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#QuiénFue Mijaíl Gorbachov, el arquitecto del fin de la Unión Soviética

El premio Nobel de la Paz en 1990 fue clave para poner fin a la Guerra Fría, llamó con frecuencia al Kremlin y a la Casa Blanca a dialogar.
mar 30 agosto 2022 06:59 PM
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Gorbachov buscó revitalizar el sistema comunista mediante reformas democráticas y económicas, pero su intención nunca fue abolirlo.

Vitoreado en Occidente como el hombre que ayudó a derribar el Muro de Berlín y poner fin a la Guerra Fría sin derramamiento de sangre, Mijaíl Gorbachov era muy despreciado en su país en el que se le consideraba el sepulturero de la Unión Soviética comunista.

El expresidente soviético, que falleció el martes a los 91 años, se propuso revitalizar el esclerótico sistema comunista mediante reformas democráticas y económicas, pero su intención nunca fue abolirlo.

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Sin embargo, desencadenó fuerzas que escaparon a su control y se encontró ocupando un espacio cada vez más reducido en medio de los incondicionales del poder centralizado y los separatistas decididos a desmantelarlo.

Origen, educación y cargos

Nacido el 2 de marzo de 1931 en una familia de campesinos de la región de Stavropol, al sur de Rusia, Gorbachov creció con las dificultades de la Segunda Guerra Mundial y el gobierno represivo del dictador Joseph Stalin, cuyo régimen condenó a su abuelo a nueve años en un campo de trabajo.

De niño, Gorbachov era brillante y trabajador. A los 16 años recibió la Bandera Roja del Trabajo por ayudar en una cosecha récord, y en 1950 consiguió una codiciada plaza en la universidad estatal de Moscú para estudiar derecho.

Cinco años después, el ambicioso graduado y su joven esposa Raisa volvieron a Stavropol, donde comenzó un rápido ascenso en las filas del Partido Comunista, convirtiéndose en el miembro más joven del Politburó, a los 49 años, en 1979, gracias al patrocinio del purista ideológico Yuri Andropov, jefe de la policía secreta KGB.

Andropov asumió el poder en 1982 tras la muerte de Leonid Brézhnev, que durante 18 años había conducido a Moscú a un suave declive que los reformistas calificaron como la "era del estancamiento".

A su muerte, 15 meses después, Gorbachov fue pasado por alto y asumió Konstantin Chernenko, un viejo aliado de Brézhnev. Sólo cuando Chernenko murió tras apenas un año en el cargo, las ambiciones reformistas del más joven se impusieron.

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Seis años después se hizo cargo del mayor Estado del mundo y de la segunda superpotencia cuando fue elegido secretario general del Partido Comunista en 1985.

Rusia toma control de Chernóbil

Gorbachov al frente de la Unión Soviética

El extrabajador agrícola, que hablaba con un acento ruso meridional y tenía una distintiva marca de nacimiento burdeos en la cabeza, presentó su audaz programa poco después de ganar una lucha por el poder en el Kremlin en 1985, a los 54 años.

A esa edad y lleno de ideas frescas, Gorbachov era un sorprendente contraste con los gerontes ideológicos que hasta entonces controlaban el Kremlin: remotos, intolerantes con la disidencia, con el pecho lleno de medallas y dogmáticos hasta la tumba. Tres líderes soviéticos enfermos habían muerto en los dos años y medio anteriores.

Las emisiones de televisión le mostraron asediado por trabajadores en fábricas y granjas, a los que permitía desahogar sus frustraciones con la vida soviética y abogar por un cambio radical.

Gorbachov heredó una tierra de granjas ineficientes y fábricas en decadencia, una economía dirigida por el Estado que él creía que sólo podría salvarse mediante la crítica abierta y honesta, que tan a menudo había llevado en el pasado a la cárcel o al campo de trabajo. Era una apuesta. Muchos esperaban que le fuera mal.

Con su inteligente y elegante esposa Raisa a su lado, Gorbachov disfrutó al principio de un apoyo popular masivo.

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"Mi política era abierta y sincera, una política destinada a usar la democracia y no a derramar sangre", dijo a Reuters en 2009. "Pero esto me costó muy caro, se lo aseguro”.

Sus políticas de "glasnost" (libertad de expresión) y "perestroika" (reestructuración) desataron un debate público sin precedentes en la historia de Rusia.

Las plazas de Moscú bullían de discusiones improvisadas, la censura prácticamente se evaporó, e incluso el sagrado Partido Comunista se vio obligado a enfrentarse a sus crímenes estalinistas.

