El bajo nivel de producción, sumado al número reducido de farmacias inscriptas, provocó en los primeros años de vigencia de la ley largas filas para adquirir un bien escaso. No obstante, ese escenario fue variando.
Parte de los usuarios han ido abandonando las compras en farmacias debido a que los paquetes de marihuana que se venden en esos locales, si bien indican que tienen un máximo de 9% de tetrahidrocannabinol (THC) —el principal componente psicoactivo de la marihuana—, en la práctica tienen entre un 5% y un 6%. Es una diferencia sustancial con el cannabis de los clubes, que tiene más del 20% de THC.
La brecha ha vuelto a desviar parte de la demanda al mercado ilegal. Ante eso, el gobierno adelantó que en el primer trimestre del año próximo autorizará una variante con el 9% de THC para ser vendida en las farmacias.
“Me parece excelente la idea de ampliar el espectro a los turistas, pero el problema es que la marihuana en las farmacias no solo escasea, sino que es infumable por la genética y por la calidad”, dice Vaz. “El registro temporal para los turistas suena bien, pero ellos vienen a buscar lo que compran en un coffee shop en Amsterdam, en un club en Barcelona o en un dispensario en California, algo que acá no conseguirán en farmacias”.
En cualquier caso, si prospera la iniciativa de autorizar la venta de marihuana a turistas en farmacias, el gobierno analiza imponer precios más altos para los compradores que provengan del exterior. El objetivo explícito de esa medida sería aportar al financiamiento de programas de rehabilitación y tratamiento de adicciones en el país.