Los vehículos eléctricos podrían representar 60% del mercado mundial de automóviles nuevos para 2030 –según proyecciones de Agencia Internacional de la Energía, IEA, por sus siglas en inglés– y las armadoras avanzan contrarreloj en el desarrollo de una nueva cadena de suministro de baterías de litio, mientras encaran un conjunto de desafíos relacionados con el precio y la sostenibilidad.
Un análisis de la consultora McKinsey calcula que la demanda de baterías de litio crecerá alrededor de 30% y se espera que la cadena de valor de la batería aumente hasta 10 veces entre 2020 y 2030. Esto incrementará la demanda de varios tipos de minerales poco abundantes, como níquel, cobalto o litio, además de otros más abundantes como cobre, manganeso o hierro.
Estados Unidos, China y Europa han estado reforzando las capacidades de producción de baterías de litio mediante financiamiento y recursos para la cadena de suministro de extremo a extremo, incluido el procesamiento y la fabricación de baterías para vehículos eléctricos. Pero para llegar allí, los países están tratando de diseñar cadenas regionales. China, por ejemplo, depende en gran medida de las importaciones de Indonesia, un importante exportador de níquel y otras materias primas, para mantener su producción manufacturera, incluida la fabricación de baterías.