'Las 500' de Expansión: La nueva vida de ICA después del concurso mercantil
Bernardo Quintana admitió —durante un evento en marzo— que ha sido una experiencia traumática. En los últimos años, el empresario vio cómo ICA, la empresa que fundó su padre junto a un grupo de ingenieros civiles hace más de 70 años, y que llegó a ser la firma del sector más emblemática de México, entró en una situación que la puso al borde de la quiebra, agobiada por las deudas.
El inevitable momento llegó en agosto de 2017. La empresa solicitó el concurso mercantil para poder renegociar con sus acreedores pagos pendientes por alrededor de 66,000 millones de pesos. Pero nunca dejó de estar activa.
Poco antes, el presidente de la compañía había emprendido también la reestructura financiera y operativa de ICA, para lo cual tomó una decisión muy difícil: quitó a su hijo Alonso de la dirección general y contrató a Guadalupe Phillips, que venía de trabajar en la transformación de Televisa. La ejecutiva primero se hizo cargo únicamente del tema financiero, pero poco tiempo después la nombraron CEO.
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Su objetivo fue dejar una empresa de menor tamaño y con un manejo financiero más prudente, que se consolidara como una firma rentable, entrando con mayor fuerza a los proyectos público-privados para no depender al 100% de la obra pública.
Se trataba de simplificar, afirmó Quintana, luego de su asistencia al Congreso Nacional de Ingeniería Civil. “Habíamos entrado a temas de empresas avanzadas de primer mundo, y encontramos que se convirtieron en un gasto exagerado, y pues ahora vamos a tratar de llevar la compañía con más prudencia y menos despilfarro”, comentó a Expansión.
Mantener a la empresa en operación hizo más sencillo negociar sus deudas y asegurar la viabilidad futura, explicó Phillips en entrevista hace un año.
La estrategia dio resultados, y en marzo, apenas siete meses más tarde de declararse en impago, la empresa salió del concurso mercantil. El acuerdo significó una quita del 90.9% para los acreedores, quienes son ahora dueños de cerca del 60% de la firma, mientras que casi el otro 40% está en manos del fondo Fintech del regiomontano David Martínez, ya el mayor accionista de la empresa. Hoy, la constructora redefine el camino que tomará en su nueva etapa.
ICA ha salvado la mayor crisis de su historia, pero la empresa no volverá a ser la misma, dice Gustavo Arballo, expresidente de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC). “Afortunadamente, sale de estos problemas muy rápido con el concurso mercantil, que es un buen elemento para llevar a cabo este proceso sin que predomine el caos. Ahora, su futuro es seguir construyendo a diferente escala”. La compañía ha dejado de ser un gigante de la construcción y tendrá que aprender a competir en un escalón por debajo de lo que estaba acostumbrada, añade, frente a jugadores en el mercado “que comienzan a despuntar en estos años, como Carso (de Carlos Slim)”.
El plan de Phillips es participar en más proyectos de inversión público-privada. “Espero que en cinco años seamos exitosos en el sector privado. Hoy somos completamente obra pública. No necesariamente es sólo ser constructores para gobierno, sino para todo el sector”, dijo a Expansión. (Ahora, la empresa declinó dar entrevista).
La situación del sector también será distinta en el próximo sexenio. Las firmas constructoras sufrieron a lo largo de los últimos cinco años por la falta de inversión pública en infraestructura, pero también por la menor inversión de Pemex, que generaba un fuerte efecto multiplicador en la industria. Sin embargo, las propuestas de la mayoría de los candidatos presidenciales prometen incrementar el gasto público a cerca del 5% del PIB, y conjugarlo con inversión privada.
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Pero esto no será suficiente para revitalizar la actividad, opina Eduardo Ramírez, actual presidente de la CMIC. Según él, hace falta generar mejores condiciones de competencia para las empresas medianas, fomentar la planeación, impulsar el desarrollo de largo plazo e impulsar la capacitación de los empleados de la industria.
En esto último, ICA tiene largo camino recorrido —fue durante décadas la escuela de los ingenieros del país—, y eso le da una ventaja competitiva, añade Ramírez. “ICA tiene mucho personal con alta capacidad”, destaca. El reto para la empresa será sostener su crecimiento en el nuevo entorno y lograr proyectos más rentables que la obra pública tradicional. Este mismo enfoque lo han buscado las vivienderas que salieron de concurso mercantil hace un par de años, pero sólo una de ellas, Urbi, tiene éxito por el momento.
Su camino no será sencillo, ya que enfrentará una creciente competencia y deberá recuperar la confianza de las instituciones financieras y del mercado bursátil, sus dos principales fuentes de financiamiento.
Quintana se siente optimista y afirma que su intención es seguir al frente, aunque permanece con menos del 1% de la compañía. “Sabemos cuáles son los problemas, qué pasó y qué porcentaje de culpa tenemos —reconoció—. Ojalá vengan buenos tiempos, ahora que el mayor problema está ya en principio liberado. Tenemos ánimo de seguir adelante, y ahí vamos”.