cuarto año de primaria.
Recuerda que antes de mudarse a la Ciudad de México, trabajaba en el campo. Sembraba papa y maíz. Aprendió a hacer tamales después de casarse y vio en ello la oportunidad para salir adelante. Es madre de cuatro hijos: dos mujeres y dos hombres.
“Conocí a mi esposo en la Ciudad de México. Se llama Marcos Galicia. Es de San Martín, Puebla, y tiene 67 años. Acá nos quedamos. Mi cuñada fue la que nos enseñó a hacer los tamales, y desde entonces vivimos de eso”, cuenta.
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La jornada diaria de la familia empieza a las 3:30 de la mañana. Marcos prepara los tamales de hoja de maíz, mientras Margarita se encarga de los de hoja de plátano y del atole.
Cuando está todo listo, ambos salen a trabajar. Margarita transporta en un triciclo la mesa, el mantel, los bancos, las ollas, el brasero, los desechables y, por supuesto, los bolillos. No todos los días son iguales. De lunes a viernes vende alrededor de 30 tamales y cinco litros de atole. Por lo regular prepara champurrado o arroz con leche, mientras que los tamales que ofrece son verdes, de rajas, mole, guajillo y de dulce. A 13 pesos el vaso de atole o el tamal, sin importar que sea de hoja de maíz o de plátano. Eso sí, las 'guajolotas' cuestan 15 pesos.
Los fines de semana hay más demanda. Margarita se previene con 50 tamales y 10 litros de atole. Pero además lleva tamales especiales: de champiñones, verdolagas y tres quesos. A pesar de ello, los predilectos siguen siendo los rojos y los verdes.