La economía del bienestar abarca industrias y sectores que contribuyen directa o indirectamente al bienestar físico, mental y social de las personas. Esto incluye sectores tradicionales como la atención médica, el fitness y la nutrición, así como áreas emergentes como los servicios de salud mental, el turismo de bienestar y la vida sostenible. En su esencia, la economía del bienestar prioriza la salud y la felicidad de las personas, colocando estos valores al mismo nivel, o incluso por encima, de los indicadores económicos tradicionales como el PIB.
El Global Wellness Institute define la economía del bienestar como “industrias que permiten a los consumidores incorporar actividades y estilos de vida saludables en su vida diaria”. Estas industrias contribuyen de manera significativa al producto económico global, con la economía del bienestar estimada en más de 4.5 billones de dólares a nivel mundial. Este sector no solo está creciendo en tamaño, sino que también se está volviendo cada vez más influyente en la formación del comportamiento del consumidor, las estrategias corporativas y las políticas gubernamentales.
Ahora, ¿por qué la Importancia del Bienestar en la Administración Nacional?
Integrar el bienestar en la administración nacional va más allá de mejorar los sistemas de salud. Implica un cambio fundamental en cómo los gobiernos miden el éxito y asignan recursos. Tradicionalmente, el éxito económico se ha evaluado mediante el crecimiento del PIB, las tasas de empleo y los balances comerciales. Sin embargo, estos indicadores a menudo pasan por alto aspectos críticos de la vida humana, como la salud mental, la sostenibilidad ambiental y el bienestar social.
Los países que adoptan la economía del bienestar reconocen que una población sana y feliz es más productiva, innovadora y resiliente, por lo tanto más rentable y menos costosa para el presupuesto de salud pública. Este cambio es evidente en el auge de indicadores económicos alternativos, como el índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB) utilizado en Bután, que mide la felicidad colectiva y el bienestar de sus ciudadanos como un objetivo central de gobierno.
Hablemos de las áreas claves y de impacto en una economía de percepción:
1. Salud Pública: Al priorizar el bienestar, los gobiernos pueden reducir los costos de atención médica y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Las medidas de salud preventiva, el apoyo a la salud mental y el acceso a alimentos nutritivos son componentes esenciales de una estrategia de salud pública impulsada por el bienestar. Los países que invierten en estas áreas pueden esperar ahorros a largo plazo en los gastos de salud y una fuerza laboral más robusta y saludable.
2. Sostenibilidad: La economía del bienestar está inherentemente ligada al medio ambiente. Las prácticas sostenibles en la agricultura, la energía y la planificación urbana contribuyen a un planeta más saludable y, por extensión, a poblaciones más sanas. Los gobiernos que adoptan políticas verdes no solo protegen el medio ambiente, sino que también invierten en el bienestar de las generaciones futuras.
3. Resiliencia Económica: La economía del bienestar fomenta la resiliencia económica al diversificar las actividades económicas y reducir la dependencia de industrias tradicionales, a menudo insostenibles.
4. Bienestar Social: Ante la ley de un squat, todos somos iguales, esto en analogía a un enfoque centrado en el bienestar también puede abordar las desigualdades sociales. El acceso a servicios de bienestar, como la atención a la salud mental, los alimentos saludables y los espacios recreativos seguros, debe ser inclusivo. Los gobiernos y empresas privadas que aseguran que estos servicios sean accesibles, independientemente de lo asequible, ingreso o estatus social, contribuyen a una sociedad más cohesionado.
Entonces… ¿cuál es el papel de las políticas y la regulación en la economía del bienestar?
Para que la economía del bienestar prospere, requiere políticas y regulaciones de apoyo. Los gobiernos pueden desempeñar un papel fundamental al crear entornos que fomenten el crecimiento de las industrias del bienestar, asegurando al mismo tiempo que estas industrias operen de manera ética y sostenible. Esto incluye regular la comercialización de productos de bienestar para evitar la desinformación, proporcionar subsidios o incentivos a las empresas que promuevan el bienestar e invertir en infraestructura pública y privada que apoye un estilo de vida saludable, como parques, gimnasios e iniciativas de aire limpio.