El campo mexicano, listo para crecer con el biocombustible
El campo mexicano se prepara para beneficiarse de la producción de biocombustibles, especialmente del etanol, un líquido incoloro, de olor fuerte e inflamable que se obtiene por destilación de productos de fermentación de sustancias azucaradas como la caña de azúcar. Si los agricultores que se dedican a cosechar caña de azúcar destinan parte de su producción para el sector energético, podrán obtener mayores beneficios.
México tiene la capacidad de construir hoy 12 plantas para producir 120 millones de litros de etanol al año, y en un futuro abrirá otras 12 para biocombustible a base de caña de azúcar, dijo Carlos Torres, director general de Ciprof Energies.
Esto tendrá muchas ventajas, añadió. “Por un lado tendríamos una ‘bioeconomía’ donde el campo mexicano estaría creciendo, y tendríamos una industria para producir azúcar; y por otro lado, el biocombustible que en Estados Unidos y en el mundo se llama Advance, al ser sustentable, tiene muchas ventajas porque disminuye el 74% de emisiones de gases de efecto invernadero que hoy sufrimos en todo el mundo”.
Cada tonelada de caña de azúcar produce 80 litros de etanol, que puede ser para uso comestible, industrial o para el biocombustible.
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Hoy, México no permite utilizar el etanol en las principales zonas metropolitanas, bajo el argumento de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) de que hacen falta realizar más estudios que comprueben que no es dañino para la capa de ozono.
Sin embargo, en 2015, Carlos Torres inauguró una planta en Veracruz para producir 120 millones de hectolitros al año de etanol, y firmó un contrato recientemente con Pemex para los próximos 10 años. “Veracruz es el mayor productor de la caña de azúcar. Tenemos disponibles 220,000 hectáreas para sembrar caña para producir etanol en un perímetro no mayor a 100 km de donde está la planta. Vamos a generar más de 80,000 empleos indirectos y directos por lo que implica el tema del campo”, destacó.
Brasil, caso de éxito
Estados Unidos y diversos países de Centro y Sudamérica como Brasil han adoptado este uso del biocombustible en las últimas décadas.
En el caso específico de Brasil, lleva desde la década de los 60, cuando hubo un aumento de los precios en el petróleo y un programa del gobierno subvencionó la construcción de refinerías para la producción de etanol y dio incentivos fiscales para los autos ligeros.
“En Brasil, la producción viene de la caña de azúcar, distinto de otros países que usan el maíz”, comentó Larissa Calza, jefa de sector de energía y medio ambiente de la embajada de Brasil.
En 2003, el país comenzó a vender los carros flex, con un motor que funciona con gasolina, etanol o cualquier mezcla intermedia. Son los vehículos más baratos en Brasil.
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“En 2016 etanol es el responsable del 15.7% de la demanda energética y 17.5% de toda la demanda del sector de transporte. No parece tan grande debido a los vehículos pesados que usan diésel. En 2020, queremos que el uso pase del 15.7% al 20%”, agregó la diplomática.
En 2015, el área plantada para esta actividad fue de 10.1 millones de hectáreas de caña de azúcar, con las que se produjeron más de 748 millones de etanol.
“Parte de la cuestión es que muchas veces hay que añadir productividad, y no necesariamente se tiene que aumentar el área de plantío. Otro punto que puede influenciar la producción específica es el precio de la caña de azúcar, algunos productores cambian del etanol al azúcar y necesitan saber cuánto se necesita”, concluye Calza.