"¿Esto es todo lo que quiero hacer?" Cómo un burócrata pasó a ser tatuador
Sergei Raven estudió diseño gráfico, pero su carrera profesional la hizo en el mundo del tatuaje. Hoy tiene un estudio y ha tatuado al Apio Quijano, miembro de la agrupación musical Kabah.
Sergei Raven llevaba una vida tranquila en una oficina gubernamental, hasta que un día, mientras plantaba árboles como parte de su trabajo en Desarrollo Social, se detuvo a pensar: ¿esto es todo lo que quiero hacer? El arte siempre había sido su pasión, y tras convivir con tatuadores y conocer el mundo de los estudios de tatuaje, decidió dejar su empleo godín y arriesgarse a cambiar de profesión.
“Estudié diseño gráfico y al ver cómo trabajaban algunos tatuadores, me di cuenta de que podía hacer más cosas. Decidí intentarlo porque sentí que podía darle un enfoque más artístico”, recuerda. Desde entonces, han pasado 18 años, y Sergei ahora se dedica a tatuar en un estudio propio que se ubica en la colonia Roma, en la Ciudad de México.
En un mes bueno, el joven asegura que puede ganar hasta 50,000 pesos, pero reconoce que hay temporadas en las que sus ingresos rondan los 20,000 pesos. “El problema ahora es que hay muchos tatuadores, y eso ha abaratado el trabajo. La única manera de destacar es mejorar constantemente la calidad de los trabajos”, explica.
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Entre sus clientes están figuras públicas como Apio Quijano, integrante de Kabah, quien confió en Sergei para plasmar diseños en su piel. "Es un cliente que aprecia el arte detrás del tatuaje, lo que hace que sea un placer trabajar con él", comenta.
El estilo de Sergei se caracteriza por su realismo y un enfoque en tonos grises, aunque ocasionalmente incorpora colores vibrantes dependiendo del proyecto. “Me gusta mucho explorar conceptos de vida y muerte, donde la vida es gris y la muerte es más colorida. Es una dicotomía que trato de plasmar tanto en mis tatuajes como en mis pinturas”, explica.
Además de tatuar, Sergei ha expuesto obras en galerías de Europa y Asia. Aunque solo produce una o dos piezas al año, su trabajo ha sido bien recibido en la escena artística. “Es una forma de superarme como artista y de explorar más allá del tatuaje. Me gusta probar diferentes técnicas y conceptos”, señala.
También suele participar en eventos altruistas o donar tanto tatuajes como arte para causas sociales. Recientemente, participó en una subasta organizada por Funeral Pet, donde uno de sus cuadros se vendió por 8,000 pesos y el dinero recaudado se destinó a Albergue San Cristóbal, una organización que rescata animales en situación vulnerable. “Soy muy fan de los gatos, y cuando me propusieron hacer una obra para esta causa, no lo dudé. Es algo que hago porque me gusta, no porque busque reconocimiento”, dice.
La transformación cultural
La industria del tatuaje en México ha crecido en los últimos años. Según el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, el 32% de los mexicanos tiene al menos un tatuaje. Este auge se refleja en el valor económico del sector.
En 2019, la consultora Ibis World reportó que los ingresos generados por la industria del tatuaje en México superaban los 450 millones de dólares anuales. Para 2023, el mercado alcanzó un valor de 1.74 mil millones de dólares, impulsado por avances tecnológicos en las máquinas de tatuar y una creciente aceptación sociocultural.
Además, la aprobación en 2007 de la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México ha contribuido a proteger a quienes optan por modificaciones corporales, a fin de fomentar un entorno más inclusivo.
El crecimiento del mercado ha diversificado tanto la oferta como la demanda. Las tendencias actuales incluyen tatuajes hiperrealistas de pequeño tamaño, diseños neotradicionales con colores vibrantes, tatuajes efímeros que duran entre nueve y 15 meses e incluso tatuajes que incorporan tecnología.
En términos económicos, el costo de los tatuajes en México varía; desde 700 hasta 9,000 pesos, según el diseño, la complejidad y la ubicación del tatuaje. Esta variabilidad ha permitido que la industria sea una fuente importante de ingresos y generación de empleo, sobre todo para nuevas generaciones en busca de oportunidades en el sector creativo.
El arte detrás del tatuaje
Para ser tatuador, Sergei considera importante dominar habilidades de dibujo, aunque según él, no importa cuál sea la formación académica, ya sea diseño, antropología o cualquier otra carrera.
"No importa lo que hayas estudiado, tener habilidades sólidas en dibujo es lo que te va a diferenciar", afirma. “Es la capacidad artística la que te ayuda a crear diseños únicos y a adaptarse a las solicitudes de los clientes, asegurando creatividad y profesionalismo en cada tatuaje”.
A pesar de la libertad que ha encontrado en este sector, Sergei admite que no todo es sencillo. “Lo más difícil es lidiar con los clientes. Muchas veces tienen una idea fija de lo que quieren, pero no siempre entienden cómo se verá el diseño en su piel con el tiempo. Hay que tener mucha paciencia y explicarles que un tatuaje no es una pintura, que va a cambiar con los años”, comparte.
Para Sergei, el tatuaje no es solo un oficio, sino una forma de vida que requiere dedicación, habilidad artística y empatía. Aconseja a quienes quieran incursionar en este mundo que primero desarrollen sus habilidades de dibujo y que estén dispuestos a enfrentarse a un mercado cada vez más competido.
Pese al reto de no tener la seguridad que Sergei tenía en la oficina gubernamental, el joven dice haber encontrado en el tatuaje no solo un trabajo sino una forma de conectar con las personas y de expresar su arte. “Sé que tomé la decisión correcta al dejar la vida godín. Amo lo que hago. Me pagan por mi hobby, y eso es algo que no tiene precio”, concluye con una sonrisa.