Carrillo cuenta que hizo en México pruebas de la mano de algunos fabricantes, sin embargo, no obtuvo los resultados que quería para sus prendas, las que visualizó como una prenda con texturas y costuras diferentes para diferenciarse de otros productos similares que ya están a la venta en México.
Carrillo comenta que en México no encontró un fabricante que tuviera la certificación Oeko Tex, que avala que los textiles estén libres de químicos, y optó por fabricar sus diferentes modelos de calzones menstruales en una fábrica en China, otra en Bangladesh y una más en Corea.
“Quería que un diferenciador de mi marca fueran los modelos, colores y tipos de telas, que son de algodón, fibra de bambú, spandex y nylon, y querer tener tanta variedad nos obligó a tener diferentes fábricas”, comenta la fundadora de Peripa.
Un caso similar es el de Alexa Roca, que en 2019 fundó Muuns. Ella, con una inversión inicial de 2,000 dólares, buscó a un fabricante en China, en donde hizo un primer pedido de 60 calzones, que vendió en un mes. La razón, tampoco encontró en México un fabricante para este tipo de productos,
Con el crecimiento de las marcas en los anaqueles, en los que incluso jugadores multinacionales como Essity participan a través de su marca Saba, el desafío para las empresas textiles mexicanas es, por un lado, obtener las certificaciones y los textiles con las características que se requieren para hacer estas prendas, que entre otros, tienen diferentes niveles de absorción.
Aunque mudar la producción de Asia a México no tendría un impacto significativo para el precio de las pantaletas menstruales, que aún es alto para algunas personas. “Sólo me ahorraría en gastos de envío, no en precios de manufactura”, dice la fundadora de Peripa.
Mientras un paquete de toallas sanitarias desechables puede costar 40 pesos en el supermercado, un calzón material ronda los 400 pesos, aunque la variable es que puede tener una durabilidad de hasta tres años, según su calidad.