Shinzo Abe, el primer ministro que fue derrocado por la enfermedad

Pragmático y nacionalista, el político japonés logró permanecer en el poder durante casi ocho años, hasta que un padecimiento de su adolescencia lo obligó a dimitir. 
Su capacidad para resistir en el poder pese a verse salpicado por varios escándalos le valieron el apodo de "Teflón Abe".

El nacionalista y pragmático Shinzo Abe, de 65 años, había batido recientemente el récord absoluto de longevidad como primer ministro de Japón tras superar numerosos escándalos, pero ahora

Abe, en el cargo de manera ininterrumpida desde 2012, anunció este viernes que dimitirá al sufrir de nuevo colitis ulcerativa, una enfermedad intestinal inflamatoria crónica.

El premier japonés estaba en el punto de mira desde hace semanas, tras los informes de un semanario nipón sobre un problema de salud reciente del mandatario, que en los últimos meses había reducido sus apariciones públicas a actos oficiales y cuya gestión de la pandemia de COVID-19 había sido criticada internamente.

Las especulaciones se acrecentaron después de que el gobernante se sometiera el 17 de agosto a un reconocimiento médico de más de siete horas en el Hospital Universitario Keio de Tokio, el mismo centro al que acudió en 2007 antes de renunciar a su primer y breve mandato de un año, también por complicaciones de su colitis ulcerosa crónica.

Después de su breve primer mandato, que también terminó en medio de escándalos políticos, volvió a la jefatura de gobierno como un salvador en diciembre de 2012. Cerraba así el periodo en el que el centroizquierda ocupó el ejecutivo, entre 2009 y 2012, marcado por los luctuosos sismo y tsunami de marzo de 2011, que originó la catástrofe nuclear de Fukushima.

El primer ministro vio un cambio de era, con la abdicación en 2019 del emperador emérito Akihito y la subida al trono de su hijo, el emperador Naruhito.

Abe se hizo conocer en el extranjero por su estrategia de reactivación económica, conocida como los abenomics, lanzada a partir de 2012, en la que mezclaba flexibilización monetaria, masiva reactivación presupuestaria y reformas estructurales.

Durante sus años en el gobierno, el país acometió dos subidas del IVA, hasta el 10 %, la más reciente el pasado octubre.

Sin embargo, a falta de reformas realmente ambiciosas, este programa solo ha tenido éxitos parciales, ahora claramente eclipsados por la crisis económica causada por la pandemia del coronavirus.

Como "populista", Shinzo Abe no ha acometido reformas necesariamente "dolorosas", lo cual explica su longevidad en el poder, estima Masamichi Adachi, economista de UBS interrogado por la AFP.

Una estirpe política

Abe ha estado preparado desde muy joven para ejercer el poder, marcado por la historia familiar de dos generaciones de dirigentes políticos antes que él.

Nacido el 21 de septiembre de 1954 en la prefectura de Yamaguchi, al sudoeste de Japón, Abe lleva la política en las venas.

Su abuelo fue el ambicioso e imperialista primer ministro Nobusuke Kishi, detenido como criminal de guerra tras la Segunda Guerra Mundial, aunque luego exculpado.

Su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos del carismático Yasuhiro Nakasone en los años 80.

Otra figura familiar eminente es su tío abuelo y Nobel de la Paz Eisaku Sato, uno de los jefes del Ejecutivo más duraderos del país (1964-1972), y al que Abe superó para erigirse como el primer ministro más tiempo ininterrumpido en el cargo hace apenas cuatro días, cuando volvía a visitar el hospital.

Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, Abe completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel.

Tres años más tarde comenzó a implicarse en política como asesor de su padre, quien poco después asumiría la cartera de Exteriores, pero no fue hasta 1993 cuando obtuvo un escaño de diputado del Partido Liberal Democrático (PLD) por la provincia de Yamaguchi.

Esta trayectoria se consolidó en 2003 con su nombramiento como secretario general de su partido, un cargo que compaginó con el de portavoz del Gabinete de Junichiro Koizumi, al que sucedería en 2006 como primer ministro.

Con 52 años recién cumplidos, Abe se convirtió en el primer jefe del Ejecutivo de Japón nacido después de la Segunda Guerra Mundial, aunque dicho primer mandato duraría apenas un año.

¿Una nueva constitución?

La gran ambición de Abe era revisar la Constitución pacifista japonesa de 1947, escrita por el ocupante estadounidense, y jamás enmendada desde entonces.

Como Abe ha construido su reputación sobre su firmeza ante Corea del Norte, deseaba que se admitiera constitucionalmente la existencia de un ejército nacional en lugar de las actuales "Fuerzas de autodefensa" japonesas. Y ello pese a que la Constitución estipula que Japón renuncia para siempre a la guerra.

Este conservador explicó que quiere un Japón capaz de defenderse militarmente sin arrastrar indefinidamente la carga del arrepentimiento frente a China y Corea del Sur, dos países que estuvieron ocupados por tropas niponas.

En todo caso, bajo Abe, las relaciones de Japón con Corea del Sur se han degradado considerablemente en los dos últimos años, mientras que las de China han mejorado de forma ostensible.

Por otra parte, Abe se ha adaptado a cada cambio de presidente estadounidense. Fue el primer dirigente en precipitarse a Nueva York para entrevistarse con Donald Trump, inmediatamente después de su elección a la presidencia en Estados Unidos, y comparte con él su pasión por el golf.

Al mismo tiempo, Abe ha intentado no ofender al presidente ruso Vladimir Putin, con el que le gustaría resolver el diferendo de las islas Kuriles (llamadas "Territorios del norte" por los japoneses), anexionados por la extinta Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, y jamás restituidas a Japón.

Un experto en desviar la atención

Abe, a menudo salpicado por escándalos que afectan a su entorno, ha sabido aprovechar acontecimientos externos —disparos de misiles norcoreanos, catástrofes naturales— para desviar la atención y presentarse como jefe indispensable ante la adversidad.

Su capacidad para resistir en el poder pese a verse salpicado por varios escándalos le valieron el apodo de "Teflón Abe".

La popularidad de Abe ha declinado sin embargo desde el inicio de la pandemia del coronavirus, ya que su acción fue considerada demasiado lenta y confusa.

También Abe se aferró a la esperanza de mantener los Juegos Olímpicos de Tokio en el verano boreal de 2020, que iban a ser el punto álgido de su mandato. Finalmente fueron postergados un año a causa de la pandemia, y su celebración sigue siendo incierta.

Con información de AFP y EFE