Los retos económicos que enfrentará el próximo presidente del Brasil
RÍO DE JANEIRO- El próximo presidente de Brasil enfrentará desde el primer día de su mandato una enorme presión de los mercados para proseguir la política de ajustes fiscales, en un país con unos 13 millones de desempleados y varios millones más con carencias sociales de todo tipo.
"Por un ajuste justo, con crecimiento compartido": tal es el título de un informe del Banco Mundial presentado a los 13 candidatos de los comicios del 7 de octubre, con consejos que parecen sacados de un libro de deseos piadosos ante el tamaño de la crisis económica, política y de seguridad que pone a prueba la credibilidad de esta joven democracia.
Según el informe, Brasil "enfrenta tres desafíos principales": su "gran desequilibrio fiscal", la "falta de crecimiento sostenible de su productividad" y la "dificultad creciente del Estado para ofrecer servicios básicos".
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"Una parte de la población vive en el siglo XIX y otra en el siglo XXI. No podemos olvidarnos de la primera", poco escolarizada, en aglomeraciones sin saneamiento básico y confrontada a "índices de violencia dignos de una guerra", afirma Marcelo Neri, exministro de Asuntos Estratégicos (2013-2015) y actual director del centro de políticas sociales de la Fundación Getúlio Vargas (FGV Social).
Neri aboga por un "camino intermedio" entre quienes preconizan la austeridad para cerrar los déficits dejados por dos años de recesión (2015 y 2016) y otros dos de débil despegue, y quienes piensan que esa receta puede acabar de matar al paciente.
El endeudamiento del Estado pasó de 56.3% del PIB a fines de 2014 a 77% en agosto de este año y, según las proyecciones del BM, se estancaría en ese nivel si Brasil lograse un improbable crecimiento económico de 4% anual hasta 2030. O llegar en ese lapso, sin reformas profundas, a un 140% del PIB.
"Prometer la Luna"
El presidente Michel Temer congeló los gastos públicos durante 20 años, ente otras medidas de austeridad, pero dejó pendiente la delicada reforma de las jubilaciones, considerada por los mercados como la piedra angular del enderezamiento de las cuentas.
El proyecto impone una edad mínima de jubilación (actualmente existe la posibilidad de retiro por años de servicio) y unifica el régimen del sector privado y de los funcionarios públicos, más ventajoso. El gobierno lo presenta como un intento de "reducir las desigualdades".
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Esa reforma "es importante, pero no es suficiente. El déficit fiscal es mucho peor que eso", advierte Marcos Lisboa, exsecretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda (2003-2005) y actual presidente del Insper, un instituto de enseñanza e investigación en las áreas de administración y negocios.
La mayoría de los candidatos propone algún tipo de reforma de las jubilaciones y de programa de contención de los déficits, sin adentrarse demasiado en números que podrían restarle votos.
El ultraderechista Jair Bolsonaro, que lidera las encuestas de la primera vuelta, preconiza una transición hacia un sistema de jubilaciones por capitalización y una reducción de un 20% de la deuda pública "mediante privatizaciones, concesiones" y la venta de propiedades estatales.
El Partido de los Trabajadores (PT) de Fernando Haddad, segundo en las encuestas, propone en cambio "interrumpir las privatizaciones" y cree posible equilibrar las cuentas "a partir del retorno del empleo" y del combate a la evasión fiscal.
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El exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin promete "eliminar el déficit público en dos años" mediante privatizaciones y una simplificación tributaria.
"Preocupa que en la campaña los debates sobre los problemas más apremiantes sean apartados por propuestas que reproducen el desastre que el país vivió en los últimos años o que prometen la Luna", dice Marcos Lisboa.
Para el economista, existen "posibilidades de empezar a construir una solución negociada" para una reforma de las jubilaciones y tributaria, "pero falta una agenda política que permita coordinar y definir las prioridades".
En busca de un 'Mandela brasileño'
En esta campaña, la más polarizada desde el fin del régimen militar (1964-85), los dos favoritos son también los que tienen el mayor índice de rechazo, lo cual podría amenazar la gobernabilidad de quien el 1º de enero de 2019 se coloque la banda presidencial.
La crisis, entre tanto, sigue destruyendo ingresos y vidas, en el noveno país más desigual del mundo, según el índice Gini del Banco Mundial.
A fines de 2017, unos 23.3 millones de brasileños, de un total de 208 millones, vivían bajo la línea de pobreza, 6.27 millones más (+33%) que a finales de 2014, según un estudio de la FGV Social.
Al próximo presidente le espera la tarea titánica de intentar cicatrizar las heridas de una población descreída de sus dirigentes, después de años de escándalos de corrupción.
"El país necesita ser integrado y me parece que hasta ahora las elecciones no apuntan en esa dirección", comenta Marcelo Neri. "Necesitamos un Nelson Mandela, alguien que consiga perdonar y tener noción de futuro. Pienso que es posible (...), pero no creo que sea sencillo", concluye.