De las calles a la pasarela: cómo vestir para una revolución
El 1 de febrero, tras las protestas violentas que dejaron daños por 100,000 dólares en las instalaciones de la Universidad de California en Berkeley, se canceló la presentación de Milo Yiannopoulos , el polémico analista político de extrema derecha y exeditor del sitio Breitbart.
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En un comunicado, la universidad atribuyó el incidente a "150 agitadores enmascarados", pertenecientes a un grupo anarquista conocido como el Black Bloc (Bloque Negro), que desataron la violencia en la manifestación, que había sido pacífica hasta que comenzaron a arrojar piedras a la policía, a lanzar cocteles molotov y a romper ventanas.
El atuendo del grupo (chamarras negras, gorros y máscaras) llamó tanto la atención como sus actos. Como en todas partes hay cámaras de circuito cerrado de televisión y de teléfonos celulares, el uniforme negro suele ser una forma de evitar que las autoridades identifiquen y procesen a los participantes: la ropa como herramienta estratégica y símbolo de desafío.
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A menudo se considera que la moda es un mundo superficial de consumo para llamar la atención y para obtener el respaldo de las celebridades, pero para muchas personas, la ropa puede tener implicaciones políticas muy graves.
"Se suele criticar al sector de la moda y a veces con razón. Pero de igual manera, la moda puede ser una herramienta política efectiva", dijo Jane Tynan, profesora de Estudios de la Crítica en la universidad Central Saint Martins en Londres.
"La moda es una forma de protesta potente porque crea un espectáculo visual que todos pueden ver, sin importar la clase, la raza, el nivel educativo o la posición social. Es tan efectiva, si no es que más, que simplemente ondear un cartel".
Una protesta silenciosa
Hay muchas formas de protestar. Mientras que el Black Bloc buscó evitar que los identificaran, Krista Suh y Jayna Zweiman buscaron ser ultravisibles al presentar el Pussyhat Project luego de que Donald Trump saliera victorioso en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos.
Al compartir los patrones de unas sencillas gorras rosadas, la misión de Suh y Zwiman era dar a las participantes de la Marcha de las Mujeres , que se llevó a cabo el 21 de enero en Washington, "una forma única de hacer una declaración visual colectiva que ayude a las activistas a que las escuchen mejor". En efecto, el dinámico mar de gorras rosadas se volvió una marca visual inolvidable en la Marcha de las Mujeres.
"Elegimos una gorra porque sabíamos que habría cámaras aéreas y la gorra se vería más que una pañoleta o un parche", dijo Suh.
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Suh dijo que para las gorras se inspiraron en otra prenda de protesta: el gorro frigio. Los revolucionarios estadounidenses y franceses usaron este gorro cónico, también conocido como gorro de la libertad, como símbolo de libertad y autonomía, "valores que tenemos en muy alta estima, especialmente ahora que están tan amenazados", dijo Suh.
Rebelión en la pasarela
Más allá de los movimientos populares en las calles, varios diseñadores de modas de alto perfil se han manifestado de formas más sutiles: usan los desfiles en las pasarelas y sus colecciones como vehículos de sus posturas políticas.
En 1984, la diseñadora y activista británica Katharine Hamnett llegó a la residencia oficial del primer ministro británico vestida con una camiseta en la que se leía: "EL 58% NO QUIERE A PERSHING" (refiriéndose a la instalación de misiles nucleares en ciertas partes de Europa) y sorprendió a la entonces primera ministra, Margaret Thatcher, a quien iba a visitar.
En 1977, Vivienne Westwood diseñó, vendió y usó una camiseta estampada con una suástica y una imagen invertida de Cristo en la cruz, supuestamente en protesta contra el sistema.
"Simplemente le estamos diciendo a la generación mayor: 'no aceptamos sus valores ni sus tabúes; son todos unos fascistas'", dijo Westwood a la revista Time en 2009.
"Westwood entendió realmente que las declaraciones interesantes de la moda vienen de las calles y del colectivo político, no de los diseñadores", dijo Tynan.
A través de su colección varonil otoño-invierno 2017, que se presentó en enero en Londres, la diseñadora abordó lo que llama "la podredumbre en los sistemas políticos" al enviar a sus modelos a la pasarela con prendas rotas deliberadamente, con lo que hizo referencia a un futuro distópico.
"Los políticos corruptos son todos iguales. Son los que siempre llegan al poder. Queremos poder popular y gobierno democrático", dijo Westwood a CNN durante el desfile.
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Con una táctica más delicada, Raf Simons usó la melodía This Is Not America, de David Bowie, para acompañar su colección para Calvin Klein a principios de febrero.
"Sí, creo que (la moda) puede ser una forma de resistencia —dijo Simons a la revista GQ antes del desfile, el primero para la marca—, pero no más que cuando cualquier persona que adopta una postura o que alza la voz".
Manifestaciones de orgullo
En septiembre de 2016, Ashish Gupta, diseñador londinense nacido en Nueva Delhi, aparentemente se inspiró en Hamnett porque, tras presentar una elegante colección con la que celebró la cultura, el oficio y las prendas deportivas contemporáneas de India, manifestó su postura con una camiseta estampada con una sola palabra: "INMIGRANTE".
"Estaba muy molesto por lo del brexit y los crímenes de odio que han ocurrido desde entonces en contra de las minorías", dijo en entrevista para la revista Teen Vogue después del desfile. "Me pareció que esta temporada era muy importante demostrar lo ricos que somos como sociedad multicultural y que la inmigración está muy mal entendida y estigmatizada".
De cara a su siguiente colección, Gupta se siente optimista respecto al poder político de la moda.
"El silencio ya no es opción. Si la moda alza la voz lo suficiente, entonces la política puede cambiar", escribió a CNN en un correo electrónico. "La idea de que el arte suele volverse la voz de la disidencia en épocas como esta me da esperanza".