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La eterna crisis económica argentina

Los excesos cometidos en los últimos años por los gobiernos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri dejan a la nación sudamericana sumida en una crisis.
mar 09 julio 2019 06:29 AM
Argentine President Mauricio Macri waves upon his arrival at Kansai international airport ahead of the start of G20 leaders summit in Izumisano, Osaka prefecture, Japan
Las probabilidades de que Macri obtenga la reelección en las elecciones del 27 de octubre próximo son cada vez menores.

Existen cuatro clases de países: los desarrollados, los que están en desarrollo, Japón y Argentina”. Esta frase, atribuida al Nobel de Economía de 1971, Simon Kuznets, refleja hasta qué punto la declinación económica del país sudamericano es un caso de estudio complejo para el mundo. Mientras hace un siglo, Argentina representaba cerca de 50% del PIB de América Latina, el año pasado cayó a 9%.

Las expectativas para terminar con ese largo deterioro se renovaron a fines de 2015, cuando asumió el gobierno Mauricio Macri, quien introdujo reformas promercado.

Sin embargo, 40 meses después, la historia de terror renació: la inflación supera el 50% anual desde febrero, el Banco Central mantiene su tasa de interés en cerca de 70% y el producto interno bruto (PIB) está en recesión.

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Macri fracasó en desactivar el explosivo que recibió de su antecesora Cristina Kirchner. Esa herencia incluía déficit fiscal primario –excluye el pago de los intereses de la deuda– equivalente al 5% del PIB, el tipo de cambio se contuvo gracias al férreo control gubernamental en el mercado de divisas; las tarifas de la electricidad y del gas fueron subsidiadas al punto que los usuarios sólo pagaban por el 20% de los costos de generación.

Con una minoría parlamentaria y con el 30% de los argentinos –unos 12 millones– con ingresos por debajo de una canasta básica, Macri desistió de aplicar una estrategia de shock y apostó por corregir las distorsiones de modo gradual.

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El nuevo presidente usó una de las pocas herramientas que tenía disponible: la capacidad de tomar créditos en el exterior ante el bajo nivel de endeudamiento con privados –equivalente a 15% del PIB–. Así, entre enero de 2016 y septiembre de 2017, Argentina se transformó en el mayor emisor de bonos soberanos de todo el mundo al tomar deuda por casi 42,000 millones de dólares, según la agencia Bloomberg. Al cierre de 2018, la deuda con privados ya equivalía al 51% del PIB.

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El ingreso de divisas fortaleció la moneda local y estimuló el consumo interno de bienes con alto componente importado, además, favoreció los viajes de argentinos al exterior. El resultado fue un crecimiento vertiginoso del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

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Los desequilibrios generados no fueron atendidos por el gobierno de Macri: la salida de fondos de los mercados emergentes a partir del segundo trimestre de 2018 dejó expuestas las debilidades de la economía argentina.

Sin la posibilidad de continuar financiando el déficit, el peso inició una vertiginosa depreciación. Entre abril y septiembre del año pasado, el valor del dólar, que incide en forma directa en los precios de varios de los productos que componen la canasta básica en la nación sudamericana, se duplicó.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) salió al rescate y entregó un préstamo stand-by por 57,000 millones de dólares en junio del año pasado a cambio de medidas de austeridad.

Macri abandonó, de forma definitiva, su estrategia gradualista y decidió una profundización del ajuste fiscal –el déficit primario pasará del 3.9% del PIB en 2017 a cerca de 0% este año–.

Con ese anticipo, el gobierno argentino procura dar garantías a los inversionistas de que el país evitará caer en default al menos hasta el 10 de diciembre próximo, cuando concluirá el actual mandato presidencial.

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Las probabilidades de que Macri obtenga la reelección en las elecciones del 27 de octubre próximo se desvanecen.

“Mi sueldo aumenta mucho menos que los precios y me vi obligada a reducir gastos: en el último año cambié las compras de artículos en el supermercado por marcas más económicas y abandoné el plan de medicina privada”, señala Delia González, una habitante de un barrio de clase media de Buenos Aires.

Las restricciones en el crédito y la pérdida de poder adquisitivo afectan a las empresas de consumo, entre las que se encuentran varias mexicanas. En el último trimestre de 2018, las ventas de Coca-Cola FEMSA, medidas en cajas, se derrumbaron 27.1% anual, mientras que las de Embotelladora Arca cayeron 7.9%.

En el caso de Alsea, las ventas consolidadas sumadas a todas las operaciones crecieron 6.6% el año pasado, pero si se excluye Argentina, hubieran saltado 12.1%.

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La crisis continúa golpeando, pero no todo es un tango triste en Argentina. Sin la sequía del año pasado, la cosecha agropecuaria crecerá este año un 27%.

“La notable recuperación de la cosecha es tal que incluso permitirá poner el PIB en terreno positivo ya en este segundo trimestre”, pronostica Ramiro Castiñeira, economista de la consultora Econométrica, en Buenos Aires.

A eso se suma que la producción de petróleo y gas promete continuar en alza de la mano del crecimiento exponencial de Vaca Muerta, el yacimiento que contiene las segundas mayores reservas mundiales de hidrocarburos no convencionales.

A su vez, la fuerte depreciación del peso viene impulsando el turismo receptivo, y allana el camino para exportaciones, como la de los vinos y las carnes.

Argentina aún mantiene indicadores sociales, educativos y culturales por encima del promedio latinoamericano. De hecho, el país fue sólo superado en la región por Chile en el Índice de Desarrollo Humano 2018 de Naciones Unidas.

Pero esos logros conviven con una economía que no logra salir de un círculo vicioso. “Argentina se pasó más de una década estimulando el consumo en desmedro del ahorro; agotado el ahorro, continuó la misma política consumiendo sus activos y, cuando también se agotaron los activos, apeló al endeudamiento externo”, dice Castiñeira.

“La buena noticia es que el ahorro que se está generando en 2019, y que se pone en evidencia con la reaparición del superávit comercial en más de 10,000 millones de dólares, busca generar los recursos para que Argentina deje de dilapidar activos, expropiar a privados o vivir de prestado”.

Forzada por la crisis, la economía ha venido corrigiendo algunos de sus históricos desequilibrios en el último año. Además del superávit comercial, este año se alcanzará un equilibrio fiscal primario y el déficit de cuenta corriente caerá al 2% del PIB.

Pero la continuidad de esos avances dependerá de cuál sea el factor que termine pesando más en las elecciones de octubre: la frustración por las penurias del presente o la apuesta por la lejana y aún borrosa luz que asoma en el horizonte.

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