Murió intestado: 4 historias que no vas a querer vivir
Los problemas en una familia por la repartición de una herencia no se libran aún teniendo testamento, pero sí se aligeran. La razón es que aunque haya un testamento de por medio, la familia puede manifestar su desacuerdo en la repartición de bienes y empezar un juicio.
Sin embargo, el problema mayor viene cuando el familiar (o de cujus) muere intestado. Para arreglar la sucesión, el proceso tiene dos vías. La primera es ante un notario y a ella se recurre cuando no hay pleito entre los herederos, no hay menores de edad ni personas con discapacidad mental o imposibilitadas para ejercer sus derechos debido a alguna enfermedad. De lo contrario, la sucesión se llevará ante un juez de lo familiar, explica el director general del despacho Soluciones Jurídicas, Víctor Carrillo.
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“Los pleitos entre herederos son de los más encarnizados porque hay sentimientos de rencor y odio involucrados. Saltan preguntas como 'por qué te va a tocar más a ti si yo cuidé a mi papá' o que pagó la estancia en el hospital y cuando se enfermó no dieron un centavo'”, comenta Carrillo, quien entre sus casos cuenta con un juicio sucesorio que no puede resolverse desde 1993, por el desacuerdo entre hermanos.
Si los hermanos se llevan bien, el problema puede venir de la influencia que tengan sobre ellos los cuñados y cuñadas. “Son problemas complejos. Cuando la masa hereditaria es cuantiosa, los hijos desconocen a la mamá y se pelean entre ellos… Las sucesiones destruyen a las familias cuando no respetan la decisión del de cujus”, relata con base en su experiencia el abogado.
Cuando no hay un conflicto entre familiares, pueden pasar de dos a tres años para que se reparta en su totalidad la masa hereditaria, dice el experto. El costo de un juicio dependerá de varios factores, entre ellos, si se lleva a cabo con un notario o con un juez, porque con él último habrá necesidad de contratar abogados.
Los honorarios del abogado que se contrate, el tamaño de la masa hereditaria y los impuestos por la traslación de dominio de todas las propiedades son otros factores que influyen en el costo del proceso. A esto hay que sumarle el pago de servicios para poner las propiedades al corriente, avalúos o pago de tenencias de los autos, entre otros.
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“Cada sucesión es diferente. Los abogados pueden cobrar una iguala (pago mensual), hay otros que cobran por lo menos el 10% de la masa hereditaria más los gastos de la gestión del juicio”, explica Carrillo. Este costo aumenta si los familiares asumen una postura que entorpece el proceso. El juicio concluye cuando los bienes son adjudicados según lo dispuso la ley.
Te compartimos los testimonios de cuatro familias que vivieron un juicio sucesorio porque no había testamento.
Una pesadilla
Dieciocho años y más de 70,000 pesos costó el juicio sucesorio de los suegros de María Eugenia. Los papás de Pedro, su esposo, murieron antes de 1995 sin dejar testamento. Entre los bienes había una casa en la colonia Nueva Santa María La Ribera y dos lotes en el Panteón Jardín, en la delegación Álvaro Obregón.
Pedro tenía dos hermanas, una de ellas peleaba por quedarse la casa completa y la otra padecía de sus facultades mentales, por lo que no podía reclamar sola sus derechos. El primer juicio sucesorio inició en 1995 y terminó en 1997, los tres hijos quedaron como herederos en partes iguales.
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En 2008, los hermanos tomaron la decisión de vender la casa para evitarse más problemas. Pero Pedro falleció ese marzo en un accidente en moto mientras iba a su trabajo y dejó intestada la parte que le correspondía. Dio entonces inicio el segundo juicio sucesorio -porque la tercera parte de la casa que le correspondía a Pedro, se volvía a dividir en tres: para sus dos hijas y María Eugenia.
Por fin María Elena tomó el lugar de Pedro y la casa se vendió en 2009. La mitad del dinero se quedó en manos de la hermana que no quería vender la propiedad y que no quería desalojar el inmueble desde el inicio. La otra mitad se dividió en partes iguales entre ella y la segunda hermana. Pese a esta mala experiencia, María no ha hecho su testamento, pues dice que no tiene muchos bienes y confía en que sus hijas no peleen.
