Menos de una hora después, sobrevino el tsunami que terminó de destruir lo poco que quedaba en pie, con olas de hasta 10 metros que arrasaron poblados como Puerto Saavedra, Corral y Queule.
Quince horas más tarde, las olas cruzaron el Pacífico y llegaron hasta pueblos costeros de Japón, donde mataron a más de 130 personas, pasando por Hawai, California y Nueva Zelanda, donde se cobraron otras víctimas.
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Y como si no fuera suficiente, 33 horas después se produjo la erupción del complejo volcánico Cordón Caulle.
Según al Instituto para la Resiliencia ante Desastres, el terremoto dejó más de 5,700 muertos y daños por más de 700 millones de dólares.
Buena construcción sin cultura de desastre
Desde antes de esa tragedia, Chile ya había comenzado a avanzar en normas de construcción antisísmica, pero el megaterremoto le dio un impulso definitivo. Hoy, es uno de los líderes en esta materia, con el desarrollo de mecanismos de disipación y amortiguación sísmica.
"Cada uno de los terremotos en Chile ha marcado un hito pero el del 60 ha sido el más grande respecto a la modernización y actualización de las normas sísmicas de construcción", dice a la AFP Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional.
Pero no pasa lo mismo con la cultura antisísmica de prevención.
"Después del 60, se empezaron a preocupar de cómo construir mejor y eso se ha logrado, pero las tareas pendientes son habitar zonas seguras y la cultura antisísmica", señala Magdalena Radrigán, investigadora en política y gestión de desastres.