Expansión: ¿Por qué decides llevar la historia del “baile de los 41” a la pantalla?
David Pablos: Esta es una historia presente en el imaginario colectivo y, al mismo tiempo, escondida. Es un capítulo del que no se habla en las escuelas. Yo me enteré de esta historia hace muchos años y me impresionó. Es el gran escándalo del siglo XX. Siempre me pareció que merecía contarse en pantalla grande, por lo que representa en un país tan machista y con tanta cerrazón. Para mí, es importante contar una historia de amor entre hombres desde una parte digna, humana, no desde la caricatura como se hizo en su época.
E: ¿Crees que la película va a cambiar la visión que todavía muchos mexicanos tienen sobre la diversidad sexual?
DP: No quiero darle mayor importancia a mí película de la que tiene. Es un producto que será mediático y consumido, pero me queda claro que el arte no necesariamente cambia el mundo. El cine puede conectar con un público, generar diálogos y reflexión, pero no va más allá de eso. Mi película, en ese sentido, es un granito de arena en una lucha a la que le queda mucho camino por delante. El entender la gran carencia que existe en nuestro país de cine con temática LGBT, fue un gran motor para hacer la película. A veces, uno piensa que nuestra sociedad no es tan cerrada, pero me convencí de que así es, al hacer esta película.
E: ¿Cómo has conseguido documentar los hechos, habiendo tan pocas crónicas que hablen del suceso con veracidad?
DP: Investigamos todo lo que pudimos. Sobre la historia de los 41 hay muy pocas certezas, ni siquiera se puede comprobar que Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Díaz, estuviera ahí. Hay una novela, de 1907, que se titula “El baile de los 41”. Es increíblemente moralista, juzga a los personajes homosexuales y los ridiculiza. Las escasas notas periodísticas manejan un tono muy similar, rayan la caricatura. Se ve claramente que muchas de las cosas son inventadas, así que supimos que tendríamos que ficcionar, que darnos algunas libertades. Esta es una interpretación de la historia y del Porfiriato.
E: ¿Por qué no elegiste a actores homosexuales como protagonistas para contar esta historia, algo cada vez más habitual en Europa o Estados Unidos?
DP: He recibido críticas por eso, es algo que ya me veía venir. Para mí, lo más importante a la hora de elegir a mis protagonistas es que sean buenos actores. Luego, que tengan rasgos de los personajes. Hay algo de ese personaje que debe estar vivo, porque eso se vuelve un gancho, a partir de ahí puedes conectar. Necesitaba actores que tuvieran una química muy fuerte, que fueran generosos, que estuvieran dispuestos a llegar a donde hubiera que llegar. En ningún momento, para mí, el ser homosexual fue un requisito para interpretar a esos personajes.
E: Muchos de tus otros actores no son profesionales, algo característico de tus películas. ¿Cómo fue el proceso de casting?
DP: Como director, me interesa poner caras nuevas en cine, algo que hace mucha falta en México. Al buscar hombres gay para conformar la mayoría de este grupo, me encontré las puertas abiertas. Cuando mezclas actores profesionales con actores naturales sucede magia y fue lo que sucedió. Seleccioné muy minuciosamente a cada uno, como si fueran los protagonistas. Hice muchas sesiones de trabajo, distintas dinámicas y ejercicios, para ver cómo se relacionaban, cómo fotografiaban, sus personalidades. Buscaba diversidad de genotipos, de edades, de masculinidades. Uno de mis directores de casting llegó a contactar con algunos por Grindr e Instagram.