Pemex: el barril sin fondo para la hacienda pública
En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Pemex absorbió casi un billón de pesos de recursos públicos sin lograr una mejora sostenida. Este será un reto para la nueva gestión de la petrolera.
La cuantiosa apuesta del sexenio obradorista por la estatal Pemex de poco ayudó a modificar las cifras de la petrolera. Atrás quedaron las promesas de aumento en la producción, pago a los proveedores, una mayor rentabilidad y el rescate a las refinerías y en sí al gigante en general.
Seis años después las cifras dibujan una realidad distinta. El obradorismo inyectó más de 980,000 millones de pesos para el rescate de la compañía. Pero el objetivo no se logró.
El último dato que ha terminado con el optimismo del discurso que caracterizó la administración de Andrés Manuel López Obrador son las pérdidas por 430,102 millones de pesos entre enero y septiembre pasado. Aún sin representar el año completo, la cifra se ha colocado como la segunda más alta del sexenio pasado, sólo después de los más de 500,000 millones de pesos que perdió en 2020, el año más álgido de la pandemia, cuando la mayoría de las petroleras vieron sus ganancias y utilidades desplomarse hasta el suelo.
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Pero esta vez el petróleo no cotizó en valores negativos, ni se derrumbaron las ventas porque la economía estaba detenida.
Esta vez el resultado se ha debido meramente a las decisiones operativas y de estrategia de la administración que hace poco dirigía Octavio Romero Oropeza, porque incluso durante el periodo el precio internacional del petróleo vio un impulso al alza.
“La inyección de recursos era indispensable para mantener la empresa a flote y no detonar algún escenario de impago. Lo que no es positivo es que pese a los planes de reorganización, la empresa siga teniendo importantes pérdidas financieras”, dice el jefe de análisis de uno de los bancos que posee deuda de la estatal. “Fueron pérdidas muy amplias (las de los últimos tres trimestres) y no solo eso, fueron originadas en la división Transformación Industrial”.
El analista se refiere a la filial de la compañía que atiende los negocios de refinación y de fertilizantes, uno en el que el obradorismo decidió poner principal empeño: construyó la refinería Olmeca, compró el complejo de Deer Park a Shell, y rehabilitó los complejos de refinación y de producción de fertilizantes. En todo ello invirtió 364,000 millones de pesos, según cifras oficiales.
La apuesta por un negocio poco rentable
A cambio, la filial le ha dejado a la estatal –sólo en los primeros nueve meses de este año– pérdidas por casi 483,000 millones de pesos. Pemex TRI, como se le conoce a esta división de la petrolera, nunca ha sido rentable, pero los números en rojo acrecentaron durante los últimos seis años, cuando se fijó como línea prioritaria aumentar la producción de combustibles, algo que se logró apenas a cuentagotas porque nunca logró mantener el proceso de un millón de barriles diarios en sus complejos.
Y la producción de petróleo tampoco habla de un éxito en la estrategia. La administración obradorista quiso subir los números por encima de los 2 millones de barriles, pero las cifras no quedaron ni un poco cerca. Los últimos datos –a septiembre– indican que la producción de hidrocarburos cerró el sexenio en 1.751 millones de barriles al contar a los condensados. Sin ellos, la cifra es menor, de 1.481 millones de barriles.
En 2018, antes de iniciar el sexenio de López Obrador, la cifra de producción fue de 1.665 millones de barriles al día.
En un poco de contraste, en los últimos trimestres Pemex logró aumentar su rendimiento bruto y el resultado de sus operaciones, pero eso no fue suficiente. “Los resultados muestran dos aspectos contrastantes. Por una parte el apoyo del gobierno federal se mantiene para apoyar a la compañía, siendo su principal factor de fortaleza crediticia. Como contraparte, también refleja que la dependencia cada vez es mayor y que el espacio del gobierno federal para usar este mecanismo como fuente de apoyo a Pemex se está agotando”, dice el académico Víctor Goméz Ayala.
La deuda, el gran pendiente
La deuda financiera es otro de los pendientes con los que se ha ido el obradorismo. La deuda de la estatal cerró el trimestre en 97,3000 millones de dólares. La administración Octavio Oropeza había dicho que cerraría en 95,000 millones de dólares, pero el objetivo no se logró.
El cambio en la cifra podría ser positivo si se toma en cuenta los más de 105,000 millones de dólares con los que cerró el sexenio priista de Peña Nieto.
Pero hay otro pasivo que ha aumentado a más del doble y que alarma a una parte muy relevante de la petrolera, a los contratistas y proveedores. La deuda que la estatal tiene con este segmento más que se ha duplicado en los últimos seis años y el sector se encuentra prácticamente asfixiado. La deuda de Pemex con sus proveedores aumentó de 149,800 millones de pesos en 2018 a 402,874 millones de pesos al cierre de septiembre.
En su primera conferencia con analistas, la ahora administración designada por Claudia Sheinbaum ha refrendado el apoyo del gobierno federal hacia la petrolera. Dicen que diseñarán una nueva estrategia para la deuda y para que Hacienda respalde a Pemex. De ahí probablemente la tranquilidad de los inversionistas.