La glasnost se enfrentó a una dramática prueba en abril de 1986, cuando una central nuclear explotó en Chernóbil, Ucrania. Las autoridades intentaron al principio silenciar el desastre, pero Gorbachov siguió adelante, describiendo la tragedia como un síntoma de un sistema podrido y hermético.

El fin de la Guerra Fría

Su política exterior sacudió el orden mundial. Desactivó el conflicto nuclear entre Estados Unidos y la URSS con acuerdos de desarme, retiró las tropas soviéticas de Afganistán y aflojó las riendas de los países satélites de Europa del Este.

En diciembre de ese año ordenó instalar un teléfono en el piso del disidente Andrei Sájarov, exiliado en la ciudad de Gorki, y al día siguiente le llamó por teléfono para invitarle personalmente a volver a Moscú. El ritmo del cambio fue, para muchos, vertiginoso.

Occidente no tardó en apreciar a Gorbachov, que había tenido un ascenso meteórico en las filas regionales del partido hasta llegar al puesto de secretario general. Era, en palabras de la primera ministra británica Margaret Thatcher, "un hombre con el que podemos hacer negocios".

El término "Gorbimanía" entró en el léxico, una expresión de la adulación que inspiraba en los viajes al extranjero.

Gorbachov entabló una cálida relación personal con Ronald Reagan, el presidente derechista estadounidense que había calificado a la Unión Soviética como "el imperio del mal". Con él negoció un acuerdo histórico en 1987 para desechar los misiles nucleares de alcance intermedio.

En 1989, retiró las tropas soviéticas de Afganistán, poniendo fin a una guerra que había matado a decenas de miles de personas y agriado las relaciones con Washington.

Ese mismo año, cuando las protestas a favor de la democracia se extendieron por los estados comunistas de Polonia, Hungría, Alemania Oriental, Checoslovaquia, Bulgaria y Rumanía, el mundo contuvo la respiración.

Con cientos de miles de tropas soviéticas estacionadas en toda Europa del Este, ¿volvería Moscú sus tanques contra los manifestantes, como había hecho en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968?

Muchos presionaron a Gorbachov para que usara la fuerza. El hecho de que no lo haya hecho puede haber sido su mayor contribución histórica, reconocida en 1990 con la concesión del Premio Nobel de la Paz.

Años más tarde, Gorbachov dijo que el costo de intentar evitar la caída del Muro de Berlín habría sido demasiado alto.

"Si la Unión Soviética hubiera querido, no habría habido nada de eso y no habría habido unificación alemana. ¿Pero qué habría pasado? Una catástrofe o la Tercera Guerra Mundial".

La Perestroika y la disolución de la URSS

Su estímulo de la libertad aceleró la desintegración del multiétnico imperio soviético.

Desde las repúblicas bálticas hasta el Cáucaso y Asia Central, los movimientos independentistas y las luchas interétnicas sacudieron la aparentemente invencible estructura soviética, mientras que la glasnost trajo una oleada de vergonzosas revelaciones sobre el oscuro pasado de la Unión Soviética, como represiones y deportaciones étnicas.

Los países bálticos se lanzaron a la independencia y también hubo problemas en Georgia y entre Armenia y Azerbaiyán.

En 1990, Gorbachov fue elegido primer y último presidente de la Unión Soviética, pero en pocos meses tuvo que enfrentarse a una revuelta de los comunistas de línea dura.

El ministro de Asuntos Exteriores, Eduard Shevardnadze, uno de los principales aliados de los reformistas, dimitió de forma dramática en diciembre de 1990, advirtiendo que los partidarios de la línea dura estaban en ascenso y que "se acercaba una dictadura”.

Al mes siguiente, las tropas soviéticas mataron a 14 personas en la principal torre de televisión de Lituania, en un ataque que Gorbachov negó haber ordenado. En Letonia, cinco manifestantes fueron asesinados por fuerzas especiales soviéticas.

En marzo de 1991, un referéndum arrojó una abrumadora mayoría a favor de preservar la Unión Soviética como una renovada "federación de repúblicas soberanas iguales", pero seis de las 15 repúblicas boicotearon la votación.

En el verano, los partidarios de la línea dura atacaron, oliendo la debilidad de un hombre ahora abandonado por muchos aliados liberales. Seis años después de entrar en el Kremlin, Gorbachov y Raisa fueron encarcelados en su casa de vacaciones de Crimea, en el mar Negro, con las líneas telefónicas cortadas y un barco de guerra anclado en la costa.

