La controvertida historia de la soya y lo que la ciencia dice sobre ella
La soya o soja se ha vuelto un gran componente de una dieta basada en plantas, pero durante décadas se ha debatido si la soya realmente produce ciertos beneficios para la salud.
Algunos estudios han sugerido que el consumo de soya y productos a base de soya como el tofu beneficia la salud cardiovascular, la pérdida de peso y la prevención de ciertos tipos de cáncer.
Pero por otro lado, algunos estudios han sugerido que ciertos componentes de la soya podrían estar vinculados a la estimulación del crecimiento de las células del cáncer de mama. Además, la soya es una de las alergias alimentarias más comunes.
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¿Y qué sucede con la propiedad de la soya para reducir los bochornos? Ha habido estudios contradictorios sobre eso también, lo que deja a muchas personas con la interrogante de si la soya es buena, mala u obsoleta.
Este es un vistazo a la controvertida historia de la soya y lo que la ciencia dice ahora sobre ella.
La década de 1940: la raíz de la disputa
La soya contiene un compuesto estrogénico natural llamado isoflavona, que parece haber suscitado una tormenta de confusión alrededor de cómo la soya afecta la salud pública.
"Las isoflavonas se consideran fitoestrógenos, es decir, estrógenos vegetales", indica el doctor Omer Kucuk, oncólogo del Winship Cancer Institute de la Universidad de Emory, quien ha estudiado los beneficios de las isoflavonas de la soya.
Las isoflavonas forman parte de un grupo más grande de compuestos llamados flavonoides, y "hay muchos, muchos flavonoides en la naturaleza", dijo Kucuk.
Sin embargo, la evidencia de que las isoflavonas pudieran tener efectos nocivos apareció en la década de 1940, espoleando una de las primeras controversias en torno a la soya.
Un estudio de 1946 publicado por The Australian Veterinary Journal señaló que las ovejas que se alimentaban de un trébol subterráneo y rico en isoflavonas en Australia Occidental experimentaron problemas de fertilidad y de reproducción.
"El problema de reproducción parece ser de origen puramente nutricional", escribieron los autores del estudio. "Otra posibilidad es la presencia en el trébol de alguna sustancia que potencia el estrógeno natural del animal o estimula anormalmente su producción".
La infertilidad pudo haber resultado de un desequilibrio hormonal, provocado por el forraje que comió la oveja, según el estudio. Sin embargo, esto se encontró solo en las ovejas y no en los seres humanos.
Más adelante los investigadores realizaron otros estudios sobre estos efectos estrogénicos en varios animales de granja, y la industria de los forrajes desarrolló un interés en la soya.
La década de 1950: se usa la soya en la alimentación animal
Alrededor del 80% de la soya producida actualmente en Estados Unidos se utiliza como alimento para animales, dijo Kucuk. La soya es una industria multimillonaria que abarca continentes y alimenta millones de cabezas de ganado en todo el mundo, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, pero no siempre fue así.
En los años 50 la industria de la soya estaba comenzando a explorar cómo podría ser utilizada en la alimentación animal y cómo las isoflavonas podrían afectar a los animales.
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Para 1959, el aceite de sémola de soya era descrito como "una excelente fuente para estimular el crecimiento" de animales de granja jóvenes, como los pavos.
En las décadas siguientes los estudios se alejarían del papel de la soya en las dietas de los animales de granja para enfocarse en su papel en las dietas humanas.
La década de 1960: la industria crece en Estados Unidos
"El consumo de soya no es una cosa rara. Más de 2,000 millones de personas consumen soya todos los días", comentó Kucuk.
"Si juntas China, Japón, Corea y el sudeste asiático, tienes más de 2,000 millones personas, y estas personas consumen 20 a 30 veces más soya que el estadounidense promedio cada día de sus vidas", dijo el oncólogo. "Es parte de su dieta, y esto ha sido así no solo por cientos de años, sino por miles de años".
Con su larga historia en Asia, la soya emergió lentamente como una fuente común de alimento en Estados Unidos en la década de 1960. Durante este tiempo, los estados formaron grupos de la industria de la soya afiliados a la American Soybean Association, que financiaba investigación para encontrar usos para la soya y maneras de reducir los costos de producción.
