"Me despertó el ruido de las bombas, hice las maletas y salí corriendo", dijo a la AFP Maria Kashkoska, de 29 años, agachada en el suelo del metro, donde encontró refugio.
Conmocionada, esta empresaria aseguró estar "preparada para cualquier eventualidad".
En los balcones, se veían miradas preocupadas y de interrogación: ¿Fue un ataque aéreo, explosiones? ¿Qué objetivos se alcanzaron?
Una hora después de ese despertar en pánico, nadie sabía nada, no se filtró ninguna información sobre el origen o el objetivo de estas explosiones en la capital o en sus alrededores.
Sin esperar a saberlo, los habitantes de Kiev se pusieron en marcha.
Las avenidas se llenaron de tráfico cuando aún era de noche. Coches llenos de familias salían de la ciudad, hacia el oeste o hacia el campo, lejos de la frontera rusa, situada a 400 km.
Si el frente del este es donde los bombardeos parecen más intensos, ninguna región de Ucrania parece estar a salvo.
En el otro extremo del país, en la ciudad costera de Odesa e incluso en Leópolis (Lviv), la ciudad del oeste donde Estados Unidos y otros países trasladaron sus embajadas, las sirenas, que anuncian la necesidad de refugiarse urgentemente, también sonaron cada 15 minutos.
"¡Mantengan la calma!", escribió en Twitter el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov.
"Si es posible, quédense en casa. La situación está bajo control (...) Su tranquilidad y su confianza en las fuerzas armadas ucranianas es la mejor ayuda en estos momentos", dijo en un mensaje a la población.