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Los clientes morosos se multiplican en departamentales, mientras la banca los mantiene a raya

Las diferencias en la emisión de líneas de crédito, así como en los hábitos de compra y de pago, provocan que la morosidad de los usuarios de tarjetas departamentales y bancarias siga patrones distintos.
lun 15 diciembre 2025 05:55 AM
La trampa del “crédito fácil”: por qué se complica más pagar la tarjeta departamental que la del banco
El crédito departamental crece como puerta de entrada al financiamiento, pero también como foco de riesgo ante ingresos debilitados y mayor presión en temporadas de alto consumo. (Foto: andreswd/Getty Images)

Las carteras vencidas de las tiendas departamentales siguen creciendo y, a medida que se aproxima la temporada de mayor consumo del año, el deterioro se vuelve más visible. Con clientes presionados por un menor ingreso disponible, las cadenas se mantienen como puerta de entrada al crédito, pero también como el primer segmento donde se resiente el impago.

En la banca, el panorama es distinto. A pesar de enfrentar el mismo entorno económico, el índice de morosidad de las tarjetas se mantiene controlado. La diferencia no sólo obedece al perfil de cliente, sino también a criterios de otorgamiento más estrictos y a modelos de gestión de riesgo que se han endurecido desde la pandemia.

Para los analistas, el contraste entre ambos mundos refleja que la regulación, el acceso a información y los sistemas de cobranza bancarios han amortiguado el golpe del menor poder adquisitivo. Las tiendas departamentales, en cambio, operan con esquemas más flexibles, diseñados para atraer a consumidores de riesgo medio y alto, lo que también las expone más rápido a la morosidad.

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La presión es relevante por el momento del año. En periodos como el Buen Fin, el Black Friday-Cyber Monday o la temporada decembrina, las departamentales se convierten en un jugador clave. Pero el volumen de ventas puede convertirse en un arma de doble filo si la expansión del crédito no viene acompañada de mecanismos de control.

En los últimos meses, las cadenas han visto crecer el número de clientes que priorizan compras básicas y dejan de cubrir saldos en plazos. Mientras tanto, los bancos muestran una capacidad mayor para contener los atrasos y mantener su índice de morosidad en niveles saludables.

Regulación férrea vs. crédito flexible

Francisco Delgado, analista bursátil independiente, explica que la raíz del contraste está en la originación de los créditos. “Esto mismo te lleva a que tanto el perfil de cliente sea distinto y que las tasas de interés también lo sean”, dice. Añade que “las departamentales suelen captar clientes de mayor riesgo, a los que les cobran tasas más altas, y a veces hasta les dan más opción de refinanciamiento, lo que se conjunta para que se presente más el impago”.

El funcionamiento interno también influye. Las tiendas departamentales otorgan créditos flexibles que requieren menos análisis de riesgo y que, en muchos casos, ofrecen líneas más bajas. Esta fórmula facilita la entrada al financiamiento, pero limita la capacidad de filtrar comportamientos de pago.

Los bancos han seguido un camino opuesto. En los últimos dos años endurecieron criterios, ajustaron líneas y perfeccionaron sus modelos de originación, lo que ha contenido el deterioro incluso en un entorno de ingresos debilitados. El índice de morosidad bancario se ubicó en octubre en 3.32%, por debajo del 3.53% registrado un año antes, según la CNBV.

Liverpool es la única cadena que reporta públicamente su tasa de morosidad. A septiembre de 2025, el indicador se situó en 4.4%, un nivel manejable, pero en la franja del 5% que para los analistas representa el umbral de riesgo donde el impago comienza a acelerarse.

Aunque los porcentajes muestran un deterioro mayor en las departamentales, especialistas señalan que ambos sectores han mejorado sus herramientas de evaluación. Después de la pandemia, el uso del Buró de Crédito y la capacidad de calificar riesgos se volvieron una barrera para sobreendeudar a los consumidores más vulnerables.

El peso del cliente: perfiles, uso y prioridades

La diferencia clave está en cómo se estructuran los productos. La banca no sólo emite tarjetas, sino que opera créditos de nómina, personales, automotrices, hipotecarios y empresariales. Esa diversificación permite mantener modelos de cobranza y segmentación que reducen el impacto de la morosidad en un solo producto.

Algunos bancos ligan las líneas de crédito a las cuentas de nómina para asegurar el pago. Este mecanismo, autorizado por los usuarios, permite tomar el saldo mínimo en caso de retraso, lo que reduce de forma significativa la cartera vencida.

La experiencia de muchos clientes ilustra este mecanismo. “Vine al banco a actualizar mi tarjeta de débito y en la caja de la sucursal me comentaron que tenía pre aprobada una tarjeta de crédito. La acepté porque no tiene pago de anualidad porque aquí me depositan el salario”, dice Anai López.

Verónica Zepeda, profesora de la Escuela Bancaria Comercial, señala que esta relación entre nómina y tarjeta se ha vuelto más común. Explica que, en caso de retrasos, el banco puede cubrir el saldo mínimo y regularizar la cuenta de inmediato. “Otra de las razones más comunes es que al liquidar el saldo para no generar intereses o el pago mínimo, las personas pueden pagar servicios básicos o servicios personales, por lo que cubrir el importe de este tipo de tarjetas tiene prioridad al pago de las tarjetas departamentales”, añade.

Las departamentales también desarrollan mecanismos propios para medir a sus clientes, aunque con objetivos comerciales más inmediatos. Suburbia, por ejemplo, ofrece una tarjeta de “abonos pequeños” antes de extender un plástico tradicional, con un esquema que pide un pago inicial del 10% de la compra y cobra un interés menor al 4%.

Ese modelo no ha frenado el consumo. En el tercer trimestre del año, Suburbia creció 4% en ventas mismas tiendas y el 35.3% de sus compras se realizaron con su tarjeta. Y en Liverpool, la mitad de las ventas dentro de tienda —50.7%— se cierran con sus plásticos.

Sin embargo, esa activación del crédito también puede agravar la carga mensual de los usuarios. Según Delgado, el uso de meses sin intereses en artículos de consumo cotidiano eleva la probabilidad de que los clientes pierdan el control del calendario de pagos. En contraste, los tarjetahabientes bancarios concentran más sus compras en bienes de mayor valor, lo que implica mayor planeación y menos dispersión de adeudos.

La diferencia se acentúa cuando se analiza la composición de clientes. “En la morosidad de departamentales tienes a los clientes de Liverpool, pero también a los de Coppel. En la morosidad de banca tienes, sí, a los de anualidad cero con créditos pequeños, pero también a los tarjetahabientes de las gold, black y American Express con límites ridículos y que raramente se atrasan o pagan el total de sus deudas”, declara el analista.

El contexto muestra que los bancos han logrado sostener un índice de morosidad más estable, aunque enfrentan la misma pérdida de capacidad de pago en las familias mexicanas. La diferencia se explica más por la estructura del negocio y la regulación que por la coyuntura económica.

Las tiendas departamentales, pese a su papel clave como primera escala del crédito en México, enfrentan un cierre de año con presión creciente. Y aunque la morosidad no ha llegado a niveles que prendan alarmas sistémicas, la tendencia al alza coloca a las cadenas frente a la urgencia de reforzar sus herramientas de evaluación y cobranza.

La disparidad entre ambos sectores revela que el crédito al consumo en México sigue fragmentado. En un extremo, una banca que ha fortalecido sus filtros; en el otro, un comercio minorista que crece con un portafolio más riesgoso y un consumidor cada vez más ajustado.

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