Radelli, un físico nuclear de profesión y un veterano del sector –con cerca de 30 años en la compañía y una carrera iniciada en Francia–, llegó en mayo del año pasado a tomar la posición de director de ExxonMobil.
El italiano radicado en México define al mercado nacional como uno aún en proceso de maduración y con múltiples oportunidades para la compañía, no solo en el mercado de combustibles, sino en otras divisiones como los petroquímicos y los lubricantes.
Hoy, poco más de un año después de que asumió su nuevo rol, la compañía ha anunciado la apertura de su gasolinera número 500 en el país, que tendrá como ubicación un estado del centro de la República del que no dio más detalles.
El gigante estadounidense aperturó su primera estación en diciembre de 2017, ahora ya cubre 20 estados del país, con una estrategia centrada en en el norte y centro del país, y con una visión aún lejana para llegar al sur.
Datos de la compañía la sitúan en el tercer sitio entre las estaciones privadas en el país. Y el último conteo de la Organización Nacional de Expendedores de Petróleo (Onexpo), a septiembre del año pasado, ubica a la estadounidense en el quinto lugar, después de la estatal Pemex, BP, Oxxo Gas y G500.
Pero Radelli, que acepta que el crecimiento de la empresa es un poco más lento que el de sus competidores debido al modelo de negocio, defiende la posición de la compañía en el mercado. Y asegura que ningún otro competidor ha logrado crear una estrategia de suministro como la suya, ni abastecer a todas sus estaciones con combustible proveniente de tres de sus refinerías en Estados Unidos: Baytown y Beaumont en Texas, y Baton Rouge, Louisiana.
Una estrategia que le ha asegurado el suministro en momentos álgidos del mercado, como en enero de 2019, cuando la lucha contra el huachicoleo emprendida por el gobierno federal llevó a una escasez del producto en la mayoría del país, pero no en sus estaciones, en ese momento situadas solamente en la región del Bajío.
A diferencia de otras empresas que entraron al mercado mexicano con una estrategia basada en la compra de gasolina de la estatal Pemex e introduciendo de manera paulatina la que producen en el extranjero –hasta ahora ninguna empresa, además de Pemex, produce en México–, ExxonMobil inició sus operaciones en el país con combustible proveniente del sur de Estados Unidos.
El plan de la compañía también se ha basado en reunir a empresas locales especializadas en almacenamiento, transporte y distribución para crecer su cadena logística en el país.
La estadounidense no es dueña de las estaciones de servicio en el país, sino que se focaliza en crear cadenas de suministro entre empresarios mexicanos. Muchos de ellos trabajaban con la estatal Pemex hasta antes de la apertura del mercado con la reforma de diciembre de 2013.
Exxon importa el combustible desde sus refinerías y lo transporta –actualmente lo hace en buque y en ferrocarril con su socio Kansas City Southern– hacia las terminales de almacenamiento, en donde sus socios mexicanos se encargan del resto.
La empresa trabaja con nueve distribuidores mexicanos e importa sus gasolinas y diésel a seis terminales de almacenamiento, como la marítima de Tuxpan. También suministra de combustible a otras compañías privadas que poseen estaciones de servicio.
Pero su crecimiento pende de un factor, que es a la vez el éxito de la cadena de suministro de la marca en el país y el punto débil para su expansión: la inversión en terminales y otros elementos de logística son de terceros. “Nuestro crecimiento en el número de estaciones de servicio depende del crecimiento de la logística, el plan aquí es crecer nuestra capacidad logística y cuando añades una nueva terminal, entonces generas la oportunidad de poder crecer el mercado de estaciones en el área que la terminal que puede suministrar, pero es un proceso mucho más largo que poner nada más la marca”, dice Radelli.