El Túnel Emisor Oriente, el megadrenaje infinito de la Ciudad de México
A más de 100 metros bajo el nivel del suelo, en Tepeji del Río, Hidalgo, trabajan cerca de 200 obreros en turnos de 12 horas, por los que les pagan 150 pesos al día. Un obrero dice que lleva tres años sin un aumento de sueldo, “y mejor ni pedirlo, ya ve cómo están las cosas”, comenta.
Él es parte de las personas que construyen el que será el cuarto sistema de drenaje que ayudará a evacuar aguas negras y pluviales del Valle de México: el Túnel Emisor Oriente.
El proyecto inició como un proyecto de emergencia en 2008, cuando hubo cuantiosas inundaciones en Ecatepec, Estado de México. Se contempló que tuviera una longitud de 62 kilómetros, arrancando en el Río de los Remedios, y que desembocara en una planta de tratamiento en Atotonilco, Hidalgo.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) adjudicó el proyecto de forma directa, sin concurso de por medio, a un consorcio integrado por Carso Infraestructura, Lombardo, ICA y algunas subsidiarias de está última. “Somos empresas con gran experiencia en túneles”, justifica Adrián Lombardo, director general del consorcio.
Cuando se adjudicó el proyecto, se tenía contemplado que se concluyera en menos de cinco años y que la inversión total fuera de 11,035 millones de pesos. Hoy el monto es casi cuatro veces mayor: la inversión total será de 41,598 millones de pesos, de acuerdo con datos de Transparencia Presupuestaria. Es una de las cinco obras públicas más caras en construcción.
La obra se fondea anualmente con recursos públicos desde 2008, y la última asignación está programada el siguiente año. Pese a que Conagua asegura que el túnel iniciará a operar en 2018, la obra aún reporta un avance físico de sólo el 60%.
¿Cuál es la razón de este retraso y del sobrecosto?
El TEO se adjudicó como proyecto con carácter de emergencia, sin proyecto ejecutivo ni estudios geológicos a lo largo de los 62 kilómetros que recorre debajo del Estado de México y hacia Atotonilco, explica Lombardo.
“Originalmente este contrato no tenía un proyecto ejecutivo y el primer convenio es producto de esto. Lo que quiere decir que cuando se contrató no estaba dimensionado perfectamente el alcance real y lo que se iba a encontrar con la perforación”, dijo Roberto Ramírez, director general de Conagua, durante un recorrido reciente por el túnel junto a varios medios de comunicación.
Las tuneladoras no entran en el monto del contrato, pues Conagua compró seis con sus propios recursos. Lo más costoso, según Lombardo, ha sido hacer nuevos estudios en la tierra, pues se tenían muy pocos y no se sabía qué se encontraría en el siguiente kilómetro de excavación. Por ello, la obra se ha encontrado con continuos problemas. En algún momento, por ejemplo, una tuneladora se descompuso debido a que se topó con piedras redondas y de superficie lisa que eran casi imposibles de romper.
Los retos aún no están todos resueltos. Por ejemplo, la lumbrera 21A, uno de los 24 respiraderos de la obra, está en medio de un manto acuífero. Debajo, en el túnel, se ve que hay agua presionando con fuerza, y algunos de los prefabricados comienzan a tener filtraciones. Unos trozos de madera, no muy sofisticados, tratan de contenerlas. Los obreros las miran y se encogen de hombros.