El gusto artístico de Donald Trump: ¿imprimirá su estética en la Casa Blanca?
¿Cuál será el toque que Donald y Melania Trump imprimirán a la Casa Blanca en términos de gusto y estilo? Su departamento en lo alto de la torre Trump de Manhattan ha sido descrito por el crítico británico Stephen Bayley como un "amasijo kitsch rococó." ¿Servirá esa estética para la gran mansión neoclásica de la Avenida Pennsylvania 1600?
No es inusual que el presidente y la primera dama agreguen toques personales durante sus estancias. Teddy Roosevelt colgó cabezas de animales en el comedor. Jackie Kennedy renovó las habitaciones para celebrar la historia decorativa y arquitectónica de la Casa Blanca.
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Los Clinton tomaron prestado un abstracto tardío de Willem de Kooning y un "Pensador" de Rodin.
Michelle y Barack Obama añadieron una buena muestra del arte del siglo XX, gran parte de ella expresionismo abstracto estadounidense, procedente de museos o donados a la colección permanente de la Casa Blanca, con nombres como Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Josef Albers, Sam Francis, Louise Nevelson y Alma Thomas, la primera mujer afroamericana con obra en la Casa Blanca.
Sobre la chimenea en el dormitorio principal, los Obama colgaron una pintura del siglo XIX de James McNeill Whistler.
A sus 70 años, Donald Trump rara vez ha manifestado pasión por algún tipo de arte (aparte de "Trump: El arte de la negociación", su libro de 1987), aunque, según el New York Times, ha visto "Evita" hasta seis veces en Broadway.
Se podría decir que los edificios de Trump son su idea, casi primitiva, de lo que es el arte. En 2013, le dijo al Washington Post “tengo amigos que gastan cantidades ridículas de dinero en pinturas... prefiero hacer trabajos como éste (un nuevo hotel), y hacer algo que el mundo pueda apreciar".
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Al parecer le gusta el impresionismo… o al menos el impresionista que celebró prolíficamente la sensualidad femenina. Tanto el escritor Mark Bowden como Nicole Bryl, maquillista de Melania Trump, han informado que los Trump poseen cuadros de Pierre-Auguste Renoir.
Bowden escribió en Vanity Fair que, en 1996, Trump le mostró el interior dorado de su jet privado y señaló la firma de Renoir en una pintura; Trump no hizo ningún comentario sobre la obra, sólo su valor: "Vale 10 millones de dólares".
En un blog de 2012 para el Huffington Post, Bryl escribió sobre el "palacio/triplex de oro de los Trump" en la torre Trump, con "su majestuosa puerta dorada, los candelabros de cristal, pisos, mesas y baños de mármol, las pinturas de Renoir y las ventanas panorámicas del piso al techo".
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A Trump siempre le han gustado el mármol y el oro. Como todos sabemos, su marca a menudo está escrita en color dorado, en sus hoteles y torres, en el vodka, el vino y el agua de tocador y cualquier otra cosa que lleve su nombre.
Para su primera entrevista televisiva como presidente electo, se sentó en una silla dorada digna de Luis XIV.
El arte de los siglos XX y XXI le pasó de largo, a pesar de que su hija mayor, Ivanka, es una ávida coleccionista. (Obras de artistas estadounidenses más jóvenes como Dan Colen y Alex Israel han figurado en el fondo de sus imágenes de Instagram).
Pero hay al menos un artista que Trump parece admirar, en buen parte porque parecía favorecer sus negocios: el multimillonario escultor de la élite rusa, Zurab Tsereteli.
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Cuando su colosal escultura de Cristóbal Colón, "Birth of a New World", fue ofrecida gratuitamente a Nueva York a finales de los años 90, Trump fue un entusiasta defensor. "El bronce que lleva tiene un valor de 40 millones de dólares, y a Zurab le gustaría verla en mi desarrollo urbanístico West Side Yards", dijo Trump al New Yorker en 1997.
Nueva York declinó el regalo junto con otras cinco ciudades estadounidenses. La escultura finalmente encontró un hogar en Puerto Rico en junio pasado.
Cuando Trump tiene una aversión al arte (o a cualquier otra cosa), no mide sus palabras. Se ofendió profundamente ante el trabajo del artista inglés Chris Ofili, ganador del premio Turner. Cuando "The Holy Virgin Mary" (1996) de Ofili se exhibió en el Museo de Brooklyn en 1999, Trump se unió al alcalde Rudy Giuliani en rotunda condena.
