Grupo R también tuvo que diversificarse y ha comenzado a explorar otros negocios, como el mercado eléctrico. La compañía no se dice del todo decepcionada de la reforma. La entrada de nuevos competidores al mercado le dio la oportunidad de dejar su dependencia de Pemex, sobre todo, después de que la compañía estatal, por decisiones del actual gobierno, abandonó los negocios en aguas profundas, una actividad en la que el grupo ha comenzado a ser especialista.
“¿Qué ha reflejado [la reforma] para nosotros? Un tema de internacionalización, nosotros estábamos enfocados a nuestro cliente principal, Pemex, y la reforma vino a exponernos y acercarnos a toda la industria de oil & gas que vino a México”, explica Salazar. Entre otras cosas, la firma trabaja para Shell en uno de los campos que ganó la anglo-neerlandesa en aguas profundas del golfo de México.
Las fuentes aseguran que la reforma no podría generar por sí sola un aumento en las actividades de compañías mexicanas. La falta de una política industrial de parte de la Secretaría de Economía y de reglas claras relacionadas con el contenido nacional han mermado la competitividad de los participantes nacionales.
Pero la costumbre de los prestadores de servicios mexicanos a la forma de trabajar de Pemex y su poco apalancamiento financiero derivado de la crisis financiera de la petrolera –de la cual aún dependen muchos– ha formado un círculo vicioso que no ha permitido a los industriales nacionales ser parte de la red cercana de proveedores de los gigantes del sector de hidrocarburos. “La gran mayoría de las compañías mexicanas pequeñas y medianas no tienen ni idea de cómo sortear todos estos procesos licitatorios con compañías extranjeras o internacionales porque están acostumbradas a las prácticas de Pemex”, dice Fausto Álvarez, exresponsable de la administración de los contratos petroleros adjudicados en las rondas de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH).
Los antiguos aliados de Pemex
Viejas conocidas de Pemex hicieron cambios en sus estructuras, formaron nuevas compañías y pujaron por un contrato. Diavaz, Cotemar y Diarqco son algunas de las que lograron ganar un área en la ronda 1.3, que fue diseñada exclusivamente para dar cabida a compañías mexicanas, según dijo Pedro Joaquín Coldwell, quien fuera máximo encargado de la política nacional, durante su discurso en un evento organizado para firmar algunos de los contratos de este ejercicio.
La ronda 1.3, calificada por fuentes del sector como la más sencilla de todas, prometía una producción en el corto plazo de 75,000 barriles de crudo al día. Toda derivada de campos maduros previamente ya explotados por Pemex. Pero ahora, cinco años después de adjudicados los contratos, los privados ganadores de esa licitación solo producen 3,307 barriles de petróleo al día, apenas 6% de la producción total de los privados, que en octubre fue de 55,000 barriles al día.
El 80% de esta producción corresponde a los dos contratos que ganó Lifting (aunque solo uno tiene producción), la compañía creada por Cotemar, una empresa que comenzó con la renta de embarcaciones para alojamiento de personal, para aprovechar la apertura del sector.
Lifting recibió el campo Cuichapa-Poniente, que poco a poco había sido abandonado por Pemex, con una producción cercana a 550 barriles diarios de aceite. Su última aportación, correspondiente a octubre pasado, fue de 2,527 barriles.
La empresa no compartió sus conclusiones a siete años de la reforma, pero asegura que continuará ampliando su portafolio de exploración y producción de hidrocarburos en tierra.
Diavaz, uno de los principales contratistas de Pemex, también ha logrado sumar producción, aunque de manera mínima. Barcodón, uno de los dos campos que ganó, suma poco más de 300 barriles de crudo.
Pero estas dos compañías, dicen varios entrevistados, son apenas una excepción en la industria, pues la mayoría de las empresas nacionales aún no logra ver consagrado el anhelo de convertirse en productoras.
Como muestra, en el año 2017 el consorcio neerlandés-mexicano conformado por las empresas Canamex Dutch, Perfolat de México y American Oil Tools renunció al campo Moloacán, que ganó dos años antes, después de llegar a la conclusión de que el modelo propuesto no era rentable. Y Diarqco, que tenía la meta de producir cerca de 6,000 barriles diarios, tras ganar las áreas exploratorias de Mayacaste y Calicanto, todavía no ha logrado sacar ningún barril de crudo.
“Sí se logró [crear una industria nacional], pero de una manera muy humilde. No te puedo decir que ya tenemos una industria nacional, yo le llamaría un piloto de industria nacional, pero ahí están empujando, son pequeños pero no dejan de aportar”, dice Layla Vargas, exdirectora general de contratos petroleros de la Secretaría de Energía.