Pero una producción sin despuntar y un movimiento en particular cambiaron esa premisa. La razón detrás de ello es Zama, un campo descubierto en 2017 y definido por la mayoría de los analistas como “el activo más grande que actualmente tiene la petrolera en su portafolio”; y, por ahora, solo al lado del campo Trión, la única esperanza de gran magnitud que tiene para aumentar –o, al menos, mantener– sus números de producción.
Zaap, Quesqui y Tupilco Profundo, todos en la cima de la lista de sus campos que más producen, suman meses en declive y la tendencia no da señales de revertirse. Entonces, Zama se ha vuelto indispensable.
El proceso
A cada pregunta que se le hace, Baquero contesta de manera inmediata con una sonrisa que precede siempre una amplia respuesta. No se niega a responder ningún punto y coloca de manera regular una premisa: mientras otras compañías están en camino a la transición, Harbour continúa con el plan que ha ideado desde que se gestó hace una década, invertir en hidrocarburos.
Y en ese punto, en cuanto a las reservas, asegura que México tiene un papel “importantísimo”; que no cree en la necesidad de nuevas rondas petroleras, a diferencia de otros directivos.
“Si quieren o no tener más rondas, es una decisión soberana de México”, dice. “México no tiene tiempo para esperar y ensartarnos un debate que va a tener un impacto en 10 años. Para mí, donde tenemos que poner el foco es en lo que ya está descubierto y empezar a tomar esas decisiones de inversión en los próximos meses”, asegura el directivo.
La inglesa –denominada así porque está listada en la Bolsa de Londres– ni siquiera existía cuando la reforma energética de hace dos sexenios se esbozaba. Y ahora es una de las principales productoras privadas.
No participó en ninguna de las rondas. Tuvo su origen en 2014 como una compañía apoyada por fondos de inversión privados, pero sin activos por desarrollar y llevar a producción, aunque siempre con el objetivo fijado en petróleo y gas. En cambio, optó por un camino más corto y quizá con menos riesgo: comprar algunos que ya producían.
Así, Harbour se hizo de sus primeros dos activos en el mar del Norte británico, entre 2017 y 2019, que involucraron alrededor de 6,000 millones de dólares y a los gigantes Shell y ConocoPhillips. Dos años después, ya en el sexenio obradorista, llegó su incursión a México, con la compra de la petrolera Premier Oil que ya estaba en el consorcio original que descubrió Zama y del que, por cierto, poco queda.
En solo ocho años –de 2014 a 2021–, Harbour ya era una petrolera que reportaba una producción mundial de 175,000 barriles diarios. En 2024, con la compra de Wintershall Dea, por 11,200 mdd, ese volumen llegó a los 470,000 barriles diarios.
No era un secreto que los dueños del gigante alemán –incluida la también alemana petroquímica BASF, el principal accionista de Wintershall– estaban buscando formas de monetizar y entonces Harbour apareció en la escena y adquirió todos los activos, excepto los ubicados en Rusia. “Aquí lo interesante era que ambos estábamos en Zama”, dice el directivo.
Baquero asumió la dirección de la petrolera en el país hace apenas un par de meses, y, probablemente, de ahí viene la calma de quien también es vicepresidente ejecutivo de la compañía y que, hasta hace poco, vivía en Noruega. Era el jefe de estrategia y de fusiones y adquisiciones de Harbour en el momento en el que compró Wintershall Dea. No participó desde el inicio, pero lideró la parte final de la transacción, un paso que parece natural si se considera que México era un mercado incluido en la compra, ya que la firma era socia de Pemex en Zama.