El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la planta de energía nuclear de Chernóbil, en lo que entonces era la Unión Soviética, explotó durante pruebas inadecuadas a baja, el resultado fue el mayor accidente nuclear registrado en la historia, la central liberó grandes cantidades de radiación a la atmósfera. El fuego ardió durante 10 días y arrojó a la atmósfera una columna radiactiva que se extendió por toda Europa.
Actualmente, las ruinas de lo que quedó del reactor están cubiertas por un sarcófago que contiene la radiación en el lugar. La naturaleza se sobrepuso y pese a los efectos que la flora y la fauna han sufrido, estos se adaptaron, una situación que ha sido estudiada para conocer cuáles son los efectos de la radiación –que a la fecha continúa emitiéndose- a largo plazo.
El escenario también contempla humanos, desde los pobladores en los alrededores que se negaron a desalojar algunas zonas y han hecho su vida ahí, hasta los trabajadores que continúan ingresando a las zonas habilitadas del reactor nuclear para trabajar.
Realizar cualquier tipo de investigación en la zona de exclusión requiere apoyo de colaboradores ucranianos, por lo que llevar a cabo esta labor para nuevos estudios o dar continuidad a los ya existentes, ahora resulta inviable.
“Es importante reconocer que nadie puede trabajar en la zona de exclusión de Chernobyl sin colaboradores de Ucrania que proporcionen conocimientos locales, instalaciones de laboratorio, transporte y sustento, así como ayuda con los permisos”, detalla el ensayo.