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La pintura muestra una Madonna negra en un fondo dorado, envuelta en un manto pero con su pecho derecho expuesto (si bien cubierto con estiércol de elefante). Trump no se contuvo: ". No es arte. Es algo absolutamente grosero, degenerado", declaró al New York Daily News en ese momento.
El cuadro fue vendido por la casa Christie's en Londres en 2015 por 4.5 millones de dólares, convirtiendo a Ofili en uno de los pintores vivos más cotizados.
nullTrump y su primera esposa, Ivana, conocieron al artista pop Andy Warhol en su estudio neoyorquino The Factory, en 1981. Warhol escribió en su diario: "Es un sujeto machote (butch). No quedamos en nada, pero haré algunas pinturas de todos modos, y se las mostraré".
Ni tardo ni perezoso en la creación de marcas y la promoción de sí mismo, Warhol hizo una serie de ocho serigrafías de la torre Trump que esperaba colgaran encima de la entrada del departamento de Trump, hechas en negro, plata y oro con una pizca de polvo de diamante. Pero los Trump no se las compraron.
Warhol añadió a su diario: "Al señor Trump le molestó mucho que los colores (de la serie de serigrafías) no coordinaran". Y siguió: "Creo que Trump es un poco tacaño, tengo esa sensación".
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Desde su muerte en 1987, las obras de Warhol, dos de las cuales se han vendido por más de 100 millones de dólares, se han convertido en las más caras jamás vendidas en subasta. Tal vez las serigrafías de la Trump Tower valgan varios millones hoy, y probablemente su valor haya aumentado notablemente desde las elecciones.
Desde George Washington ha sido una tradición que los presidentes posen para un retrato al óleo. Aún estamos esperando ver el del presidente Obama, pero ¿quién pintará a Donald J. Trump?
Es un desafío fascinante, capturar a un hombre tan amado y detestado, visto por muchos como demasiado susceptible y polarizador. Sólo su cabello - esa maravillosa confección finísima - pide a gritos un examen forense de un maestro pintor.
El gran artista del foto-realismo Chuck Close, que ha pintado a los Clinton y trabaja a una escala masiva, es el candidato obvio, ¿pero aceptará? Podríamos ver cada folículo, cada imperfección, cada pliegue.
nullYa hay un par de retratos al óleo de Trump. Chas Fagan, un artista de Carolina del Norte, ha pintado a todos los presidentes estadounidenses - vivos y muertos - para una exposición itinerante patrocinada por el canal de cable C-SPAN.
Desde la elección, Fagan ha agregado rápidamente a Trump usando fotografías como referencia. De acuerdo con un comunicado, optó por "un semblante más suave en su rostro de lo que a menudo ofrece la fotografía de los medios públicos". Al igual que sus predecesores inmediatos, Trump está enmarcado dentro de un óvalo dorado.
También hay un retrato al óleo de finales de 1989 que ocupa un lugar destacado en el exclusivo Club Mar-A-Lago de Trump en Palm Beach, Florida, que parece haber sido hecho para una tarjeta navideña.
Trump luce alto, bronceado, guapo y pijo en un suéter de cricket, “su piel brillante como los pisos superiores de la Torre Trump en una puesta del sol", lo describió Mark Bowden en un perfil de 1997 de la revista Playboy.
El retrato, titulado "El visionario", fue pintado por un artista de Palm Beach, Ralph Wolfe Cowan . Cowan tiene la reputación de favorecer a sus modelos, entre los que están Elvis, la Princesa Grace de Mónaco e Imelda Marcos.
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En ese entonces, rondando los 40 años, Trump quedó muy contento con el cuadro. Cowan, quien hoy supera los 80 años, todavía acepta comisiones. ¿Estaría dispuesto a hacerlo otra vez?
Ahora hablemos con franqueza: la presidencia de Trump será extraordinaria. Ninguno de nosotros sabe lo que va a decir, a tuitear o a hacer. ¿Lo sabe él?
Nunca ha habido un millonario tres veces casado que es a la vez hombre de negocios y marca viviendo en la Casa Blanca.
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Vivirá en un inmueble que no tiene su nombre en grandes letras mayúsculas de oro estampadas en el exterior. Aún si exigiera su logotipo en el pórtico sur, seguramente no lo permitirían, ¿verdad? La Casa Blanca es la residencia ejecutiva, pero gracias a Jackie Kennedy, también es un museo de facto.
Ilustraciones de Daniel van der Noon