El "golpe de agosto" fue organizado por un llamado Comité de Emergencia que incluía al jefe del KGB, al primer ministro, al ministro de Defensa y al vicepresidente. Temían un colapso total del sistema comunista y trataban de impedir que el poder se desviara del centro hacia las repúblicas, de las cuales la más grande y poderosa era la Rusia de Yeltsin.

Los golpistas acabaron fracasando, al suponer erróneamente que podían confiar en que el partido, el Ejército y la burocracia obedecerían las órdenes como en el pasado. Sin embargo, no fue una victoria rotunda de Gorbachov.

Fue el desafiante Boris Yeltsin quien se enfrentó a los rebeldes y se convirtió en un héroe nacional, mientras Gorbachov permanecía bajo arresto domiciliario en Crimea.

La venganza personal puede haberse mezclado con la política cuando a finales de 1991, en una aislada casa de campo, Yeltsin y los líderes de las repúblicas de Ucrania y Bielorrusia firmaron los acuerdos que abolían la Unión Soviética y la sustituían por una Comunidad de Estados Independientes.

El 25 de diciembre de 1991, la bandera roja fue arriada por última vez en el Kremlin y Gorbachov apareció en la televisión nacional para anunciar su dimisión.

Elecciones libres, prensa libre, asambleas legislativas representativas y un sistema multipartidista se hicieron realidad bajo su mandato, dijo.

"Nos abrimos al mundo, renunciamos a la injerencia en los asuntos de otros países y al uso de tropas más allá de nuestras fronteras, y fuimos recibidos con confianza, solidaridad y respeto”.

Pero la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el primer Estado comunista y una superpotencia nuclear que había enviado al primer hombre al espacio y proyectado su influencia por todo el mundo, ya no existía.

Consecuencias del fin de la URSS

El hecho de que los logros de Gorbachov no fueran apreciados en su país no debería sorprender. Rusia puede tratar con dureza a los reformistas.

Los partidarios de la línea dura le acusaron de destruir la economía planificada y de tirar por la borda siete décadas de logros comunistas. Para los críticos liberales, hablaba demasiado, transigía demasiado y se negaba a realizar reformas decisivas.

A medida que el control de Moscú disminuía, estallaron tensiones étnicas que acabarían convirtiéndose en guerras a gran escala en lugares como Chechenia, Georgia y Moldavia tras el colapso de la Unión Soviética.

Con su premio Nobel en la mano y su reputación de estrella en el extranjero, Gorbachov encaminó gradualmente una segunda carrera. Hizo varios intentos de fundar un partido socialdemócrata, abrió un centro de estudios —la Fundación Gorbachov— y cofundó el periódico Novaya Gazeta, crítico con el Kremlin hasta la fecha.

En 1996, puso a prueba su popularidad presentándose a las elecciones presidenciales. Pero Yeltsin ganó con contundencia, y Gorbachov obtuvo un triste 0.5% de los votos.

Mientras Putin se afianzaba en el poder, Gorbachov parecía debatirse entre la preocupación por la represión de las libertades civiles bajo el mandato de ese antiguo agente del KGB y el respeto por el resurgimiento de Rusia en la escena internacional.

Al cumplir 80 años, criticó en 2011, Gorbachov criticó lo que consideraba una "imitación" de la democracia en Rusia.

Pero en 2014 respaldó a Putin en la anexión de la península ucraniana de Crimea y censuró a Occidente por su "euforia y triunfalismo" tras el colapso de la URSS.

Cada vez más frágil en sus últimos años, Gorbachov habló para expresar su preocupación por la creciente tensión entre Rusia y Estados Unidos, y advirtió contra el regreso de la Guerra Fría que él había ayudado a terminar.

Fue mordaz cuando Donald Trump anunció en 2018 que Estados Unidos se retiraría del Tratado de Misiles Nucleares de Alcance Intermedio que Gorbachov negoció con Ronald Reagan en 1987.

"Tenemos que continuar el curso que hemos trazado. Tenemos que prohibir la guerra de una vez por todas. Lo más importante es deshacerse de las armas nucleares", dijo en 2018.

"La política, y no las armas, es la clave para resolver los problemas de seguridad", escribió Gorbachov.

Su tragedia fue que al tratar de rediseñar una estructura osificada y monolítica, para preservar la Unión Soviética y salvar el sistema comunista, terminó presidiendo la desaparición de ambos.

El mundo, sin embargo, nunca volvería a ser el mismo.

Con información de AFP y Reuter

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