La década de 1970: el aumento de la soja en la dieta estadounidense
A principios de los años 70, más estudios arrojan luz sobre el uso de proteínas de soya en los alimentos horneados y las propiedades funcionales de las proteínas de soya.
La American Soybean Association estableció su sede en St. Louis en 1978.
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Alrededor de ese tiempo y en los años siguientes, aparecieron estudios contradictorios sobre sus beneficios potenciales para la salud, creando confusión.
La década de 1980: aclarando la cuestión en estudios humanos y animales
Dos estudios en animales (uno sobre monos publicado en 1986 y otro sobre ratas publicado en 1987) sugirieron que las dietas de soya causaron un agradamiento del páncreas y se asociaron con el crecimiento de cáncer pancreático en esos animales.
En respuesta a esos estudios y otros, la División de Etiología del Cáncer del National Cancer Institute organizó un taller para discutir el estado de la investigación sobre la soya en relación con el riesgo de cáncer.
Después del taller, los participantes publicaron un informe en la publicación Cancer Research en 1989. Ellos escribieron que no había evidencia de que los alimentos derivados de la soya tuvieran efectos adversos en el páncreas humano.
Por el contrario, se observó que las poblaciones humanas con altos niveles de soya en la dieta tenían menores tasas de cáncer de páncreas .
Así que en los años venideros, los investigadores del cáncer promoverían los posibles beneficios en la prevención del cáncer de los alimentos de soya.
La década de 1990: el cáncer de mama, la conexión con la soya
Uno de los primeros de muchos estudios que sugieren que la soya contiene potencialmente beneficios anti-cancerígenos fue un estudio de 1991 publicado en el Journal of the American Dietetic Association.
Pero las cosas cambiaron en 1996. Ese fue el año en que un estudio piloto, publicado en la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers, & Prevention, sugirió que el consumo de proteína de soya podría estimular el crecimiento de las células del cáncer de mama.
Esta confusión acerca de si la soya es buena o mala para el cáncer emana del hecho de que las isoflavonas de la soya pueden imitar los estrógenos en el cuerpo y pueden unirse a los receptores de estrógenos, explicó el oncólogo Kucuk.
null"Algunas personas ingenuamente pensaron: ‘Bueno, como son estrogénicas, deben ser malas, porque el estrógeno provoca cáncer de mama’. Todos sabemos que en las mujeres, los niveles de estrógeno están asociados con un mayor riesgo de cáncer de mama", señaló.
"Hay dos receptores de estrógenos (en el cuerpo humano): alfa y beta. Alfa es el malo, es decir, si algo se une al alfa, puede aumentar el riesgo de cáncer de mama, porque hace crecer las células del seno. Pero beta, por otro lado, causa el efecto opuesto", dijo. "Las isoflavonas de la soya se unen preferentemente al receptor de estrógeno beta".
Aunque las isoflavonas de la soya se unen a ambos receptores de estrógenos, se unen preferentemente al buen receptor de estrógenos, enfatizó Kucuk.
Y agregó que más estudios indican que las mujeres en las regiones donde la soya se consume principalmente, como Japón y China, tienden a experimentar menores tasas de cáncer que las mujeres que consumen dietas occidentales.
Sin embargo, esos estudios no pondrían fin al debate sobre la soya y el cáncer, que continuó en los años 2000.
La década de 2000: más estudios sobre la soya y la salud
Otro estudio, publicado por la revista Cancer Research en 2001, sugirió que las isoflavonas de soya estimulaban el crecimiento de las células cancerosas de mama dependientes de estrógenos.
Luego, un artículo publicado en 2007 en la revista Cancer apuntó a una aparente falta de asociación entre la soya y el cáncer de mama. El ensayo sostenía que evitar el aumento de peso y limitar el consumo de alcohol reducía el riesgo de cáncer de mama.
Pero hubo otros beneficios también, incluyendo que sustituir con spya la comida chatarra en nuestra dieta puede ayudar a evitar el aumento de peso, según una investigación publicada en 2004 y en 2009.
Por esas mismas fechas, la proteína de soya y las isoflavonas también cosecharon la atención por tener un posible papel en la mejora de la salud cardiovascular .
