Ese pánico del que habla Demchenkov ha dejado como un primer saldo un aumento exponencial en el precio de los combustibles. El nerviosismo sobre un posible cese en el flujo de gas desde Rusia aún continúa y ha hecho que la cotización de los principales energéticos suba de manera exponencial con grandes efectos en la economía mundial.
Canadá, Estados Unidos e Inglaterra anunciaron desde hace semanas el término de las compras de energéticos rusos, pero el viejo continente no puede hacer lo mismo. Demchenkov lo sabe, pero dice que los gobiernos deben de demostrar ante Rusia “posiciones realmente activas”. El viceministro ha pedido a Europa terminar con las importaciones de gas natural licuado, que, asegura, solo representa el 9% del consumo total del continente. Los gobiernos europeos ya han comenzado negociaciones para comprar este combustible de naciones como Estados Unidos, pero no han anunciado ningún cese a las compras desde Rusia. “Eso daría una señal poderosa a los rusos y a los mercados y tendríamos un efecto ético muy significativo en la sociedad”, ha mencionado. “Estamos esperando que nuestros compañeros europeos paren el uso de combustibles rusos”.
“Nosotros vemos mensajes en cualquier lugar respecto a que es complicado para nosotros no usar la energía rusa, pero vemos muchas oportunidades”, ha dicho Demchenkov. El viceministro ha propuesto aumentar la capacidad de almacenamiento de gas y petróleo en Ucrania, para que el país se convierta en uno de los principales puntos de suministro del continente.
La apuesta por el gas natural pasa factura a la Unión Europea
Europa ya ha fijado una agenda, pero han sido realistas y han apostado a reducir las importaciones desde Rusia de manera paulatina, pero con la mirada puesta a su erradicación total en 2030, el mismo año en que tendrían que alcanzar la neutralidad en sus emisiones. El continente, que se ha situado como el mayor impulsor de las legislaciones para detener el cambio climático, eligió el gas natural como combustible de transición –como muchas otras economías, incluso la mexicana– y ahora esa decisión está siendo costosa. Muchos países han decidido apagar sus centrales nucleares y de carbón. Utilizarlas de nueva cuenta podría implicar un costo político y económico, que pocos de los gobiernos están dispuestos a atravesar.
El discurso del viceministro ruso ha ido a la yugular del gobierno ruso, a quien ha acusado de pagar a políticos y cabilderos para implantar la sensación de temor entre la comunidad europea. “(Rusia quiere hacer creer) que la transición verde es un callejón sin salida y que ahora deben aumentar su nivel de combustibles fósiles y especialmente del gas ruso”, ha mencionado. El tono de voz al hablar sobre las acciones de Europa ha sido un poco más tenue, pero sin dejar de repetir en varias ocasiones que la falta de acciones más duras y sanciones hacia el gobierno ruso ha dejado saldos incalculables entre la población que alguna vez fue parte de la Unión Soviética. “Cada hora le cuesta una fortuna a nuestro país, no solo por la infraestructura. Cada hora Putin está matando a nuestros civiles y a nuestra gente. Ustedes ven miles de refugiados en su país, miles más podrían estar aquí si no paran a Putin”.
El funcionario de Ucrania, uno de los más jóvenes del gabinete del presidente Volodímir Zelenski, ha pedido también impedir que Rusia construya nueva infraestructura de energía nuclear fuera de su territorio y limitar la influencia del país en organismos internacionales como la Agencia Internacional de Energía Atómica. Rusia no es el principal productor de energía nuclear, pero a través de su corporación estatal Rosatom se sitúa como el principal exportador de este tipo de energía. De 2011 a 2022, Rusia ha construido 13 nuevas centrales nucleares, 10 de ellas están fuera de sus fronteras.
Demchenkov también ha puesto sobre la mesa dos propuestas polémicas: aumentar el uso de energía nuclear, algo que también ya ha sido propuesto por la Agencia Internacional de Energía –y que algunos gobiernos, como Francia, ya han optado– y priorizar la independencia energética de las naciones, incluso por encima de las metas de descarbonización.
Rusia no ha dicho que cortará los envíos de gas, pero ya ha limitado el mercado del combustible y ha hecho saber que no proporcionará a Europa cualquier monto por encima de las cantidades ya pactadas. Esto no resulta una pérdida para Rusia, toda vez que los precios de la molécula continúan al alza. Del lado europeo, los países se enfrentan al reto de almacenar todo el gas que le sea posible antes del próximo invierno e implantar medidas para el límite de consumo entre sus ciudadanos. Pero fuera de ello, no existen señales sobre sanciones más severas a la economía rusa, pese al discurso de solidaridad hacia Ucrania.
La invasión rusa a Ucrania ha hecho que se ponga de nuevo atención en algo que por momentos parece perderse de vista: Europa se permitió ser dependiente del gas y petróleo ruso, incluso de la energía eléctrica generada vía fuentes nucleares. Los gobernantes europeos en conjunto han dicho que han comenzado una corrección del rumbo, pero el camino será largo y la estrategia aún difusa.
“Tenemos que estar listos para vivir sin la energía rusa”, ha sentenciado Demchenkov.