En su discurso, difundido por la Santa Sede, Francisco dedicó varias palabras a describir su visión de las mujeres como personas "buenas, que saben crear nuevos caminos, saben dar" y también son "valientes".
Además recordó que las mujeres, según el evangelio, fueron las primeras "testigos de la resurrección del Señor", quienes además anunciaron la noticia al resto de discípulos.
"Estas mujeres no eligieron el encuentro para ellas solas, ni hacer el camino solas: eligieron caminar con otras. Porque es propio de las mujeres ser generosas, así es", consideró.
Sobre la vida consagrada, Francisco pidió que estén pendientes de las "enfermedades" asociadas a la dedicación religiosa.
"Me gustaría destacar una que va en contra de todo lo que hemos dicho: la amargura. Ese espíritu de amargura interior. Siempre mirando las dificultades, siempre haciendo un monumento al 'pero, aunque...', siempre repitiendo que las cosas están mal", opinó.
"Por favor, cuando vean eso en una comunidad o algunas monjas, ayúdenles a salir de esta situación; de las personas melancólicas que siempre piensan: "¡Ah, los viejos tiempos eran mejores! Las cosas no van, y aquí y allá...". Ese es el elixir del diablo, el licor de la amargura.", añadió.