“No solo tiene que ver con el crecimiento, tiene que ver con la distribución de estos bienes y servicios que se producen en una economía entre los distintos sectores de la ciudadanía”, explica José Antonio Salazar Andreu, académico de la Universidad Panamericana especialista en gobierno y políticas públicas.
Las economías con instituciones extractivas —basadas principalmente en la explotación de recursos naturales y mano de obra— tienden a la pobreza y a la alta concentración de la riqueza. Guatemala entra en este modelo, indica.
Guatemala “es uno de los países más desiguales en términos de distribución de los ingresos en Latinoamérica y el mundo”, señala Maximo Ernesto Jaramillo Molina, investigador de la Universidad de Guadalajara (UDG) y especialista en estudios sobre la inequidad.
De acuerdo con Oxfam, 1% de la población más rica de Guatemala posee la misma riqueza que la mitad más pobre de la población.
El índice Gini, un coeficiente que mide la concentración de la riqueza, de Guatemala es de 0.52, lo que lo coloca en el sitio 9 de los países más desiguales del mundo, de acuerdo con estimaciones del BM.
Jaramillo Molina, también miembro del Instituto Internacional de Inequidades de la London School of Economics, explica que en países como Guatemala las políticas de desarrollo económico también tienden solo a beneficiar a los estratos más ricos de la población y no llegan a las poblaciones más vulnerables.
De la mano del crecimiento de la pobreza, también está el crecimiento de la migración. En 2020, 1.3 millones de inmigrantes guatemaltecos vivían en Estados Unidos, un aumento de 44% en comparación con los 902,000 guatemaltecos que lo hacían en 2013, de acuerdo con estimaciones del Instituto de Políticas en Migración (MPI, por sus siglas en inglés).