Un artículo de la American Heart Association (AHA) publicado en la revista Circulation en 2006 encontró que "los productos de soya deberían ser beneficiosos para la salud cardiovascular y la salud general debido a sus altos niveles de grasa poliinsaturada, fibra, vitaminas y minerales y bajos niveles de grasas saturadas".
Pero luego, en 2008, la AHA declaró que no había suficientes pruebas para afirmar un fuerte vínculo entre la soya y el riesgo reducido de enfermedad coronaria.
"La soya tiene las propiedades antioxidantes que pueden reducir nuestro colesterol LDL, básicamente el colesterol malo", advirtió Jenna Stangland, dietista certificada en Twin Cities Orthopaedics en el área de Minneapolis. "No aumenta necesariamente nuestro HDL, o colesterol bueno", agregó. "Pero sabemos que es capaz de reducir ese colesterol malo, y evita que el colesterol malo se oxide. Cuando el colesterol malo se oxida, termina atascando nuestras arterias".
A mediados de los años 2000, la investigación ofreció más información sobre cómo la ingesta de soya puede afectar la función tiroidea.
La evidencia sugería que la soya puede interferir con la capacidad del cuerpo para absorber una hormona tiroidea sintética a menudo utilizada para tratar el hipotiroidismo. En general, se recomienda esperar cuatro horas antes de consumir cualquier producto de soya después de tomar la medicación de la tiroides, de acuerdo con la Clínica Mayo.
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Además, algunos estudios han apuntado que comer alimentos de soya puede ayudar a reducir ciertos síntomas de la menopausia como los bochornos. Pero otros han insinuado lo contrario.
Un ensayo en la revista Menopause, publicado en octubre de 2010, pidió más estudios clínicos para evaluar el papel de las isoflavonas de la soya en la salud menopáusica.
"Hay resultados mixtos de los efectos sobre las mujeres de mediana edad", escribieron los autores en relación con la soya.
Mientras tanto, a medida que los tipos de alimentos de soya consumidos por los estadounidenses continuaron expandiéndose y diversificándose, los expertos notaron que la forma en que se comía la soya afectaba lo beneficioso que pudiera ser para la salud.
La década de 2010: Soya natural, procesada y fermentada
"Sabemos que es una proteína beneficiosa y una fuente de grasa saludable gracias a la mayor investigación que demuestra los beneficios de una dieta basada vegetales," dijo la dietista Stangland. "Veinticinco gramos de soya al día es una buena estimación o una buena pauta al tratar de incorporarla a lo que estamos comiendo", comentó.
No obstante, agregó que mientras los productos naturales de soya ofrecen beneficios para la salud, los alimentos procesados de soya son una historia diferente.
"Creo que la leche de soya estaría bien, y el tofu y el tempeh y el edamame. Una vez más, los que están más en el lado natural", dijo Stangland.
"Luego están todos esos productos veganos y vegetarianos, como cuando se utiliza esa soya para hacer una hamburguesa de carne y no lleva sólo soya sino un producto de soya adicional para convertirlo en una hamburguesa, allí es donde está más procesada", dijo. "Cualquiera de las barras y polvos que están manipulados no nos dan los mismos beneficios que estamos encontrando en la investigación".
En otras palabras, los beneficios que uno obtendría de los alimentos de soya dependen de la forma en que esté preparada, dijo la doctora Cate Shanahan, médica de familia residente en Newtown, Connecticut, que también consulta como nutricionista a los Lakers de Los Ángeles.
"En los países asiáticos, la mayor parte del tiempo usan la soya en un platillo tradicionalmente fermentado, lo cual en cierto grado tiene un perfil nutricional diferente", advirtió Shanahan, autora del libro "Deep Nutrition: Why Your Genes Need Traditional Food".
"La fermentación solo significa permitir que los microbios trabajen en la comida... Los microbios hacen los aminoácidos que necesitamos, ellos hacen una variedad de ácidos grasos, también hacen muchas vitaminas", explicó. "Así que, cuando tienes un producto de soya fermentada, estás recibiendo más de esos nutrientes en cantidades masivas que el producto no fermentado".
