¿Qué cambia?
Entre los puntos destacados de la nueva política de Trump está la eliminación de la meta, aunque no vinculante para los fabricantes, de que el 50% de los vehículos vendidos en el país fueran eléctricos para 2030. Esta intención, que había sido promovida como un compromiso clave para avanzar hacia la transición energética, no representaba una obligación legal. Sin embargo, Eugenio Grandio, presidente de Electro Movilidad Asociación (EMA), ve en la cancelación “un mensaje simbólico”.
Además, Trump ha decidido congelar fondos no asignados del programa de infraestructura de carga de vehículos eléctricos, el cual contemplaba un presupuesto total de 5,000 millones de dólares. Estos recursos estaban destinados a impulsar la instalación de estaciones de carga en todo el país, pero aquellos fondos que no habían sido autorizados hasta el momento quedarán inactivos, poniendo en riesgo el desarrollo de esta infraestructura clave y ralentizar la adopción de vehículos eléctricos en los próximos años.
Otra área afectada es la serie de incentivos financieros establecidos por el Inflation Reduction Act, una de las iniciativas más importantes en esta materia. Este programa otorgaba un incentivo fiscal de 7,500 dólares para la compra de vehículos eléctricos nuevos y 4,000 dólares para usados, siempre que cumplieran ciertos requisitos, como la fabricación en Norteamérica y el uso de componentes de países con tratados de libre comercio con Estados Unidos.
Por último, el plan impulsado por el expresidente Joe Biden también incluía apoyos para la fabricación de baterías en territorio estadounidense, como incentivos económicos por cada celda y módulo producidos. Aunque no se ha anunciado explícitamente su cancelación, la falta de claridad sobre el futuro de estos programas podrían impactar en el interés de los fabricantes de desarrollar una cadena de suministro en el país.
El ajuste de los fabricantes tradicionales
Incluso, antes de los recientes cambios de políticas anunciados por la administración de Donald Trump, la lenta adopción de vehículos eléctricos ya había llevado a algunos fabricantes a replantear sus estrategias. Ford, por ejemplo, decidió cancelar el desarrollo de un SUV eléctrico de tres filas de asientos a mediados de 2024, así como reducir la inversión destinada a vehículos eléctricos, pasando del 40% al 30% de su presupuesto anual de capital.
Esta medida se tomó después de que su división de vehículos eléctricos registrara pérdidas de 1,300 millones de dólares en el primer trimestre, lo que contribuyó a una disminución general en las ganancias de la compañía durante el mismo periodo de 2024.
“Los ingresos están cayendo más rápido de lo que podemos eliminar el costo”, declaró entonces John Lawler, vicepresidente y director financiero de Ford.
Antes del cambio de rumbo político impulsado por Donald Trump, varios fabricantes, además de Ford, ya habían comenzado a suavizar su postura sobre la electrificación. Su mensaje, antes centrado en liderar la transición hacia los vehículos eléctricos, comenzó a enfocarse en ofrecer a los consumidores la libertad de elegir la tecnología que mejor se ajustara a sus preferencias. Esta narrativa fue retomada recientemente por Trump, quien justificó el fin de los incentivos fiscales afirmando que ahora los estadounidenses “podrán comprar el coche que elijan”.
Los consumidores en Estados Unidos siguen prefiriendo los vehículos de gasolina, que en 2024 representaron el 92% de las ventas totales.
Tesla: un beneficiario inesperado
Elon Musk, CEO de Tesla, incluso ha adoptado una postura optimista al respecto. En su plataforma X, expresó su apoyo a la eliminación de los incentivos fiscales, argumentando que “la industria debe avanzar por mérito propio, no depender de subsidios”. Esto contrasta con su postura en 2017, cuando criticó la retirada del Acuerdo de París y defendió las políticas climáticas.
Hace ocho años, los incentivos fiscales eran esenciales para hacer competitivos los modelos de Tesla frente a los vehículos tradicionales. En aquel entonces, los costos de producción eran elevados y el mercado apenas comenzaba a aceptar esta tecnología. Aunque estos incentivos hacían sus modelos más competitivos frente a los vehículos tradicionales, también facilitaban la entrada de competidores al mercado de EV.
Con la desaparición de estos subsidios, Tesla, que ya cuenta con economías de escala y una base de clientes consolidada, podría ganar terreno frente a los fabricantes tradicionales que enfrentan mayores costos para expandir sus líneas de EV.
Un retroceso
Los críticos advierten que las políticas de Donald Trump representan un retroceso significativo en la transición hacia los vehículos eléctricos y, a largo plazo, podrían afectar la competitividad de los fabricantes estadounidenses en el mercado global.
Grandio destaca que, aunque Estados Unidos es el segundo mercado automotriz más grande del mundo, el resto del mercado global avanza rápidamente hacia la electrificación.
“Hay mercados como Noruega, donde los autos eléctricos (incluidos los híbridos enchufables) ya representan el 96% de las ventas, o China, con el 60%. Incluso países más pequeños como Costa Rica están en el 14%. En México, nuestras marcas asociadas alcanzan un 4.6% del mercado, y sumando a otras marcas llegamos al 5 o 6%”, defiende.
El desafío, dice Grandio, es estratégico. “Como empresa, tienes que decidir: ¿me concentro solo en Norteamérica o mantengo mis planes de electrificación para competir globalmente? Si detienes tus planes ahora, salir a competir en cinco o diez años será extremadamente difícil”.