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EU domina la inversión extranjera en América Latina; China acelera en comercio

Estados Unidos aporta 38% de la IED en la región; China solo 2%, pero gana terreno como socio comercial clave en América Latina.
jue 24 julio 2025 05:55 AM
Trump y Xi
Las opciones para el líder chino son amplias, de acuerdo con los analistas, y van desde hacerle la vida imposible al mandatario estadounidense a tenderle la mano.

En el nuevo tablero geopolítico, América Latina y el Caribe es un terreno fértil para una batalla silenciosa, pero decisiva. Estados Unidos y China cruzan fichas con ritmos distintos, pero con la misma intención: ganar influencia en una región que ofrece materias primas, cercanía logística y márgenes de maniobra en un mundo cada vez más polarizado. La disputa no sigue una sola ruta. Washington domina la inversión. Pero Beijing le arrebata terreno en comercio.

Durante 2024, la región captó 188,962 millones de dólares en inversión extranjera directa. De ese total, Estados Unidos aportó 38%, lo que confirmó su liderazgo como principal socio financiero. En contraste, China apenas representó 2% del total, según cifras de la Cepal.

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El gigante asiático no se apresura en grandes desembolsos de capital, consolida su presencia en el comercio. En 2024, sus exportaciones hacia América Latina y el Caribe alcanzaron casi 245,000 millones de dólares, de acuerdo con la Administración General de Aduanas china.

La cifra revela algo más que un aumento coyuntural. De forma gradual, China ya superó a Estados Unidos como principal proveedor de varios países sudamericanos: Brasil, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Uruguay y Venezuela. El acero, los vehículos eléctricos, los químicos, los plásticos y la maquinaria ganan espacio en los puertos latinoamericanos.

Estados Unidos conserva el liderazgo regional en términos absolutos. En 2024, sus exportaciones hacia el hemisferio occidental sumaron 540,000 millones de dólares, según la Oficina del Representante Comercial. Pero el peso real se concentra en México. Seis de cada 10 dólares exportados a la región se dirigieron al país vecino, lo que lo coloca como un punto de tensión estratégica.

Aunque Washington conserva la delantera, el creciente flujo de productos chinos ya encendió las alertas.

La preocupación no gira solo en torno al T-MEC o a los orígenes de los insumos. Va más allá. Estados Unidos teme que la lógica comercial del sur cruce al norte. Que los caminos que China abrió con infraestructura y maquinaria en Sudamérica avancen sobre el terreno mexicano. Y, con ello, que el equilibrio regional cambie de eje.

Un análisis del Consejo de Relaciones Exteriores traza esa línea. La presencia de China en América Latina creció desde principios de siglo. El dragón rojo no solo vende. También presta, construye y extiende su red diplomática.

Sus empresas estatales se volvieron protagonistas en sectores como energía, infraestructura, telecomunicaciones y exploración espacial. En 2025, Beijing organizó una cumbre con líderes de América Latina y el Caribe. Ahí, el presidente Xi Jinping anunció una línea de crédito por 9,000 millones de dólares para nuevos proyectos en la región.

Para Washington y sus aliados, ese tipo de gestos no solo responde a intereses económicos. También apuntan a objetivos geopolíticos. Estados Unidos sospecha que China busca aislar a Taiwán, apuntalar regímenes autoritarios en Cuba o Venezuela y consolidar una base de aliados frente a los bloques occidentales.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca reconfiguró el tono. Si Joe Biden hablaba de “competencia estratégica”, la nueva administración ensayó una vía más directa: aranceles, sanciones y advertencias, no solo para China, sino para todo el mundo. Las tensiones escalaron.

Trump empuja avance de China

Ese nuevo tono puede jugar en contra. De acuerdo con la consultora Americas Market Intelligence, las medidas de presión estadounidense no frenan el avance del país asiático. Por el contrario, en varios países de América Latina, los exportadores chinos ganan cuota de mercado. Entre enero y mayo de 2025, sus envíos crecieron de forma acelerada, sobre todo en economías clave del Cono Sur. Los analistas prevén una expansión más profunda en los próximos años.

A medida que los vehículos eléctricos chinos ganan aceptación y sus productos tecnológicos se abaratan, la competitividad de China se fortalece. Beijing apunta a más empresas conjuntas, nuevos acuerdos bilaterales y proyectos de infraestructura estratégicos. La ruta de la seda cruza ahora por puertos latinoamericanos, con menos pompa que en Asia, pero con resultados igual de ambiciosos.

Una proyección del Atlantic Council, basada en modelos del Centro Pardee de la Universidad de Denver, ofrece escenarios. En el primero, Estados Unidos conserva el liderazgo comercial regional hasta 2035. Sin embargo, incluso en ese supuesto, el comercio entre América Latina y China crecerá casi el doble que el comercio mundial en ese mismo periodo. Superará los 700,000 millones de dólares.

En un segundo escenario, más probable si las tendencias actuales se consolidan, China desbanca a Estados Unidos como principal socio comercial de bienes en la región. Las proyecciones colocan a Washington 1.2% por debajo de Beijing en participación estimada para ese año.

Ese giro implicaría cambios estructurales. Los productos que hoy se exportan podrían transformarse. América Latina vendería más minerales críticos, más alimentos industrializados y más energía hacia el Este. La dependencia comercial, hasta ahora marcada por el dólar y los tratados con Estados Unidos, tomaría nuevos códigos, nuevas monedas y nuevas reglas.

China no necesita invertir tanto para ganar presencia. Prefiere instalarse en las aduanas. Cada contenedor, cada camión, cada pieza de maquinaria que entra a América Latina refuerza su huella. Y con cada contrato, el mapa económico regional se redibuja.

Mientras tanto, Estados Unidos se esfuerza por mantener el control.

Pero la mancha roja se extiende sin freno no solo en la región. Según el Lowy Institute, casi 80% de los países del mundo importan más productos desde China que desde Estados Unidos. El centro de investigación australiano trazó un mapa que muestra cómo el gigante asiático se convierte en el principal proveedor global, desplazando a Washington.

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