Hoy, conforme los estadouniden
ses están comprendiendo mejor la soya, la incertidumbre sobre la conexión entre la soya y el cáncer finalmente parece haber sido resuelta en nuevas investigaciones.
2017: "Este estudio resuelve el argumento"
Después de todo la soya no representa un riesgo para las mujeres con cáncer de mama, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Cancer el lunes 6 de marzo.
Por el contrario, en realidad podría estar asociado con un menor riesgo de muerte durante un periodo de nueve años, afirma la Dr. Fang Fang Zhang, epidemióloga y profesora asistente en la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de la Nutrición de la Universidad de Tufts.
"Los resultados de nuestro estudio y los de otros son consistentes, el consumo de alimentos de soya en mujeres con cáncer de mama no tiene un efecto perjudicial sobre el pronóstico o la supervivencia", dijo Zhang, autora principal del nuevo estudio.
El estudio incluyó datos de 6,235 mujeres estadounidenses y canadienses con cáncer de mama, incluyendo sus dietas y tasas de supervivencia y mortalidad por cáncer entre 1995 y 2015. Los datos provienen del Breast Cancer Family Registry, una base de datos internacional financiada por el National Cancer Institute.
Zhang y sus colegas analizaron los datos, examinando de cerca la dieta de cada mujer y los resultados de supervivencia, los cuales fueron rastreados durante periodos de seguimiento de 113 meses (o aproximadamente 9.4 años) en los datos.
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Los investigadores controlaron otros factores que podrían influir en las tasas de mortalidad, como la situación socioeconómica, el ejercicio, el peso y los hábitos como fumar o beber alcohol.
Luego, los investigadores clasificaron a las mujeres en cuatro grupos basándose en la cantidad de isoflavonas que consumían a través de los alimentos de soya.
Los investigadores descubrieron que las mujeres en el cuartil más alto -que consumían más isoflavonas, aproximadamente de media porción a una porción por semana- tenían un 21% menos de probabilidades de morir en comparación con el cuartil más bajo durante el período de nueve años en que los datos de mortalidad se midieron.
"Yo diría que este estudio es probablemente el más sólido que tenemos ahora para las mujeres estadounidenses, mostrando que el consumo de soya en pacientes con cáncer de mama no solo es seguro, sino también beneficioso", dijo Emory Kucuk.
Él escribió una editorial sobre el nuevo estudio en la revista Cancer.
"Los estudios anteriores se hicieron en mujeres asiáticas en China, Japón y Corea", dijo Kucuk. "Y la gente que critica la soya dirá, ‘Oh, bueno, puede que la soya prevenga el cáncer de mama en China y Japón porque lo comen toda su vida, pero en Estados Unidos no puede prevenirlo porque las mujeres estadounidense no lo comen desde la infancia, lo hacen después, y esto puede no ser beneficioso’. Bueno, este estudio resuelve ese argumento".
Kucuk agregó que se precisa de más investigación para conocer el impacto de los alimentos de soya en la salud pública.
"Se necesitan más estudios clínicos que investiguen tanto la prevención del cáncer -no solo el cáncer de mama, sino también otros tipos de cáncer- como un área donde las isoflavonas de la soya pueden ayudar, que es la prevención de los efectos secundarios de los tratamientos contra el cáncer, como la quimioterapia, la radioterapia, la terapia hormonal", afirmó Kucuk.
En su editorial, Kucuk señaló que la mayoría de los estadounidenses no consumen niveles apreciables de alimentos de soya, a pesar de que el país es el principal productor de soya del mundo, aportando cerca del 40% de la oferta global de soya.
"Imagina regiones de bajo nivel socioeconómico donde muchas mujeres tienen un alto riesgo de cáncer de mama, especialmente las mujeres afroamericanas, y, por ejemplo, podría haber algún gran estudio de salud pública donde las personas reciban vales para obtener leche de soya o se les den productos de soya con un descuento o algún tipo de política de salud", propuso Kucuk.
"Imagina, esto podría resultar en enormes ahorros para el sistema de salud", expresó. "Hasta ahora, sabemos que los alimentos de soya son buenos, son seguros, previenen el cáncer de mama y también mejoran los resultados de los tratamientos y disminuyen la mortalidad en pacientes con cáncer de mama".