¿Qué es el 'Sistema B' y por qué las empresas se suman a este movimiento?
En 2015, Ximena Luna y Omar Landa crearon Rayito de Luna, una empresa que produce aceites, bálsamos y jabones para el cuidado personal. Además de generar utilidades, la nueva compañía tenía otros objetivos: evitar el daño ambiental y ayudar a pequeños productores mexicanos. Por ello, utilizaron agua pluvial en sus procesos, envases retornables, papel biodegradable para el empaque y, en lugar de usar derivados del petróleo o químicos, compraron ceras y aceites a campesinos de siete estados del país.
Rayito de Luna vendió 7,000 productos en los primeros dos años de operaciones. Esto significó ahorros por una tonelada de plástico y material no biodegradable, además se dejaron de emitir 18 toneladas de gases de efecto invernadero, según cifras de la compañía. Para legitimar su compromiso medioambiental y siguiendo una tendencia mundial, en octubre de 2017 la empresa se certificó como Empresa B, un aval que otorga la organización estadounidense B-Lab, que promueve la alineación de los intereses económicos con los de la sociedad.
“Cuando comenzamos a operar quisimos certificarnos, pero en México no existía el programa. Es un aval transparente, que genera un impacto positivo”, asegura Luna, CEO de la firma. Danone, Natura y Gap Inc. son algunas de las más de 2,500 compañías de distintos tamaños y giros certificadas como Empresa B, dice Ramsés Gómez, director ejecutivo en México de Sistema B.
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Se trata de un movimiento global que nació en abril del 2012 y ha registrado un crecimiento constante. "Por voluntad propia, las Empresas B modifican su acta constitutiva para elevar el impacto social a la par de los retornos financieros”, agrega Gómez. Su recompensa son el reconocimiento de consumidores y de los fondos de inversión de impacto. “La certificación es atractiva para atraer inversión”, reconoce Armando Laborde, socio de la aceleradora de empresas sociales New Ventures.
En 2017, la inversión de impacto fue de 35,526 millones de dólares con 11,136 operaciones, según la Encuesta Anual 2018 de la Red Global de Inversión de Impacto (GIIN, por sus siglas en inglés). “La herramienta es usada por muchos inversionistas para medir el impacto y es muy pertinente porque va actualizando sus parámetros con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas”, agrega Laborde.
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En México, Sistema B cuenta con el respaldo del Banco de Desarrollo de América Latina, Citibanamex y Promotora Social. Para certificarse, las empresas deben alcanzar un mínimo de 80 puntos en la evaluación de impacto, explica Gómez. B-Lab es el responsable del proceso, cuyo costo va de 500 a 50,000 dólares según la facturación de la compañía. Ésta debe entregar documentación de respaldo y del modelo de negocio. Una vez aceptada, firma un acuerdo de deberes y derechos, y tiene dos años para modificar sus estatutos, antes de la recertificación.
Al ser parte de una comunidad, las Empresas B tienen otros beneficios: hacen negocios con compañías de la misma red, venden a consumidores a través de un convenio entre Sistema B y Mercado Libre, y tienen acceso a materiales para mejorar sus procesos. También, coinciden los especialistas, atraen a talento que comparten los mismos objetivos y se convierten en compañías más resilientes antes crisis económicas.
Pero es la mejora continua su principal característica. “La certificación se convierte en un compromiso, porque te obliga a mejorar”, asegura Luna. “Con la evaluación y auditoría detectamos puntos débiles, como el seguimiento a proveedores y la gobernanza interna. Esto nos ayuda a reestructurarnos mejor. Nos certificamos con 83 puntos –tres más del mínimo necesario- y nuestro compromiso es recertificarnos con 100 puntos en octubre de 2019”.
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La start-up es una de las 29 Empresas B que hay en México. Gómez estima cerrar el año con 50 compañías certificadas, 20 están en ese proceso y 1,000 más están usando la herramienta de evaluación. En América Latina hay 369 certificadas, 38% más respecto al 2017, de acuerdo con el 'Reporte de Avance de las Empresas B' en la región.
El número de compañías que usa la herramienta de evaluación creció 58%, pero apenas 15% logra certificarse y en su mayoría (85%) son empresas con menos de 50 empleados. “Hay que hacer una fuerte difusión, muchas compañías desconocen la certificación y sus beneficios. Es un movimiento muy reciente que va a tomar auge, pero se necesita un poco de tiempo. Ayudará mucho que grandes empresas comiencen a sumarse para hacer ruido”, comenta Laborde.
Gómez es optimista. “Las compañías tienen la capacidad de usar su fuerza de mercado para resolver problemas sociales y ambientales”. Y entre éstas, empresas como Rayito de Luna juegan un rol importante. “No aspiran a ser las mejores empresas del mundo, pero sí las mejores para el mundo”.