Hijos consentidos
La madre de Lalo murió ignorando que podía hacer un testamento. Pensó que por haberse casado por bienes mancomunados todo quedaría en manos de su esposo al morir. Lo que no sabía es que se dividiría en partes iguales para sus cuatro hijos.
El papá de Lalo, Eduardo, por su parte alcanzó a dejar sus papeles en regla. Por varios años, dos de sus hermanos cuidaron a sus padres y, según ellos, “porque su mamá así lo dispuso en vida”, a ellos les tocaba quedarse con las propiedades que ambos tenían: una casa en la delegación Coyoacán y un terreno en Morelos.
El juicio de sucesión para repartir el 50% de los bienes de su mamá, duró dos años y la familia gastó entre 30,000 y 40,000 pesos para solucionarlo. El 50% de los bienes del padre de Lalo solo se dividieron a la mitad entre los dos hijos que cuidaron de ellos.
“(Para evitar conflicto) los papás deberían reunir a todos sus hijos y decirles qué decisiones van a tomar (con respecto a la repartición del patrimonio). Si no está escrito ante notario, que se respete, pero sí lo hay, entonces que se remitan a lo que dice la ley”, sugiere Lalo, de 66 años, quien aún tampoco ha hecho su testamento. Confiesa que ha sido por desidia.
La advertencia
Cuando Gloria le sugirió a su padre, quien era mecánico, que hiciera un testamento, su respuesta molesta fue si estaba esperando a que se muriera. Ella solo quería aprovechar los beneficios de hacerlo en septiembre y que su padre, de 58 años, tenía la salud suficiente para hacer el trámite. Sin embargo, ante su reacción negativa no volvió a tocar el tema.
Su padre, murió de cáncer en el colón a los 63 años y no puso su patrimonio en orden. La propiedad, ubicada en la delegación Azcapotzalco, se tenía que dividir entre su esposa y cinco hijos.
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En 1998, cinco años después del fallecimiento de su padre, Gloria y sus hermanos se reunieron para ponerse de acuerdo y cederle los derechos de propiedad a su mamá para que ella decidiera qué hacer con el 100% del inmueble.
En ese año, el trámite costaba entre 60,000 y 70,000 pesos, recuerda. Una cantidad que no podían reunir los hermanos. Además, otro factor jugaba en su contra: existían sobrinos menores de edad. Cuando hay nietos, a ellos les corresponde la herencia.
“Teníamos que esperar a que ellos crecieran y cedieran los derechos a mi madre”, recuerda Gloria. En septiembre de 2016, el trámite se llevó a cabo a través de un notario y costó 56,000 pesos, su mamá es la propietaria del 50% de la casa y los cinco hijos son copropietarios con el 10%. “No pudimos hacer la cesión de derechos porque mi mamá ya es una persona mayor y tuvimos que tomar otro tipo de decisiones”, comenta Gloria. Ella y su madre ya tienen testamento.
Un proceso tranquilo
La familia Avendaño Villafuerte corrió con suerte tras la muerte de Amado Avendaño Figueroa. Amado vivía y trabajaba en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y era periodista. Falleció de un infarto cerebral en abril del 2004, a los 64 años de edad. Sin dejar testamento.
“En provincia hay una muy poca cultura financiera, no te preocupas por trámites que van a pasar después, muy poca gente piensa en pagar su funeral, en dejar un testamento o asegurarse”, dice Amado Avendaño, su hijo. “En este tipo de poblaciones, la gente vive al día, resuelve las cosas de manera cotidiana y no hay planeación”, agrega al tratar de explicarse porqué su padre no hizo el trámite.
Avendaño Figueroa dejó un bien inmueble en el estado. La mitad de esa propiedad le correspondía a su esposa -pues estaban casados por bienes mancomunados- y la otra mitad se repartiría entre sus hijos.
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“El principal problema cuando hay una herencia es el conflicto familiar. En nuestro caso todos los hermanos decidimos que la casa tenía que ser de mi mamá”, explica Amado (hijo).
El proceso fue sencillo y rápido: ante un notario, los seis hermanos firmaron un documento donde cedieron los derechos de la propiedad a su mamá. “El costo -por impuestos, ya que era un nuevo trámite- vino cuando las escrituras cambiaron a nombre de mi mamá”, comenta.