En Materiamist, esta oportunidad fue desaprovechada. La agencia de comunicación, fundada y liderada por Federico Quinzaños, tenía una encomienda: realizar una campaña de publicidad que impulsara la reactivación económica y turística de Acapulco. Sin embargo, falló.
‘Mom I’m in Acapulco’ ('Mamá, estoy en Acapulco') dejó un mal sabor de boca. La pieza creativa lanzada en redes sociales, que tenía como objetivo cautivar a los millennials y centennials e invitarlos a visitar el puerto de Guerrero para escribir sus propias historias, recibió críticas por no mostrar los paisajes, los habitantes y las principales atracciones del destino.
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En su lugar aparecen jóvenes bebiendo, jugado golf, en fiestas, nadando y paseando en yates y automóviles. La imagen innovadora, fresca y disruptiva que se quería transmitir en la campaña no fue percibida por los internautas.
“No promueve el estado. La campaña hace énfasis en un estilo de vida. No muestra Acapulco y eso lo vemos en las tomas cerradas. Hay un baño, una regadera, un yate, pero jamás vemos los paisajes del puerto“, explica César Enríquez Morán, presidente de la Global Marketing Assocation (GMA).