Recordando que "en España tienes que llevar la mascarilla en todas partes, incluso si no hay nadie en la calle", asegura "preferir las restricciones británicas".
En su restaurante, cerca de la céntrica catedral de Saint Paul, un barrio principalmente de oficinas, hay más clientes desde que el gobierno dejó la semana pasada de llamar al teletrabajo.
Pero algunos, como James Hughes, diseñador lumínico de 57 años, desconfían.
"No creo que hayamos vuelto a la normalidad, me preocupa que sigue habiendo un virus por ahí y no estoy seguro de que ahora la gente se lo tome en serio", afirma. "Usaré la mascarilla todo el día cuando esté en un lugar" concurrido, asegura.
El porte de mascarillas dejó de ser obligatorio en lugares cerrados —nunca lo ha sido en el exterior— pero algunos comercios pueden aconsejarlo o exigirlo, como el metro de Londres. Y queda a discreción de locales como clubes nocturnos o estadios deportivos pedir pasaportes sanitarios a la entrada.
El gobierno anunció también el jueves que las residencias de ancianos podrán recibir un número ilimitado de visitantes a partir del lunes.
Estas medidas, de las más ligeras de Europa, fueron introducidas por el gobierno de Boris Johnson a mediados de diciembre, pese a la oposición de buena parte de sus propios diputados, buscando ganar tiempo para administrar más vacunas ante la variante ómicron, más contagiosa.
Ahora "más del 83% de los mayores de 12 años en el Reino Unido recibieron su segunda dosis y 81% de los aptos tuvieron su vacuna de refuerzo", asegura el ministerio de Sanidad.