El jefe del Pentágono rechaza desplegar el ejército para frenar las protestas

Contrario a las declaraciones de Donald Trump, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, dijo que el uso de militares debía ser el último recurso.

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, dijo este miércoles que no concuerda con invocar la ley de insurrección para desplegar a fuerzas militares con el fin de controlar las protestas en el país, y añadió que lamenta el uso de la expresión "campo de batalla" para referirse a los disturbios.

Esper también dijo que no sabía que sería parte de un acto el lunes junto al presidente Donald Trump en que fuerzas de seguridad despejaron un parque en las afueras de la Casa Blanca donde se realizaban manifestaciones pacíficas, a fin de que el mandatario pudiera tomarse una fotografía frente a una iglesia sosteniendo una biblia.

"No apoyo que se use la Ley de Insurrección", indicó Esper en una rueda de prensa, dos días después de que el presidente Trump indicó que podría desplegar a los militares para sofocar las movilizaciones.

El jefe del Pentágono indicó que el uso de fuerzas militares en activo "sólo deberían ser usadas como un último recurso y sólo en las situaciones más urgentes y graves".

"Siempre he creído y sigo creyendo que la Guardia Nacional es más adecuada para prestar apoyo interno a las autoridades civiles en estas situaciones", dijo el secretario de Defensa, en referencia al contingente de reservistas.

Esper reconoció el martes a la cadena de televisión NBC que cuando le pidieron ir en el séquito del presidente, no sabía a dónde iban.

"Pensé que íbamos a hacer dos cosas: ver algunos daños (causados por los manifestantes) y hablar con las tropas", dijo Esper.

Las protestas continúan, ahora contra Trump

Casi diez días después de la muerte de George Floyd, un ciudadano negro que fue asfixiado por un policía blanco en Minneapolis, las movilizaciones seguían en las grandes ciudades como Washington, Nueva York, Houston y Los Ángeles, entre otras, pese al toque de queda decretado después de los disturbios del fin de semana.

Estas movilizaciones alcanzaron una dimensión no vista desde la década de 1960 durante las protestas por los derechos civiles.

Las protestas se han intensificado y han encontrado un nuevo objetivo, además de la brutalidad policíaca: el presidente Donald Trump.

Pese a incidentes aislados, las escenas que predominaron el martes fueron de manifestantes marchando con las manos en alto y cantando consignas recordando la muerte de George Floyd durante su detención por la policía de Mineápolis la semana pasada, o arrodillados frente a las fuerzas policiales.

Todo esto antes de comenzar el toque de queda que rige en unas cuarenta ciudades del país, que miles de personas desafiaron, aunque sin que se registrasen, salvo algunos altercados, las escenas de violencia y saqueos que han dominado las últimas jornadas.

En Portland, Oregón decenas de personas protestaron tiradas en el suelo con las manos a la espalda, como estaba Floyd antes de morir, cuando el policía blanco le presionaba el cuello con la rodilla al detenerlo, y en Nueva York muchos de los manifestantes fueron los que se arrodillaban ante los agentes.

Pero en muchas ciudades la protesta incluía ahora al presidente Trump, después de que el lunes reclamase a los gobernadores mano dura contra los manifestantes, amenazase con utilizar el Ejército contra ellos y ordenase dispersar una protesta en el parque Lafayette, frente a la Casa Blanca, para aparecer, biblia en mano, ante una emblemática iglesia baptista en una demostración de fuerza.

"No tienen vergüenza, en la Casa Blanca hay un racista", coreaban hoy los manifestantes junto a ese lugar, frente a una cerca de dos metros y medio instalada ahora para impedir el paso al parque situado frente a la residencia presidencial.

La acción de Trump de salir de la Casa Blanca, recorrer el parque que los últimos días ocupaban los manifestantes y posar ante los fotógrafos con la iglesia detrás ha sido vista como una demostración de que controla la situación y un guiño a sus votantes.

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Sobre todo después de que un día antes surgiesen informaciones no confirmadas de que el viernes, cuando las protestas se endurecieron en la capital, se había refugiado en el búnker de la Casa Blanca.

Pero la crítica general a Trump es que parece que el horizonte de las elecciones guía todos sus actos sin prestar atención al problema de fondo, que es la impunidad y la cultura policial de violencia y falta de respeto por la vida, que es lo que moviliza las protestas.

"Es hora de restañar las heridas y la unidad, y el mejor modo de proteger los derechos civiles es evitar la escalada de la violencia", aseguraron en una declaración el gobernador de Colorado, Jarred Polis, y el alcalde de Denver, Michael Hanckok, ambos demócratas, sobre la amenaza de Trump de movilizar al Ejército.

También el jefe de policía de Houston, Art Acevedo, que el lunes marchó con los manifestantes en su ciudad, le respondió el martes a Trump que "si no va ser constructivo, por favor, cierre la boca".

Con información de Reuters, AFP y EFE