El mayor obstáculo para conocer cuántos menores de edad son utilizados para captar a otros niños, niñas y adolescentes en la frontera colombo-venezolana es que las desapariciones no se denuncian ante los organismos de seguridad en ninguno de los dos países, a pesar de que existen rutas de atención. Cuando algún familiar de la víctima intenta hacerlo, se encuentra con impedimentos de las autoridades.
Una fuente del Observatorio Violencia de Género del Norte de Santander, que solicita no ser expuesta, explica que el caso de Daniela “muestra muy bien el carácter tan negligente que todavía tiene la ruta de atención y prevención a trata de personas”. Además, asegura que funcionarios policiales amenazan a las víctimas de origen venezolano con ser denunciadas en Migración Colombia para que las deporten; por ello, no se ve en la institucionalidad un aliado para su protección y rescate, sino una entidad que empeora su condición.
En la Fundación Redes (Fundaredes) han detectado que, cuando los representantes de un menor de edad desaparecido van al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), son coaccionados para que no formalicen la denuncia.
“Es un patrón por parte de funcionarios del Cicpc: los familiares acuden a denunciar e inmediatamente les dicen ‘no denuncie, quédese tranquila’; entonces, de alguna manera, intentan amenazar, amedrentar, a decirles que tendrán consecuencias si denuncian estas desapariciones”, dice Clara Ramírez, directora de documentación y derechos humanos de Fundaredes.
De acuerdo con ella, los funcionarios suelen alegar que los infantes y adolescentes se van por problemas familiares o, si son niñas, que están con el novio.