Líbano ya estaba en problemas antes de la explosión en Beirut

El país de Medio Oriente enfrentaba la peor crisis económica de su historia, falta de estabilidad política y los efectos de la pandemia de COVID-19.
Esta crisis ha hundido a la mitad de la población libanesa en la pobreza.

Las dos explosiones en el puerto de Beirut ya provocaron la muerte de 135 personas y dejaron más de 5,000 heridos según el último reporte oficial. Los destrozos se extienden por más de la mitad de la ciudad y solo son comparables con los de una guerra civil, indicó Médicos sin Fronteras. Todo esto llegó en el peor momento posible para Líbano.

El país ya vivía la peor crisis económica de su historia, así como un estallido social latente desde las manifestaciones de octubre de 2019. A esto, se suma también el embate de la pandemia de COVID-19, que ya tenía los servicios sanitarios colapsados.

A continuación revisamos los problemas que enfrentaba Líbano antes de la explosión del martes.

Una crisis económica sin precedentes

Una crisis económica sin precedentes que ha provocado que la moneda local, la libra libanesa, haya perdido su valor en más del 80% este año y un dolar que se paga seis veces más en el mercado negro que en el seco mercado oficial.

Un escenario que pasa por los ojos y la inacción del Banco Central libanés y el gobierno, mientras que el Banco Mundial estima en que el 50% de la población del país ya se encuentra bajo el umbral de la pobreza, después de que los precios de los productos básicos de la cesta de la compra se hayan duplicado.

Solo la inflación de los alimentos se disparó 109% entre septiembre de 2019 y mayo de 2020, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

En los últimos meses los libaneses de clase media, profesoras, funcionarios o enfermeras han sufrido las consecuencias de la pérdida del valor de la moneda y de la inflación en un contexto de despidos masivos y recortes salariales.

2,750 toneladas de nitrato de amonio provocaron las explosiones en Beirut

Según un sondeo del PMA publicado en junio, dos hogares de cada tres en Líbano vieron caer sus ingresos y un 42% de la personas consultadas se endeudaron para comprar comida o pagar un alquiler.

En esta situación, cada vez más libaneses afectados por el hundimiento económico acudían a organizaciones humanitarias, que atienden principalmente a los dos millones de refugiados sirios o palestinos que viven en el país.

"Es un terremoto. Hace 47 años que trabajo en Líbano en la ayuda humanitaria y nunca había visto algo igual", dice el doctor Kamel Mohanna, presidente fundador de Amel Association International.

Maya Terro, fundadora de Food Blessed, una oenegé libanesa que distribuye alimentos, teme ahora una explosión de la inseguridad alimentaria porque el puerto es el principal punto de entrada de productos importados.

"Líbano importa el 80% de su comida. Lo primero que pensé fue: 'estanterías de supermercados vacías, aumento de precios a causa de la escasez'", comentó a la agencia AFP.

Por si fuera poco, Beirut ha visto desde julio cómo los cortes de luz aumentaban por la falta de combustible, dejando, al acabar el día, una noche fantasmagórica en la ciudad.

Líbano tiene una ayuda económica bloqueada de 11,000 millones de dólares de CEDRE, la conferencia celebrada en París en 2018 en la que los donantes internacionales comprometieron esa cantidad a cambio de una serie de reformas estructurales que no se han cumplido hasta el momento.

Unas reformas que pide también el Fondo Monetario Internacional (FMI) en unas negociaciones estancadas desde mayo en las que el Gobierno busca asegurar más de 10,000 millones de dólares, una divisa que iba de mano en mano en el Líbano y que ahora ni los bancos reparten.

Este jueves, el FMI llamó al gobierno de Líbano a implementar las reformas estructurales para "salir del estancamiento" agravado por las explosiones del martes.

"El FMI explora todas las vías posibles para apoyar al pueblo libanés. Es esencial salir del estancamiento en los debates sobre las reformas esenciales, y establecer un programa significativo para la recuperación de la economía", dijo en un comunicado la directora general del FMI, Kristalina Georgieva.

El preside de Francia, Emmanuel Macron, dijo este jueves en una visita a Beirut que Líbano "seguirá hundiéndose" si no hay reformas.

"Hoy la prioridad es la ayuda, el apoyo incondicional a la población. Pero hay reformas indispensables en ciertos sectores que Francia exige desde hace meses, años", añadió el jefe de Estado francés. Y remarcó: "Si no se hacen esas reformas, el Líbano continuará hundiéndose".

Una olla de presión política

Las dificultades económicas fueron uno de los catalizadores de la revuelta de finales de 2019 contra los políticos acusados de corrupción e incompetencia.

Era el 17 de octubre de 2019 y, desde el centro de Beirut, salía una pequeña humareda visible desde todos los balcones de la capital.

La acompañaba un vocerío de un pueblo hastiado de la clase dirigente y que tornó rápidamente el ambiente en festivo. Aquella fue una fecha señalada para el Líbano en la que finalmente su población se unía contra un sistema sectario controlado por grupos confesionales, familias poderosas y una cultura clientelar.

Las manifestaciones provocaron la renuncia de Saad Hariri como primer ministro el 3 de noviembre de 2019.

Las cosas se complicaron pronto. El país se vio hundido en una parálisis política de dos meses, que fue resuelta con un jefe de gobierno respaldado únicamente por el grupo chií libanés Hezbolá y sus aliados, rechazado por la mayoría de la comunidad internacional.

Formado en enero de 2020, el gobierno de Hassan Diab, presentado como un gabinete de tecnócratas, es acusado por sus detractores de estar sometido al partido La Corriente Patriótica Libre, cuyo presidente es Michel Aoun, y al Hezbolá.

Esta semana, el gobierno libanés se ha debilitado aún más por la renuncia del ministro de Asuntos Exteriores, Nassif Hitti, un diplomático de carrera que denunció "la ausencia de voluntad real" para emprender las reformas.

La explosión del martes puede ser nuevo combustible para las revueltas, que habían sido apaciguadas por la pandemia y el cansancio.

"La pandemia había dado un respiro para la clase política", estimó la politóloga Karim Emile Bitar, que aseguró que la tragedia que tuvo lugar el martes dará "un nuevo aliento a la revolución".

"Los libaneses estarán más decididos a pedir a esta casta política corrupta que rinda cuentas", dijo a la agencia AFP. La analista cree que la segunda fase del levantamiento será "brutal" y puede "caer en la violencia".

Maha Yehya, directora del centro Carnegie-Medio Oriente, se muestra más medida: el drama podría también impulsar a más gente a exiliarse.

La pandemia, otra crisis

A esta tormenta, se ha añadido la crisis por la pandemia de coronavirus.

Un temprano y estricto confinamiento contuvo un incremento masivo de casos, aunque desde principios de julio ha cambiado el escenario al aumentar las infecciones a niveles no vistos desde que se detectó el primer positivo de la COVID-19 el pasado 21 de febrero.

Hasta este jueves se tiene registro de 5,672 casos y 70 muertes en un país de alrededor de seis millones de habitantes, de acuerdo con el recuento de la Universidad Johns Hopkins.

Con información de AFP y EFE